Con más de 50 años ligado al papel de entrenador de
fútbol, ha visto toda la metamorfosis del balompié en Venezuela. Sus conocimientos,
esos que aprendió al dejar su isla con destino a un prometedor país que recién
emergía, parecen ser incontables
Por: Luis Suárez (@Luie77)
Corría 1955. En España gobernaba Francisco Franco y las disputas
políticas entre sus seguidores y los falangistas eran constantes. Al mismo
tiempo, el coronel Marcos Pérez Jiménez, aquel que protagonizó la portada del
año de la revista Time, cumplía su tercer año al frente del país con mayores
reservas de petróleo del mundo. En medio
de una política de inmigración efectuada en Venezuela, llegaba Baudelio
Hernández proveniente de las islas Canarias, donde había nacido en 1936.
Venezuela,
un paraíso
“Nerio”, como es conocido en el deporte nacional, arribó a Sudamérica
con el objetivo de trabajar y producir ingresos en una tierra próspera. Hasta
ese momento no tenía idea que cambiaría parte de la historia del fútbol
venezolano: “yo estaba muy bien en España. No salí por presiones o algo similar,
además nunca me metí en política. Mi padre había muerto ya; a mi vieja si me
tocó dejarla. Luego me la traje y murió acá en Venezuela”.
A sus 21 años, él sabía que todavía podía jugar. Así lo hizo. Vistió las
camisetas de Dos Caminos, Catalonia y Andalucía: “desde el primer momento me
encontré con gente muy buena. Al laborar en este país, igualmente decidí seguir
siendo neutral. He trabajado con la gente de Pérez Jiménez, adecos, copeyanos y
chavistas”.
En la época en la que Hernández decidió dejar su archipiélago de 7446.95
km2, el fútbol venezolano daba sus primeros pasos. Guiados por la
presencia de italianos, portugueses y españoles, equipos semiprofesionales
disputaban partidos de alto nivel en el estadio Olímpico de la Universidad
Central de Venezuela, inaugurado en 1951. Los orígenes del balompié en
Venezuela se remontan a la época del fútbol de colonia. Canarios, italianos y
portugueses formaron equipos como el Gran Canarias, el Deportivo Portugués, el
Galicia y el Deportivo Italia.
Hombres de traje, mujeres de vestido, sin cogestión vial, con bares
abiertos las 24 horas del día y con la Billo´s Caracas Boys sonando en cada
rincón. Así recuerda sus días en la Caracas de mitad del siglo XX: “los sábados
eran días de clásicos. El estadio Olímpico se llenaba para ver enfrentamientos
grandísimos. Canarias y Galicia peleaban a muerte. Pagaban en dólares y la tasa
de cambio era sumamente baja. Venezuela era un paraíso para jugadores
argentinos, brasileños y del Mediterráneo”.
Un viraje violento
Según “Nerio”, el fútbol venezolano entró en una reestructuración
profunda por un proyecto de masificación que llevaron a cabo en la Federación
Venezolana de Fútbol. “El balompié mutó. Se empezó a ver que había talento y
las directivas crearon el torneo Ibérico. Nacieron franquicias en Lara,
Portuguesa, Guayana, Mérida y San Cristóbal. Con la irrupción de los chamos del
barrio, los experimentados tenían más responsabilidad. Al mismo tiempo que
surgieron más conjuntos, los medios se fueron interesando cada vez más”,
expresó el experimentado entrenador.
“Trabajar con Nerio Hernández es un lujo. Las enseñanzas que te da te
abren la mente como periodista. Estar rodeado de gente como él te hace surgir.
Uno como persona necesita de la academia, pero también de escuchar a los que
han estado en la calle. Es un maestro”, señala Luis Pérez, miembro del
departamento de Prensa del Atlético Venezuela.
Comienzo de una vida aparte
Luego de colgar los botines, el otrora volante central que lanzaba
pelotazos a granel entre líneas (él mismo lo dice), decidió nunca abandonar el
césped en el que rueda la que en ese momento era de cuero. Manuel Plasencia,
actual entrenador del Atlético Venezuela, le sugirió iniciar su carrera en el
banquillo del colegio La Salle en 1966.
Al trabajar a tiempo completo en el fútbol, logró titularse, formalmente,
como entrenador: “yo me gradué como entrenador en 1973. La Federación te daba
la certificación, el resto era tu responsabilidad. A pesar de que no contábamos con la
tecnología actual, estudiábamos bastante. La lectura resultó ser el camino para
mejorar”.
Grandes jugadores han tenido a “Nerio” como mentor. El hoy asistente del
Atlético Venezuela ha apadrinado a David McIntosh, por ejemplo. Con él debutó a los 17 el lateral que hoy tiene 42
años.
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“Como entrenador, tuve la oportunidad de trabajar con tipos de la talla
de Luis Mendoza, Stalin Rivas, “Cholito” Tovar, David Mora y Luis Zarzalejo.
Fueron los mejores de su época”, cuenta con un tono de emoción y orgullo
notorio. Durante un período corto, tuvo la inesperada gratitud de dirigir en Minervén a Carlos Bacca, el delantero de la Selección Colombia y el AC Milan.
“A mí me gustaba apostar por esos jugadores humildes. Sobre todo cuando
el cupo de importados fue disminuyendo. Antes los denominaban ‘jugadores de
barrio’. A medida que se fue desarrollando el talento, las plazas comunitarias
bajaron a 6, 4 y 3. Al principio de lo que es hoy este torneo, se veían equipos
con 9 foráneos de cada lado”, comenta sobre su favoritismo por los jóvenes
valores.
