Diego Sancho (@SanchoDiegoo)
El Clásico juntó a dos
equipos que formaban constantemente un 4-3-3. Esto no quiere decir que no
incluya variantes a un 3-4-3 u otras posibles opciones. La importancia de los
tres delanteros es la de ampliar el posible volumen de juego creado por los jugadores
de banda. Con esto nos referimos tanto extremos como laterales, sobre todo del
lado merengue. Esta amplitud da la sensación de que la cancha se va estirando;
ambos conjuntos usaron toda la cancha para arrebatarse espacios. Fue un partido
de mucho acontecer, sobre todo para los sudamericanos que participaron. Sobre
ellos el foco de este análisis.
Marcelo
Digeridos los renglones anteriores, es de menester importancia el contexto
actual del fútbol élite para entender por qué Marcelo hizo un partido así.
Pocos son los laterales con la mentalidad ofensiva y el poderío físico que
merecieron una exhibición balompédica ejemplar a la del ex Fluminense. Hoy en
día Zinedine Zidane necesita que los conductores del balón sean sus laterales (de
Carvaval no esperaba menos) para abrir sus extremos (sea Benzemá, Cristiano o
Bale) y crear juego eludiendo el colapsado carril central. Este pasillo solo
será frecuentado rápidamente con descargas fugaces que den poco tiempo de
reacción a los marcadores.
Marcelo es lateral, pero el hecho de que Lionel Messi se comience a ubicar más
por el carril central fue un alivio para que el brasileño se empezase a
proyectar por su banda tras la recuperación del balón, endilgada a su compatriota
Casemiro. Tras el robo en el centro, la tarea de Marcelo era comer metros
abierto por su costado para filtrar hacia el adentro. A través de esta vía,
creó infinidad de chances por su costado, confirmado ser un elemento ofensivo
para Zidane. Exigido en ciertos retrocesos, su partido fue de largo kilometraje.
Casemiro
Si había un señalamiento a ser la clave del partido era para el que se
suponía que iba a marcar a Messi. Pocos futbolistas han sido tan icónicos en la
era Zidane como él. La cartulina amarilla llegó demasiado temprano en el
partido para él. Y estuvo tan cerca de ser expulsado como en la vuelta ante el
Bayern por Champions. Si bien es de conocida técnica de robo del balón, el haber
comprometido su mejor contexto lo redujo. También el hecho de que tanto Messi y
Suárez se ubicasen cerca de él. Luis Enrique, desde que lo vio pintado de
amarillo, buscó anular al futbolista “mascarón de proa” de la gestión Zidane. Y
lo consiguió en cierta medida.
Súarez
Hubo y quizá haya mejores Clásicos para el pistolero. Tanto la MSN como la
BBC siguen ese patrón que inventaron los húngaros en los años cincuenta en los
que la línea de delanteros cambiase constantemente su formación. Puede ser la
SMN o BCB. La idea es no quedar referenciado; marear el marcaje. En ese sentido
fue poco a lo que el uruguayo pudo sacar tajada. Su juego a un toque, con mágicas
ejecuciones, fue más estético que funcional. Aunque estos delanteros de alto
peligro deslucen cuando no hacen goles, pero las marcas que liberan agradecen
su modestia para compensar colectivamente el desvarío.
James
Llegó al partido en un momento difícil, a falta de diez minutos, perdiendo
1-2 y con uno menos. Zidane le pidió ser el héroe. James Rodríguez es un futbolista inteligente. Bajaba a defender,
pero cuando la transición defensa-ataque se daba, le ganaba la carrera a
Marcelo hacia el frente de ataque. Hizo el gol que mereció loas momentáneas con
una concepción básica del fútbol. Una jugada que se gesta por la izquierda en
la que comienza siendo el posible receptor más distante, él solo se movió
horizontalmente de manera tan inocente que nadie fue a perseguirlo. En ese
desplazamiento siempre fue el que quedaba de cara al balón. Terminó rematando
al primer poste de Ter Stegen. El cambio más contundente de la noche.
Messi
La banda derecha era el sitio predilecto para Messi a inicios de la era
Luis Enrique. Fue el asturiano quien decidió meterlo en el carril central,
luego de ser el mejor “falso 9” de la historia. Los libros juzgarán si su
visión fue acertada o no. Que Messi ya no le mandase ese cambio de frente desde
la derecha a Jordi Alba, cambiado de dirección completamente la jugada hacia el
costado débil del rival marcada el fin del juego de posición en Camp Nou. De
forma exitosa, cabe acotar. Luis Enrique apagó la llama que encendió Guardiola.
En lo que los libros no van a errar es que Lionel Messi es el mejor del
mundo. Suena arrogante, pero Casemiro, Kovacic y Sergio Ramos vieron tarjetas
ante su control y giro (ese en el que Marcelo Bielsa insiste). Con el mismo
simple movimiento, mermó al Madrid.
Anulando a Casemiro, la alcabala más
peligrosa de Europa junto a N´Golo Kanté, Messi tuvo más margen por adentro. Si
bien pudo progresar por la banda de Marcelo, su partido fue paciente, como si
estuviese consciente de algo que ni sus compañeros ni rivales estuviesen al
tanto. El primer gol y el tercero, ambos suyos son de un recorrido parecido al
del gol de James solo que vertical. La jugada merece la participación de varios
de sus compañeros (incluido Suárez) y él no. Es argentino, pero su viveza la
expresa en el engaño. Sin necesidad de regatear, por eso es tan inteligente. Su
presencia prudente y espontánea desde atrás cambia el libreto. Alejado de
posibles marcadores, fuera de la periferia inmediata de Keylor Navas, Messi fue
dos veces finalizador.
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