Hubo
un tiempo en que los nombres del Club Deportivo Toluca y el de Enrique Meza no
tenían la grandeza y respeto de todos como hoy en día. Hacia finales del siglo
pasado Toluca había ganado 3 ligas en toda su historia acarreando una sequía de
23 años sin obtenerla, y Meza no era más que aquel que había sido el eterno
suplente de Miguel Marín y el director técnico revelación por su gestión en
Toros Neza. Ese famoso, alegre y loco equipo que contaba con “Memo” Vázquez,
Antonio Mohamed, Miguel Herrera, Javier Saavedra, Rodrigo “Pony” Ruiz, y Pablo
Larios.
Pero el destino quiso
unirlos y fue lo mejor que le pudo pasar a ambos. Juntos se catapultaron a
otros niveles. Rafael Lebrija llegó a la institución a mediados de 1997 y con
él llegaría el “ojitos”. Era una decisión que causaba expectativa y desde el
comienzo todos en la institución (jugadores, aficionados, fuerzas básicas y
dirigentes) comenzaron a trabajar por el proyecto de Meza. Lo que nadie sabía,
es que a partir de ese momento, cada verano de los 3 siguientes años
conseguirían una liga más. En 30 meses, Toluca ganaría lo mismo que en los 44
años anteriores en Primera División.
Don Enrique Meza dirigió
su primer partido al frente del cuadro rojo el día miércoles 20 de agosto de
1997 en contra del subcampeón de aquel torneo: el León de Carlos Reinoso. Su
primera alineación fue la siguiente:
4-2-3-1 el día de su presentación. Cardozo no estaba disponible pues venia saliendo de lesión |
Algo que pesaba sobre el
Toluca era la falta de ídolos en la reciente época. Típico de un club mediano,
era difícil que apareciesen nuevos talentos desde las fuerzas básicas y los
extranjeros que llegaban no habían rendido de la mejor manera. Un portero
argentino de nombre conquistador y un delantero paraguayo estaban entre ellos.
Lo más cercano que se tenía a un ídolo era José Manuel Abundis, salido de la
cantera y con algunos años de recorrido en el primer equipo cuando llego Meza.
Y aun así Don Enrique no hizo fichajes extravagantes, ni caros, ni
contrataciones estelares. Meza llegó, vio lo que tenía a disposición y levantó
con jugadores “normales” y apuntando cada línea con un jugador fuera de serie.
Cristante, Carmona, Estay y Cardozo serían los pilares de su andar en el Estado
de México.
De aquella primera
alineación, de un plantel que él no formó, repetirían 7 jugadores en la primera
final, jugada 9 meses después, 8 en la final de 1999, y 6 en la del año 2000.
La constancia en planteamiento, nombres, roles e idea de juego fue parte
fundamental del éxito. Éxito que estuvo a punto de también incluir el primer bicampeonato
en la historia de los torneos cortos 4 años antes de que lo lograran los Pumas
de Hugo Sánchez.
Hay que hacer un
paréntesis antes de analizar la primera final que disputó aquel equipo ante
Necaxa en el Verano 1998, semanas antes de la Copa del Mundo en Francia. Ese
Necaxa no era cualquier Necaxa, mucho menos el que, lamentablemente, es hoy en
día. Ese era el Necaxa dominador del periodo de transición entre los torneos
largos y los cortos en el futbol mexicano. Un Necaxa que dominó toda la década
de los 90’s con Manuel Lapuente y Raúl Arias al mando de hombres como Ignacio
Ambriz, Alberto García Aspe, Ricardo Peláez, Luis Hernández, Adolfo Ríos,
Sergio Almaguer, Joaquín del Olmo, Alex Aguinaga, el catracho Carlos Pavón,
“Chepo” de la Torre, Cuauhtémoc Blanco e incluso el otrora milanista, Pedro
Pineda.
Toluca llegó de tajo a
romper la hegemonía de un cuadro que en 5 años (1995-2000) sería bicampeón de
los últimos torneos largos, subcampeón en 96’, campeón de la Copa México,
Campeón de Campeones, Campeón de la Recopa de Concacaf, y que incluso después
de la final perdida frente a los Diablos Rojos, ganaría una liga más, una Copa
de Concacaf y se daría el lujo de empatar con Manchester United y vencer a Real
Madrid en Japón en los primeros
días del nuevo siglo. Casi nada.