Las cantidades salariales que se manejaban en Venezuela eran
significativas, por lo que no había que pensar demasiado para venir: “dirigí
jugadores de estampa internacional. Por ejemplo, Pierino Lattuada llegó a
Venezuela proveniente del Nantes de Francia. Al mismo tiempo, Ildo Maneiro vino luego de pasar por el
Nacional de Uruguay”.
Los colegas también son amigos
“Así como he tenido a cargo grandes jugadores, he competido con
entrenadores de categoría, como Pepe Sasía, Rafael Franco, ‘Cata’ Roque, Manuel
Plasencia y Rafael Santana. De ellos también aprendí”, sentencia con todo de
respeto.
“En el fútbol pasa algo muy peculiar: Todo el tiempo hay que luchar
contra enemigos diversos: el rival, los árbitros, las reglas, el clima y el
campo son factores externos que debes saber superar. El entrenador siempre esta
como la una. Si gana, es culpa de los jugadores; si pierde, es producto de sus
malas decisiones”; dice que simpleza, mientras gestualiza y traga un poco de
agua.
Allende de que comandó clubes como el Caracas FC y llevó equipos a la
Copa del Rey en España, manifiesta que su mejor época fue aquella del Minervén
protagonista en competencias continentales: “ese equipo fue mi vida. Allí pude
dirigir 3 Copa Libertadores”.
50 años como entrenador y 28 equipos sobre sus espaldas es algo que se
dice con facilidad, pero que representa una responsabilidad grande: “he tenido
tanta suerte, que hasta DT de la Vinotinto de mayores fui. Estuve como interino
en las décadas de los 80 y 90. Fue una experiencia muy bonita, por eso siempre
les recomiendo leer de fútbol a los entrenadores jóvenes. Eso te permite
actualizarte y aprender de los demás. Acá, si no refrescas conocimientos, estás
fregado”.
Ha sido inspiración, sobre
todo para su hijo
Dos hijas y un hijo nacieron mientras su padre dirigía encuentros de
Copa Libertadores en el Maracaná de Río de Janeiro, el Hernando Siles de La Paz
y el estadio Nacional de Lima.
José Hernández, hoy entrenador de la Selección de Venezuela Sub 17,
creció bajo las orientaciones de un padre ganador y conocedor de los retos que
se le venía a su primogénito: “José empezó con jugando con Caracas Sport Club y
luego se fue al San Agustín de El Paraíso. Siempre demostró ser un tipo
diferente. Comenzó estudiando Ingeniería y luego se graduó como publicista. Le
gusta leer y viajar para aprender. Eso le ha ayudado a formarse para dar clases
también”.
El FC Barcelona ha inspirado a Nerio durante toda su vida, por eso no ha
dudado en transmitirle esa filosofía a su hijo: “el juego que a mí me gusta se
refleja en el Barcelona. Lo que comenzó con Cruyff se mantiene hoy con Luis
Enrique. Es el fútbol total. En ellos me fijé para renovar mi filosofía”.
El legado de la familia perdura. Igor, hijo de José, es parte del
Atlético Venezuela y ha participado en los módulos de la Selección Sub 17. “Mi
nieto es muy técnico. Al jugar de volante creativo, tiene buenas maneras. Hay
que trabajarlo todavía, sobre todo en el aspecto físico”, dice “Nerio”, con
esperanzas de verlo vestido de vinotinto.
El mismo Igor expresa que ha sido muy importante para él tener a un
abuelo como Baudelio: “como entrenador, es un referente para mí. Siempre está
atento a lo que puedo mejorar. En lo familiar también es un ejemplo a seguir.
Me pide que me preocupe primero por los estudios y la familia. Es un hombre
sabio”.
El fútbol le ha dado lo mejor
Trabajo, dinero, amigos, familia, goles y momentos inolvidables le ha
dado este deporte a Nerio. A sus 80 años, dice que el fútbol lo llena y por eso
no quiere dejar de trabajar. Sus pupilas se iluminan cuando habla de un
jugador. Es zurdo, un poco malcriado, le dicen “mago” y defendió la camiseta
número 10 del Caracas FC.
“El jugador más talentoso que pude ver fue Stalin Rivas. Era un zurdo de
una clase tremenda. En sus inicios fue algo inmaduro, pero talentoso como
ninguno. A veces imagino una dupla Rivas-Luis Mendoza. El primero, un enganche
que te ponía la pelota donde quería; el segundo, un todoterreno que corría las
diagonales como un animal. Qué hubiese sido de este país si eso hubiese pasado”,
menciona “Nerio”.
A pesar de haber vivido todas las etapas del torneo y la Selección
venezolana, asiente al decir que los cambios han sido importantes. Sin embargo,
tiene un criterio claro: “no se puede comparar el fútbol actual con el de mi
época. Lo que hay ahora es tremendo. Tienen computadoras, teléfonos inteligentes,
y libros digitales. Siempre me preguntan si lo de antes era mejor o peor, eso
no se puede contestar. Sencillamente, son períodos diferentes”.
Haber visto casi in situ a
todo fubolista que vistió casacas de equipos nacionales le da criterio para
atreverse a armar una alineación histórica: “Gilberto Angelucci, David Mota,
Freddie Ellie, José Manuel Rey, `Cachorro` Betancourt, David Grueso, Laureano
Jaimes, Williams Méndez, Luis Pérez, Horacio Matuszyczk y Maxi Bevacqua. Ellos
son de lo mejor que acá vi”.
Baudelio “Nerio” Hernández nació en una humilde casa al lado de un campo
de fútbol en Canarias. Inesperadamente, su futuro lo separó de su nicho para
hacer que triunfara en otro continente. A sus 80 años, no cree en la
jubilación, sino en la renovación mental. Dice que al momento de partir, va a
marcharse con el honor que casi ningún entrenador tiene: nunca haber sido
despedido por un equipo.
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