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Adolfo Ríos (@Adolfoarios

La selección paraguaya llegaba a la Copa América metida en un pozo, no solamente tras ver cortada su racha histórica de 4 clasificaciones consecutivas a mundiales, sino que terminando última en las eliminatorias más recientes. Una transición en la que aún no se ha encontrado una nueva base, con un pesimismo generalizado que se agudizaba con la publicación del ranking FIFA el 4 de junio, con Paraguay en el puesto 85 y como penúltima selección sudamericana (superando solamente a Bolivia, con 4 puestos de diferencia) y un empate en casa dos días después, ante una selección que no representa precisamente una potencia, como Honduras.

Ramón Díaz había sido el elegido para intentar revertir la situación, marcando la vuelta a la escuela argentina; un técnico carismático y de los más exitosos en su tierra. Su convocatoria a jugadores como Villar, Da Silva, Haedo, Santa Cruz, entre otros; cuyo ciclo en la selección es considerado por el público como cumplido, no le sumaba créditos al técnico riojano. Pero Ramón sabe que en el fútbol no hay mañana (o pregúntenle a Francisco Arce), que la principal necesidad de Paraguay son los resultados, y que para conseguirlos en este tipo de competencias, hay que arropar a los nuevos con experimentados.


Y así, llegaba Paraguay al debut en la Copa ante una Argentina subcampeona mundial y plagada de estrellas. La premisa era aguantar el cero, el empate tendría sabor a triunfo, y eso se vio en la cancha con un 4-5-1, con tres volantes de contención y dos delanteros como Haedo y Bobadilla, tirados por fuera pero con la función primaria de taponar los laterales. En la gráfica se puede ver cómo se habían metido los 10 hombres atrás; el rival sobrepasando el círculo central y aún con espacio de movimiento por delante. El libreto se rompía con un error propio para el 0-1, y la inseguridad en la cancha aumentaba con una Argentina entonada y una Albirroja esperando la hora, no sin antes sufrir el 0-2 por medio de un penal fabricado por Di María y de salvarse de algún que otro gol más.


De cara al segundo tiempo, en una muestra de osadía, Ramón decide poner a un delantero ligero y habilidoso como Derlis González, sacando a uno de sus defensivos del mediocampo, demostrando que no saldría a “perder por la menor diferencia posible” sino que buscaría el empate. Con la complicidad de Argentina que cedió los espacios, Ortigoza se erigió en conductor disponiendo de varias opciones de pase: dos tanques metidos al medio (que el mismo Martino admitiría luego no haber logrado contrarrestar),  Bobadilla haciendo de pivot, Derlis tirado por la derecha y un Samudio que se lavaría el rostro luego del error de la primera etapa, con constantes proyecciones por la izquierda disponiendo inclusive de oportunidades de marcar. En la gráfica ilustrativa se observa la disposición de ataque en la jugada del primer gol albirrojo. La propuesta era diferente, este Paraguay era mucho más convincente y como premio se llevaría finalmente el empate con sabor a victoria, con el aliciente anímico de haberlo logrado en el último minuto y remontando el 0-2.


El segundo partido de la Copa, era el que estaba marcado a priori como el encuentro “ganable” de la fase de grupos, para aspirar cuanto menos a uno de los cupos como tercero. Con el punto logrado y el ánimo por los cielos, Paraguay asumía la responsabilidad y desplegaba otra actitud (y disposición en la cancha) ya desde el inicio. Ortigoza se confirmaba como conductor del equipo, con el cercano apoyo del generoso despliegue de Víctor Cáceres y las permanentes proyecciones de Miguel Samudio como otros puntos altos de esta selección. En ofensiva, nuevamente los dos tanques al medio, siempre con Bobadilla ofreciéndose como pivot, Santa Cruz bien en punta, y las bandas abiertas con Benítez por izquierda y González por derecha. La diferencia sería mínima y llegaría mediante un blooper del arquero jamaiquino, pero poco importaba, el resultado se había conseguido nuevamente. El saldo negativo de la presentación: la lesión de Miguel Samudio.


La Copa seguiría su desarrollo en los días siguientes, y la Albirroja confirmaba su clasificación anticipadamente, restando por definir posición y rival. La presión se había aligerado y Ramón podía permitirse cuidar algunos valores. Osmar Molinas por un Víctor Cáceres amonestado para evitar la sanción y Lucas Barrios por Santa Cruz para cuidar el físico, además de la obligada baja de Samudio. Típico juego trabado con los uruguayos, evidenciado por un Ortigoza presionado mucho más de cerca. La selección extrañaba las aperturas de Samudio como opción de pase, reemplazado por un Piris que no desconoce la función pero que se encontraba en el perfil opuesto al natural, y al Topo Cáceres cubierto por Molinas que no mostró el mismo ritmo y que además evidenció falencias técnicas perdiendo varios balones en zonas críticas. En ataque, esta vez Bobadilla debió tirarse por la derecha y fue Haedo el que cumplió la función de pivot. Los goles, tanto a favor como en contra, llegarían por medio de la pelota parada, confirmando la contraposición de fortaleza en ataque y debilidad en defensa que nos marcaba Andrés Carrillo en su análisis posterior a los amistosos depreparación. La alegría de volver a contar con la cuota goleadora de Lucas Barrios y de haber terminado el grupo como segundos por encima de los vigentes campeones de la Copa, se contrastaba con la preocupación por el “pinchazo” sufrido por Ortigoza promediando el segundo tiempo.


El partido de cuartos sigue entrando en el presupuesto previo, pero todo lo que se logre de aquí en adelante será considerado superávit en el balance de esta selección. El lavado de cara ya se ha iniciado, resaltando principalmente la recuperación de la premisa de equipo muy difícil de vencer, que tanto respeto había generado a los rivales de la Albirroja en la década pasada. Paraguay termina la fase de grupos invicto, logro compartido solamente con la anfitriona Chile y la candidata Argentina. Futbolísticamente, el fundamental aporte de los históricos, la redención de jugadores que no habían tenido la mejor suerte en la selección como Miguel Samudio, Anthony Silva o Lucas Barrios, y las positivas incorporaciones como Derlis González, Bruno Valdez o Raúl Bobadilla, dan nuevos bríos al equipo de Ramón Díaz, que sumados al fortalecido espíritu de grupo que otorgan los días seguidos de convivencia entre los jugadores, alimentan la ilusión de cara a un mejor futuro. Esperando la recuperación de Samudio y con la baja por lesión de su director de orquesta, Ortigoza (y de su reemplazante natural en la posición, Richard Ortiz, por acumulación de tarjetas), Paraguay afronta el siguiente partido de la competencia sabiendo que tiene las armas necesarias para continuar avanzando, ante una Brasil que sigue padeciendo de la falta de un 9 efectivo, pero que ha sopesado la baja de su máxima estrella Neymar con un mejor juego colectivo.


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