El Gráfico |
Diego Borinsky
Los que pasamos los 40 hemos escuchado la
historia más de una vez. Y a quienes nos ha interesado particularmente el tema,
le hemos entrado con atención leyendo libros y viendo documentales. Aun así,
una cosa es haberse informado y sumergido en la historia y otra es entrar en el
túnel lúgubre del escenario real. Sentir los latidos de quienes caminaron por
allí.
El Estadio Nacional de Chile es blanco por
fuera. Los portones de ingreso se denominan “escotillas”. Al llegar a la N°8
resalta una especie de pasacalles que sintetiza el horror: “Estas graderías son
un sitio de memoria. El 11 de septiembre de 1973, tras el golpe de estado, las
Fuerzas Armadas convirtieron al Estadio Nacional en el Campo de Concentración
más grande del país. Más de 20 mil ciudadanos, mujeres, hombres y niños
chilenos y extranjeros estuvieron prisioneros en las escotillas y camarines del
Coliseo y la Piscina. El trabajo de la Corporación Estadio Nacional Memoria
Nacional ex Prisioneros Políticos tiene como objetivo preservar su valor
histórico y conmemorar a las víctimas”. El Coliseo es el estadio propiamente
dicho.
El Gráfico |
El portón de la Escotilla 8 está levemente abierto, no hay gente, sí una cinta que dice “prohibido pasar” pero está cortada en algún punto impreciso. Predomina una sensación de abandono a 3 días de la fiesta inaugural en este mismo sitio, pero como al fin de cuenta somos argentinos, nos asomamos al interior para descubrir de qué se trata todo esto que anuncia la bandera. Salvo algún que otro trabajador que cruza el reciento esporádicamente para terminar de arreglar algo, no se ve a nadie. Frente a ese marco solitario, rodeado de polvillo y con tablas desordenadas y manteles de plástico en el piso como si estuvieran por pintar y arreglar contrarreloj, observar las fotos y leer los letreros que las acompañan, produce escalofrío.
Hay imágenes de los
prisioneros asesinados pero también de manifestaciones populares del gobierno
de Salvador Allende. Incluso hay una secuencia que estremece: una foto de
Salvador Allende con su mujer saludando desde el Palacio de La Moneda y una
pegadita, al lado, del mismo balcón, ya sin ellos, y arruinado por la balacera
y las bombas.
“Prisioneros y prisioneras de guerra del estadio Nacional”, se lee en uno de los carteles. Y sigue: “En los primeros días del Golpe Militar de 1973, miles de personas fueron trasladadas en calidad de prisioneros al improvisado centro de detención del Estadio Nacional. Sus rejas fueron punto fijo para los familiares que buscaban a sus seres queridos. Aferrados a las rejas creían poder lograr un intercambio visual y con suerte verbal con los hacinados en las escotillas cercanas”. Y enseguida, una descripción brutal: “La arquitectura sui generis del Estadio Nacional hace de él una edificación ideal para la represión: los pasillos que llevan a los camarines se encuentran bajo las graderías, totalmente ocultos de la vista exterior del complejo, los 28 camarines que tiene el Coliseo fueron utilizados como celdas, en cada camarín hacinaban a más de 100 ciudadanos. Los hombres y mujeres se encontraban en completo aislamiento del mundo exterior”.
“Prisioneros y prisioneras de guerra del estadio Nacional”, se lee en uno de los carteles. Y sigue: “En los primeros días del Golpe Militar de 1973, miles de personas fueron trasladadas en calidad de prisioneros al improvisado centro de detención del Estadio Nacional. Sus rejas fueron punto fijo para los familiares que buscaban a sus seres queridos. Aferrados a las rejas creían poder lograr un intercambio visual y con suerte verbal con los hacinados en las escotillas cercanas”. Y enseguida, una descripción brutal: “La arquitectura sui generis del Estadio Nacional hace de él una edificación ideal para la represión: los pasillos que llevan a los camarines se encuentran bajo las graderías, totalmente ocultos de la vista exterior del complejo, los 28 camarines que tiene el Coliseo fueron utilizados como celdas, en cada camarín hacinaban a más de 100 ciudadanos. Los hombres y mujeres se encontraban en completo aislamiento del mundo exterior”.
El Gráfico |
Momento: no sólo se utilizó el estadio en
sí mismo. “La piscina olímpica –explica el texto que acompaña las imágenes- fue
el lugar de confinamiento de las mujeres que ingresaron al Estadio Nacional. Su
muralla frontal también se utilizó como paredón de fusilamiento. En el camarín
Norte estaban prisioneras las mujeres chilenas y en el camarín Sur tenían
prisioneras a las extranjeras. Según testimonios de las propias prisioneras, la
piscina alcanzó a albergar a mil mujeres”. Cuesta imaginarlo.
El recorrido por este auténtico laberinto
del terror finaliza con otro testimonio adherido a una de las paredes de este
pequeño museo, ubicado en las entrañas del Estadio Nacional, bajo sus tribunas,
detrás de uno de los arcos. Su título es “Recuerdo” y está firmado por Felipe
Agüero, ex prisionero de guerra: “Las salas de tortura bajo la marquesina, las
lúgubres formaciones de prisioneros regresando del velódromo, los túneles
malolientes camino a las sesiones de electricidad, los ancianos tropezando a
golpes de culata por las graderías, todo aquí aludía al Infierno del Dante. El
descenso a cavidades cada vez más profundas de horror y maldad, que nunca
tocaba fondo. Aquí Chile conectó por primera vez con su propio infierno”.
El museo se encuentra debajo de una de las
tribunas cabeceras donde hoy se disputará la final de la Copa América. Detrás
del arco que está a la izquierda en la transmisión oficial, donde los gritos
del presente se mezclarán con los del pasado.
Publicar un comentario