El Sudamericano Sub-20, a
día de hoy, concentra las miradas del espectro futbolístico del continente, no
solo por lo que significa ver y disfrutar del talento de las generaciones de
relevo de los 10 países, también por evaluar las propuestas tácticas de Selecciones
que combinan la libertad de juego del futbol juvenil con la rigidez táctica del
profesional.
La Argentina goleó a Ecuador
en su primer partido del torneo con un despliegue de efectividad asombroso,
liderado por el vertiginoso Ángel Correa.
El segundo partido fue agua
de otro mar. Paraguay ya ganaba en los primeros 15’ con gol de Iván Cañete,
quien cabeceó una habilitación que venía por un centro a balón parado. Los
guaranís son conocidos por hacer de sus partidos un escenario de dominio rojiblanco
del juego aéreo. Por cosas del partido, optaron por cerrarse el resto del
encuentro.
El objetivo del análisis no es
juzgar la encerrona paraguaya. La finalidad se centra en evaluar las
posibilidades, aciertos y errores de la Argentina de Grondona en estadio
Profesor Alberto Suppici.
Ante la iniciativa defensiva
de los dirigidos por Víctor Genés, Argentina nunca supo contrarrestar el juego
limitado de su rival.
La ofensiva albiceleste
estuvo de nuevo comandada por Correa, Espinoza, Martínez y Simeone, quienes
apuntalaron hacia el área del contrario sin de verdad herir más allá de alguna
ocasión individual, principalmente de Espinoza.
Pasaron los minutos y
Grondona decidió cambiar el planteamiento –por lo menos en el primer tiempo-. Apenas
se vio abajo en el marcador, hizo su primer cambio: salió Compagnucci y
entró Contreras. Centro tras centro,
Paraguay se sentía cada vez más cómoda sin tener que proponer. Espinoza y
Correa recorrían la banda de forma inerte. Chocando una y otra vez con los
laterales Escobar y Alderete.
En ocasiones, a pesar de tener chance de crear juego por el medio, Argentina optaba por envíar el balón de nuevo a la banda.
En ocasiones, a pesar de tener chance de crear juego por el medio, Argentina optaba por envíar el balón de nuevo a la banda.
A mediados del segundo
tiempo, ‘Humbertico’ decidió algo inusual. Sebastián Driussi y Maximiliano
Rolón. Argentina atacaba con 6 delanteros (Correa, Espinoza, Driussi, Contreras y Simeone); en la banca estaba Leo Suárez, quien
según opiniones de muchos, es de lo mejor de Argentina por su desborde y
calidad para abrir espacios, justamente lo que necesitaba su país.
Nunca hubo un volante de
esos llamados “diferentes”, cuyo juego permita hilar las líneas y crear
ocasiones mediante balones filtrados. Exceso de jugadores en punta no es
sinónimo de gol.
La única solución que
encontraron los sureños fue enviar centros al área. Algo inaceptable si se
analiza, grosso modo, el biotipo de los atacantes albicelestes (ninguno supera
el 1,80). Inteligentemente, su rival le cedió espacio en los extremos para que
su ataque se diluyera mandando pelota aéreas mientras el medio estaba compacto
y cubierto.
Un gol le bastó a Paraguay.
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