Diego Sancho (@SanchoDiegoo)
Hay técnicos con más presencia en
los medios o con mayores valoraciones positivas que otros. Muchos quizá lo
merecen por demostrar fidelidad en una idea o en un discurso. Otros pecan de falsos
pedagogos, esos que explican derrotas propias, plantean razonamientos de corte
cartesiano. Esos técnicos que hacen de cada rueda de prensa un espectáculo.
Algunos disfrutan de ese espacio, porque es su momento. Otros simplemente no
tienen la culpa de que el periodismo solo sepa adular o cuando no cuestiona.
Aunque pueda considerarse un caso de
ambas categorías, Josep Guardiola trabaja por el mismo fin que el resto de sus
homólogos: ganar. Lo que hace divertido a este deporte es que no todos tengan
la misma forma de conseguirlo. Uno de los elementos que más se venera de
Guardiola es el uso de rondos. Es estéril concluir que los futbolistas del Manchester City con más hábiles con el
balón solo por eso. Haría falta diferenciar cómo los trabaja con respecto a
otros equipos, porque es raro que un club profesional no haga rondos de
práctica.
La importancia del rondo en sí es
crear reacciones rápidas de pase en quien posee el balón, teniendo en cuenta
las líneas de pase que crean los compañeros. Hay equipos que solo ejecutan rondos
dentro de un cubo de ligas. Guardiola (aquí especulamos, porque no hemos visto
el trabajo del catalán) pareciera que los entrena en movimiento.
Algo que se estila en el fútbol
élite europeo es la ocupación de más de tres jugadores en zonas comprimidas.
Pueden ser cuatro jugadores en un sector, con uno que conduce y tres en
movimiento. Esta justeza de la proximidad crea triángulos y facilita la
consecución de pases. Se habla a veces que hay equipos que abusan del traslado.
Es una manera de defenderse con el balón, pero también es un método paciente de
conseguir a un hombre libre. Este patrón lo ejerce mucho el Real Madrid, que
agrega hasta un quinto elemento en estas zonas.
Este principio es aplicado por el
cuadro mancuniano desde Ederson a Agüero. De ahí la importancia de salir
jugando desde el saque de meta. Cuando su técnico era Cruyff, veía como el
portero del Barcelona era Zubizarreta, quien cumplía con el mismo automatismo
de salida. Es bueno recordar este pasaje de su carrera, porque el de Santpedor
no inventó nada. Más bien parece un ratón de hemeroteca balompédica.
En sus equipos siempre hay un falso
nueve como Mathian Sindelaar (que hoy es Agüero) de los años treinta; wings de vieja usanza; línea defensiva alta como el Milan de Sacchi
que lo despachó 4-0 en una final de Champions y un portero que se caracteriza
más por su juego de pies que por sus reflejos felinos. Sería muy interesante
hablar con él sobre la evolución de las tácticas a través de la historia.
Antes la gente veía al Arsenal como
el fútbol más vistoso de la Premier. Hoy, se lo lleva el City. Un espectáculo
que quizá otros intentan enlazar en el pospartido, pero que esencialmente
termina con los tres pitazos del principal. Sepamos advertirlo por cómo se
juega más que por cómo se describe.
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