Diego Sancho (@SanchoDiegoo)
“A quien le gusta el fútbol le gusta
el Brasil del 82. Yo no puedo pedirle a un jugador que juegue feo. No puedo
pedirle a Zico que se quede atrás y juegue al patadón” Tele Santana.
Es común escuchar a los seguidores del fútbol brasileño suspirar por el
recuerdo de aquella selección que jugó el mundial de España 1982. En aquella
cita el equipo dirigido por Tele Santana llegó a cuartos de final. Que un
paladar tan refinado como el amazónico recuerde un estilo sin gloria es para
sentarse a ver cómo es posible.
Santana tendría la fortuna de poder juntar a genios del balompié. Falcao;
ídolo del padre de Radamel, Sócrates, Zico y Cerezo. Un cuadrado de juego en el
que juntos lograban conseguir espacio de forma natural, sin una táctica
predeterminada. Su estilo de juego era conocido en Brasil como futebol arte. Formaba un 4-2-2-2 en el
que los cuatro volantes armaban circuitos de pases en los que un punta se
incorporaba para finalizar. Un comportamiento ofensivo basado en la selección
de Zagallo, de 1970.
Luego de doce años de mundiales erráticos, era un deleite verlos. Con una
selección así, el clamor general era que podía repetirse la historia de México
1970. En aquella cita hizo 15 goles en cinco partidos. Fue la Italia, a la
postre campeona del mundo, quien pudo adaptar un sistema capaz de retener el
poderío brasileño. Ese partido terminó 3-2 y es recordado como uno de los
mejores de la historia de los mundiales. Ya el entrenador había alcanzado
posicionar su juego en la mente de sus compatriotas. Ahora le faltaban los
títulos para no convertirse en mito.
La gloria se materializó diez años después, coronando la Copa Libertadores
1992 ante el emergente Newells de Bielsa. También ganó la edición del mismo
torneo el año siguiente y fue finalista de la edición 1994. Aquel equipo
también era un privilegio para la época. Para la concepción del fútbol del
experimentado entrenador era muy importante el uso de laterales ofensivo. Y
pudo contar con un tal Cafú por el costado derecho, que hacía hasta de extremo
en sus planteamientos más propositivos.
Quizá una de la victorias más recordadas de ese equipo no fue en la
Libertadores sino en la Copa Intercontinental (lo que hoy es el Mundial de
clubes). Santana llegó a Japón en 1992 para jugar ante el Dream team de Johan Cruyff. En tierras niponas sucedió algo
inaudito: técnicos del Barcelona y Sao Paulo pasaron una noche hablando en un
hotel. Al final, los paulistas vencieron 2-1. Y al año siguiente fue verdugo
del Milan que Capello heredó del mítico Sarri.
Santana es quizá el mejor entrenador de la historia de Brasil. Su Sao Paulo
fue bicampeón de la Libertadores y del mundo. Nunca negoció su estilo. Lo
siguió defendiendo ahondando dentro de la identidad de juego que más gusta en
su país. La falacia de que nadie recuerda al que pierde se cae al hablar de su
mítica selección, a quien la improvisación del talento convirtió en su
estratagema predilecto.
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