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Ricardo Pinilla en El Dorado

Sin Alexis Pérez, Luis Narváez y Sebastián Hernández, el Junior de Barranquilla ofreció la imagen más positiva y controladora de toda la era Giovanni Hernández. Como ocurriese hace ocho días exactamente, en Uruguay, fue un equipo competente y que trabajó la eliminatoria desde el minuto 1 hasta el 180. El único (y más importante) lunar a un gran planteamiento, que demuestra una vez más la armonía de Gio con la pizarra, fue la ausencia del gol, que no es un problema directo de él y que le viene costando a Junior principalmente victorias.

Serje, clave en la elaboración juniorista

El esquema para afrontar el partido de vuelta fue el 4-1-4-1, el más utilizado por el entrenador caleño desde que iniciase su aventura en los banquillos en Uniautónoma. La novedad, no obstante, recayó en la labor de Enrique Serje, el joven mediocentro de 20 años, consagrado sin tapujos en un semestre revoltoso para la institución rojiblanca. Muy dependiente de su posicionamiento, Junior se armaba respectivamente en ataque posicional, encontrando la fórmula favorable para girar a Montevideo Wanderers. Si se situaba entre los centrales, el equipo se permitía empujar a los laterales a la línea divisoria, llevar a James Sánchez a campo rival y encargar a Yony González del desborde exterior, que fue un arma incontenible por más de 70 minutos. En otro caso, si Junior reiniciaba la construcción de la jugada, Serje era el apoyo trasero que cambiaba el balón de costado, volcando el juego así donde más creía conveniente tanto mejorar como progresar.


Pero todas estas ventaja que creó Junior, sobre todo en la primera mitad, se tradujeron en peligro gracias a Roberto Ovelar. El paraguayo, hasta que no se vuelva a romper, está legitimando su figura a un nivel de peso ofensivo, repercusión en los apoyos y jerarquía fantástica, casi de un 9 para quedar en la historia del fútbol colombiano. Sin embargo, esta versión pura y dominante no es potenciada aún por Giovanni Hernández con una compañía que compense en el área todo lo que produce fuera de ella. De paso, para que la confianza aparezca, se requiere una cuota significativa de goles, y no se presume mejor opción que la de Michael Rangel en una doble punta mentirosa.

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