Las 3 finales que disputó
el Toluca de Enrique Meza tienen algo que les hace ser recordadas con mucho
cariño entre los aficionados del futbol. Las dos primeras fueron extremadamente
emocionantes por dos características esenciales en este equipo rojo: la primera
era su “suicida” forma de atacar, de la que si hacemos un paralelismo con un
equipo actual, podríamos decir que era muy parecido al Bayer Leverkusen de
Roger Schmidt. Sin embargo, al contrario del equipo de Chicharito, a Toluca le
salía la jugada, pues su “pegada” (definición) era mucho más fuerte y además no
había equipo mexicano que estuviera preparado en ese entonces para aprovechar
todos los espacios que quedaban a la espalda de los laterales cuando estos se
iban constantemente al ataque.
Realmente fue el FC
Barcelona de México, pues en varios momentos solo defendía con un pequeño
triangulo conformado por Macías, Rangel y Blanco. A ciencia cierta, este Toluca
era lo que quería lograr Gustavo Matosas con su América 2015.
La segunda característica,
que a muchos se nos olvida al recordar este equipo, es su gran capacidad de
remontar los resultados adversos. En
propias palabras de Meza, si se tiene que quedar con un campeonato, elegiría
“el primero con Toluca”, ese que ganó por un global de 6-4, después de ir
perdiendo 1-4, ante un Necaxa sin Cuauhtémoc Blanco ni Luis Hernández por
convocatoria a la Selección Mexicana que participaría en Francia 1998, y que
también había llamado a su indiscutible lateral derecho, Salvador Carmona.
Los dos partidos de
aquella final tendrían la misma alineación inicial por parte del señor Meza.
Para ese entonces ya tenía bien asentado una especie de 4-1-2-1-2 que en
momentos se convertía en 4-2-2-2:
Cristante estaba a
préstamo en Argentina así que el portero era Miguel Albarrán. En la defensa
jugaba la famosa e inamovible pareja de centrales formada por Macías-Blanco.
Por la izquierda se utilizaba a Taboada, jugador potente y de carrera que podía
otorgar un hombre más en el medio campo y al mismo tiempo ofrecer coberturas
por aquel flanco y, como ya se mencionó, el flanco derecho era de Carmona, pero
en su ausencia, Meza optó por el juvenil Núñez, de deficiente actuación en
ambos partidos, pero perfectamente corregido por Enrique en el minuto 123 de la
serie.
El “5” y capitán, era David Rangel, jugador polivalente que
también llegó a alinear de central, de juego fácil y posicionamiento adecuado
en la zona más grande del campo, los volantes eran Víctor Ruiz por el lado izquierdo,
muchacho salido y desperdiciado en Cruz Azul, de buen recorrido y espectacular
golpeo de balón. El “Gullit” Peña de su tiempo, y Enrique Alfaro, hoy por hoy,
autentico ídolo choricero por su condición de canterano explosivo por el lado
derecho, y su carrera de “One-Club-Man” al haber estado sus 8 años de
trayectoria profesional con Toluca y disputar 315 partidos en total. El buen
trato con el balón que tenía Ruiz hacía que muchas veces bajara y se juntara
con Rangel para ser su primera opción de pase y fuera este el encargado del
envió largo a Alfaro u encontrar al mago de este equipo en la media punta,
hablamos del chileno Fabián Estay.
Arriba, coronaba la
alineación una dupla de época. José Saturnino Cardozo y José Manuel Abundis,
sin posición fija, se movían por todo el ancho de la zona de definición, su
continuo cambio desquiciaba a las defensas contrarias.
Dicen las buenas lenguas
que el chileno Estay y el príncipe
guaraní se entendían a la perfección, que incluso se entendían sin hablarse,
utilizando como medio las miradas y chiflidos lo cual los hacía absolutamente
más imprevisibles. No por nada, Cardozo ha declarado varias veces que sus
mejores amigos en Toluca habían sido Cristante y Estay.
El partido de ida, jugado
en el Estadio Azteca, fue uno de esos típicos enfrentamientos en que Toluca
salía por demás confiado en su capacidad, y aunque dominaba el balón, la
mayoría de las acciones ofensivas no se traducían en una ocasión clara de gol,
cosa que poco a poco hacia ganar en confianza al rival quien, si la suerte lo
acompañaba, en una o dos jugadas bien organizadas después de un robo en la
salida y de hacer voltear a Rangel y
Ruiz hacia su propia portería, conseguían poner
a Toluca debajo en el marcador. Al minuto 55, después de una mala marca
del joven Núñez, Pedro Pineda pondría en ventaja a Necaxa, aunque solo fuera
por 20 minutos pues Víctor Ruiz empataría a placer, a pase de Cardozo. El
partido parecía que terminaría así, sin embargo un error en la media cancha de
Rangel, permitiría que el mismo Pineda, culminara un grandioso pase de Joaquín
del Olmo, y lograra la victoria al minuto 87. Resultado decepcionante para los
de Meza, sobre todo tomando en cuenta que Necaxa era el “mandón” de la época.
