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Por: Juan Pablo Gatti (@GattiJuan)

“Soy un perfeccionista. Siempre traté de corregir los errores que veo o que me marcan en los entrenamientos y en los partidos para seguir mejorando”. Julio Alberto Buffarini (nacido un 18 de agosto de 1988 en General Cabrera, Córdoba) le decía a estas palabras a la revista El Gráfico en septiembre del 2015, demostrando una de sus mayores cualidades como futbolista: la de ser un aprendiz constante, recibiendo siempre las críticas constructivas y buscando mejorar como jugador, a tal punto de haberse convertido en uno de los mejores laterales del fútbol argentino de esta década.

La Saeta Rubia hizo su presentación oficial siendo todavía un adolescente. Con 17 años saltó a la cancha en la derrota de su club, Talleres de Córdoba, con Defensa y Justicia por 0-1 en la temporada 2007-2008. Lamentablemente le tocó vivir de manera directa el descenso del equipo al Torneo Argentino A (tercera división), con lo que perdió un escaparate importante para hacerse ver. Tendría un breve paso por Atlético Tucumán, de nuevo en el B Nacional, para recalar en la campaña 2011-2012 en Ferro Carril Oeste, justo la temporada donde participaron de la segunda categoría River Plate, Quilmes, Rosario Central, Gimnasia de la Plata, Huracán…una campaña para no dejar pasar. Buffarini fue uno de los puntales de un gran Ferro, que aún con limitaciones terminó en el 7° lugar. El verde era un equipo que defendía muy bien (solo recibió 28 goles en 38 partidos, la 2° mejor defensa) pero tenía muchas deficiencias al atacar (solo convirtieron 29 tantos). El cordobés sorprendió al fútbol argentino por su velocidad, donde atacaba desde el carril derecho siendo un puntal como volante, desde donde llegaba al área rival con facilidad, hecho que le hizo sumar nada menos que seis goles. San Lorenzo no lo dudó: necesitaba de un jugador como él para salvar la categoría.

Así, el cordobés pasó de jugar en tercera división a ser parte fundamental de uno de los cinco clubes grandes del fútbol argentino, todo en cuatro años. Allí se instalaría definitivamente como lateral de la mano de Juan Antonio Pizzi, lugar donde siguió creciendo y aportando su velocidad, visión, poder de ataque y sus buenos centros “de primera” para lograr primero salvar la categoría en la Promoción ante Instituto de Córdoba y luego lograr el Torneo Inicial 2013, la histórica Copa Libertadores 2014 y la Supercopa Argentina 2015, además de haber tenido la chance de marcar a jugadores de la talla de Cristiano Ronaldo en la final del Mundial de Clubes.

Si bien como lateral ha perdido un poco de su poder de gol, sigue siendo un jugador sumamente valioso por su despliegue y resistencia. En la misma nota para El Gráfico explica claramente como se ha podido desenvolver en el puesto: “Pizzi me puso de 4 y el Patón Bauza me mantuvo. Juan me había dicho que si le agarraba la mano al puesto, tendría un futuro importante porque ya por mi dinámica, me iba a diferenciar del resto. Al principio, la posición no me gustaba; me costaba marcar, quizá también estaba desatento en algún cierre, en los movimientos para tirar el offside, y jugaba al límite. Pero me adapté: ya no hago tantas faltas y me acostumbré a mirar la línea de los centrales.”

Los hinchas de San Lorenzo extrañarán al cordobés, que ya ha hecho sus maletas y partirá hacia Sao Paulo, lugar donde lo espera justamente Bauza, el hombre con el cual ganó la Libertadores. El Patón busca de él lo mismo que le vio hacer en San Lorenzo: técnica exquisita (suele salir jugando por abajo, y no reniega de la gambeta, el sombrero o el caño hacia el eventual marcador de turno), velocidad por derecha, centros -generalmente al primer palo- y remates de media y larga distancia, aunque, como él lo ha expresado, deberá seguir mejorando en la marca para no dejar libre su carril cuando ataque, algo que seguramente será una constante en el fútbol brasileño.

El ahora hombre de 27 años espera no solo seguir creciendo dentro de un torneo sumamente largo y competitivo, sino que además persigue el sueño de enfundarse la casaca de la Selección Argentina. Su nombre ha sonado en más de una oportunidad, pero todavía no ha podido ponerse la camiseta albiceleste en un partido oficial, paradójicamente en un puesto donde históricamente hay escases de jugadores y se han tenido que reconvertir centrales en laterales (con resultados no tan alentadores). Mientras esperamos ver como se desenvuelve en un país y torneo distintos, una cosa es más que segura: los hinchas azulgranas extrañarán a su buque insignia, al cordobés que se fue perfeccionando para salir de fondo hasta estar frente a frente con los mejores. ¿Qué le deparará esta nueva parada al expreso Buffarini?

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