FOTO: Andina |
Por Ernesto Moreno (@Ernesto__Moreno)
(@Historiayfutbol)
Su nombre es leyenda
en el fútbol peruano. Fue el primer peruano que tuvo su ‘ballet’ en el fútbol
extranjero por su recordado paso en Italia, específicamente en el
A.C. Milán donde brilló con luz propia y salió campeón en la Copa de
Campeones de Europa (hoy Champions League) de la
temporada 1963-1964.
Trajinador y
técnico back-volante adelantado de su época, como ninguno. También tuvo un
paso corto, pero memorable, por la selección junto a otros de
su promoción entre 1957 y 1959. Nuestro país siempre ha sacado buenos
jugadores en todas las décadas más allá de los buenos o malos momentos
colectivos. Para muchos que lo vieron jugar se trata del mejor
jugador de la historia del fútbol peruano por su temperamento y
versatilidad en el campo de juego. Solo le faltó un mundial.
- Don Víctor,
cuéntenos de sus inicios.
- Me inicié en el
fútbol en el club Alianza Lima. Yo provenía de una familia de
futbolistas, por parte de madre, de los «Chicha» Morales, pero siempre
quise que solo me dijeran Víctor Benítez, que se escribe con Z y tilde y no con
S, como algunos confunden. No es cierto eso que dicen que antes los clubes
no trabajaban y que los jugadores solos se hacían por su talento o
habilidad. Sí nos formaban, pero nuestro primer estadio siempre era la pista y
las pelotas de trapo eran nuestro mejor amigo. Hoy en día esa
tradición se ha perdido en la juventud. Antes se jugaba mejor al
fútbol y los sistemas eran más ofensivos como el 3-2-5. Jugué en todas las
posiciones, de back, interior, hasta de delantero, y siempre fui
titular en los equipos que estuve, pero donde nunca estuve porque no me gustaba
era de portero (risas).
- Don Víctor,
lamentablemente el año 1959 fue agridulce para el fútbol peruano: se tuvo una
destacada participación en el Sudamericano de Buenos Aires, donde usted fue
figura, luego en un partido que quedó para la posteridad se goleó a la
Inglaterra de Bobby Charlton, los inventores del 'football', en el Estadio
Nacional, pero, a la vez, fue la última oportunidad que se tuvo de ver juntos a
esta notable generación de futbolistas, que antecedió a la de los setentas,
conformada por Juan Joya, Juan Seminario, Miguel Loayza, Óscar Gómez-Sánchez,
Guillermo Delgado y usted. Considero que de haberse contado con ustedes en los
sesentas Perú hubiera ido a dos mundiales seguidos: Chile 1962 e Inglaterra
1966, pero quizás no al de México 1970. ¿A qué se
debió la sufrida ausencia?
- Es cierto lo que
dices, queda para el recuerdo el Sudamericano de 1957 en Lima, donde derrotamos
en la última a la Argentina de los ‘carasucias, campeones del certamen, la
pareja eliminatoria ante Brasil de «Didí» de 1957, donde se la pusimos muy
difícil en el Maracaná a los que luego saldrían campeones mundiales en Suecia y
el Sudamericano que mencionas, torneo en el que al mismo equipo brasilero, ya
con «Pelé», que llegaba consagrado, le empatamos 2-2. Lastimosamente no pudimos
defender más a la selección tras este año, pero no fue por desinterés nuestro o
porque no teníamos intenciones de hacerlo, al contrario, ganas sobraban y
queríamos seguir jugando por Perú para llegar al mundial. Sucede que muchos
emigramos y jugamos por clubes del extranjero. Yo, por ejemplo, fui a Boca
Juniors en 1960 y, posteriormente, a Italia y estos clubes privilegiaban más
los partidos locales, y sus compromisos en torneos internacionales, antes que
las convocatorias de la selección, que no tenían mucho peso para la naciente
FIFA, que aún no era la poderosa industria de negocios que es hoy. La FPF, por
entonces sin fuerza, no pudo hacer nada más para poder repatriarnos, como en
1961 para el partido eliminatorio que perdimos contra Colombia.
- Cuéntenos un
poco de su despedida del fútbol. A inicios de los 70 regresó al Perú y fue
contratado por Sporting Cristal donde se retiró.
- Sí, mire,
siempre digo que me encuentro eternamente agradecido con la familia Bentín-Grande (QEPD), por
haberme dado la posibilidad de retirarme de este hermoso deporte en mi
país. En 1971 llegué a Sporting Cristal y jugué algunos
partidos de la Copa Libertadores y del torneo local. Doña ‘Catita’ y
don Ricardo eran muy humanos, como unos padres para todos
nosotros. Nos trataban muy bien, no podíamos quejarnos. Ellos estuvieron también
agradecidos conmigo porque recomendé a Alberto Gallardo al A.C. Milán, al que
llegó en los sesentas.
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