Para poder entenderlo
analicemos el juego y el contexto. El Millonario venía de conseguir un empate
ante Defensa y Justicia, en un partido por demás de atractivo, y Vélez llegaba
al Monumental sin su técnico Christian Basedas y sin poder encontrar el rumbo
futbolístico. Para empeorar el panorama, apenas transcurridos ocho minutos de
juego, el Fortín se quedó con 10 hombres producto de la discutible expulsión de
Blas Cáceres.
River comenzó el encuentro
encendido, las principales acciones se gestaron a través de desbordes por ambas
bandas: con Fernández, Andrade y Moreira. Vélez antes de la expulsión intentaba
avanzar, pero no pudo más allá de tres cuartos de cancha. Después se replegó y
esperaba el contragolpe.
Vélez le cedió la pelota a
River y achicó hacia atrás, debido a la inferioridad numérica.
El local tenía la posesión
del balón, pero a pesar de eso y de la ventaja de un hombre más, muchas veces
fue improductiva. Una vez que llega el primer gol de Driussi (figura), tras el
primer cuarto de hora, el partido se estancó. Pero no pasemos por alto ese
momento. El mismo se concibe gracias a una escalada de Mina (de muy buena
labor), el defensor ecuatoriano, que sube hasta la puerta del área y le da un
pase a Alario; su remate fue tapado por Aguerre. Tras el rebote, le queda a
Driussi y define a la red. En este torneo, Gallardo puso a Sebastián en la
posición que mejor le sienta (delantero) y el juvenil está cumpliendo con
creces.
A partir de ahí, el
encuentro tuvo una meseta. River fue mejorando la precisión en los pases. En
esta oportunidad hubo toques cortos, pases largos, cambios de frente. Pero lo
que todavía le queda pendiente es amalgamar todas las líneas, que el equipo sea
compacto. Frente a Vélez fue muy largo. La clave pasa por el mediocampo. Ponzio
queda muy solo en el círculo central y los otros volantes bien abiertos. Fue
presionado en algunos momentos; tuvo algunas imprecisiones y en otros casos
resolvió bien o con lo justo. No es novedad que queda un equipo largo, le ha
pasado en fechas anteriores.
Transcurrían los minutos
sin generación de peligro y cuando estaba por culminar el primer tiempo, Nasuti
derribó a Driussi en el área y el árbitro pitó penal. Alario falló en primera
instancia; el asistente levantó el banderín, indicando que el arquero se
adelantó, y en su segundo disparo convirtió el gol para acrecentar el mal
momento que está atravesando el Fortín.
En el complemento, durante
los primeros minutos, Vélez se animó a avanzar, pero sin profundidad. River
estaba tranquilo por el resultado y la superioridad numérica. Se despertó a los
10’, cuando Driussi convirtió el tercer tanto.
A diferencia de otros
partidos, D’Alessandro estuvo más adelantado en el campo, pudiendo conducir el
balón. Tal fue el caso del mencionado gol, donde el Cabezón asistió al juvenil
y éste sentenció el partido.
Con el ingreso de Domingo,
el local no mejoró el mediocampo. El jugador no tuvo un buen desempeño. Para
ser justos, con los cambios no se compactó el equipo ni la posesión
improductiva, se convirtió en productiva. Probablemente, esto pasará
desapercibido por el resultado, pero debemos ser puntillosos y afilar el ojo.
Seguramente Gallardo, sí se fijará.
En conclusión, River fue
superior y mereció ganar con esa contundencia pronunciada. Respondiendo la
pregunta inicial, a mi entender, gustó por momentos. No es por desmerecer el
trabajo del Millonario, pero quedó la sensación de que la goleada pudo haber
sido más abultada, teniendo en cuenta las condiciones del rival. Por otra
parte, no logra unir las líneas. Hoy no lo sintió por la debilidad de Vélez,
pero más adelante lo puede sentir. El vaso está lleno hasta tres cuartos, como
sucedió varias veces en el partido que ese fue el tope. Dependerá del Muñeco
terminar de llenarlo. La exigencia es alta; Gallardo así lo estableció desde
que agarró el timón.
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