Ads (728x90)



Por Luis Suárez (@Luije77)

El Sudamericano Sub-20, a día de hoy, concentra las miradas del espectro futbolístico del continente, no solo por lo que significa ver y disfrutar del talento de las generaciones de relevo de los 10 países, también por evaluar las propuestas tácticas de Selecciones que combinan la libertad de juego del futbol juvenil con la rigidez táctica del profesional.

La Argentina goleó a Ecuador en su primer partido del torneo con un despliegue de efectividad asombroso, liderado por el vertiginoso Ángel Correa.

El segundo partido fue agua de otro mar. Paraguay ya ganaba en los primeros 15’ con gol de Iván Cañete, quien cabeceó una habilitación que venía por un centro a balón parado. Los guaranís son conocidos por hacer de sus partidos un escenario de dominio rojiblanco del juego aéreo. Por cosas del partido, optaron por cerrarse el resto del encuentro.

El objetivo del análisis no es juzgar la encerrona paraguaya. La finalidad se centra en evaluar las posibilidades, aciertos y errores de la Argentina de Grondona en estadio Profesor Alberto Suppici.

Ante la iniciativa defensiva de los dirigidos por Víctor Genés, Argentina nunca supo contrarrestar el juego limitado de su rival.



La ofensiva albiceleste estuvo de nuevo comandada por Correa, Espinoza, Martínez y Simeone, quienes apuntalaron hacia el área del contrario sin de verdad herir más allá de alguna ocasión individual, principalmente de Espinoza.

Pasaron los minutos y Grondona decidió cambiar el planteamiento –por lo menos en el primer tiempo-. Apenas se vio abajo en el marcador, hizo su primer cambio: salió Compagnucci y entró Contreras. Centro tras  centro, Paraguay se sentía cada vez más cómoda sin tener que proponer. Espinoza y Correa recorrían la banda de forma inerte. Chocando una y otra vez con los laterales Escobar y Alderete.

En ocasiones, a pesar de tener chance de crear juego por el medio, Argentina optaba por envíar el balón de nuevo a la banda. 




A mediados del segundo tiempo, ‘Humbertico’ decidió algo inusual. Sebastián Driussi y Maximiliano Rolón. Argentina atacaba con 6 delanteros (Correa, Espinoza, Driussi, Contreras y Simeone); en la banca estaba Leo Suárez, quien según opiniones de muchos, es de lo mejor de Argentina por su desborde y calidad para abrir espacios, justamente lo que necesitaba su país.

Nunca hubo un volante de esos llamados “diferentes”, cuyo juego permita hilar las líneas y crear ocasiones mediante balones filtrados. Exceso de jugadores en punta no es sinónimo de gol.

La única solución que encontraron los sureños fue enviar centros al área. Algo inaceptable si se analiza, grosso modo, el biotipo de los atacantes albicelestes (ninguno supera el 1,80). Inteligentemente, su rival le cedió espacio en los extremos para que su ataque se diluyera mandando pelota aéreas mientras el medio estaba compacto y cubierto.


Un gol le bastó a Paraguay.


Publicar un comentario