Sería difícil…
…y aún más difícil se
pondría. Era apenas el segundo minuto de la final de vuelta en el Estadio
Nemesio Diez cuando el Toluca ya iba por debajo en el marcador global por 1-4.
Goles anotados por Montes de Oca y el astro ecuatoriano, Aguinaga, parecían
dejar en la lona al equipo comandado por Meza. Curiosamente esos goles, cayeron
por fallas de las dos piezas más endebles del sistema: el lateral derecho Núñez
(de nuevo) y el portero Albarrán. Posteriormente se verá que Don Enrique tuvo
mucho que ver en el buen desenlace final para su equipo, pero a decir verdad,
el Toluca dio los primeros pasos hacia la remontada por sí solo. Como si de
equipo alemán se tratara, el Toluca sacó la casta y se volcó al ataque
instantáneamente. Premio justo para ellos fue que apenas al minuto 3 del
partido, el lateral izquierdo, Antonio Taboada pusiera el 1-2 en el marcador,
2-4 global. Y luego vendría la
estrategia de Meza.
Cambio en el minuto 33.
Entra un mediocampista volante puro y sale el lateral derecho. Darko Vukic por
Adán Núñez. El parado táctico del equipo cambiaría radicalmente, pero así
también, las tareas de varios jugadores dentro del campo, dando con un solo
movimiento, 3 soluciones al juego del equipo.
La entrada de Vukic fue
para colocarlo en la posición de volante por izquierda, que en ese momento
ocupaba Víctor Ruiz, personaje que iría a la posición dejada por Núñez, de
actuación terrible en el lateral derecho. Si hubiera estado Carmona nada de
esto hubiera pasado, pero nos hubiéramos perdido de la aplanadora que fue
Toluca aquel día después del cambio. Puede que el croata no haya tenido una
gran carrera en México, pero la actuación en este partido fue francamente
memorable.
Vukic era un medio con
buen toque de balón, sobre todo en largo (quedaría demostrado en el segundo gol
de Toluca), pero también con un sentido de ubicación y orden dentro del campo
que en ese momento, ante tanto coraje para volcarse al frente en busca del resultado,
era más que necesario. Además, en esa zona estaba cayendo regularmente, el gran
Alex Aguinaga.
Víctor Ruiz era el titular
indiscutible a la izquierda del medio campo. Era uno de los jugadores favoritos
de Meza y de hecho, la única vez en su carrera que jugó en el lateral derecho
fue aquella tarde. A veces solía formar el famoso “doble pivote” con Rangel,
pero digamos que era más por la necesidad de darle una salida limpia al balón,
que por sus capacidades defensivas, aspecto en el que si destacaba Vukic.
Ahora, muy a posteriori,
nos damos cuenta que el cambio fue magnífico, pero seguro aquel día los
aficionados de los “Diablos” estaban matando a Meza por retrasar tanto a un
jugador fundamental en el sistema. Pero es que lo que le esperaba a Ruiz no era
el lateral derecho en sí, era el famoso “falso lateral” que tan de moda a
puesto Pep Guardiola en Munich últimamente. Ruiz fue Lahm aquel partido.
Meza ganó esa final del 98
al sobrecargar el flanco derecho, con su propio tándem, Ruiz – Alfaro. Lo que
vino después fue un auténtico “infierno” que los Rayos nunca supieron cómo
detener.
Lo notable de Meza aquí es
el riesgo (que siempre existe en la profesión) que tomó al hacer todo el cambio
táctico con ese movimiento. La alineación y los jugadores nunca habían sido
probados en esa disposición, al menos en un partido oficial, sin embargo, las
piezas se acomodaron y el mecanismo rojo comenzó a funcionar por si solo
potenciando a sus hombres “normales” que intervinieron más ese día que las
figuras, Cardozo y Estay. Alfaro, Ruiz y Vukic dieron un partido de 10 aquella
tarde. Ah, y Abundis, que cosa lo de Abundis; parecía Robin Van Persie 2012.
Una joya.
Se recordarán los goles de
Cardozo, pero quien se graduó aquel día fue José Manuel. A pase largo de Vukic,
puso el empate en el marcador, mismo que rompería en el segundo tiempo con
remate de cabeza a centro desde la derecha de Víctor Ruiz, para solo seis
minutos después, asistir a Cardozo para que marcara a placer el gol del
campeonato.
La “manita” llegaría ya en
el ocaso del partido, solamente para hacer visiblemente más grande, el recuerdo
del día en que Toluca y Enrique Meza empezaron a cumplir su destino, quitándole
el trono, y de qué manera, al en ese entonces, vigente rey del fútbol mexicano.
Originalmente este artículo fue publicado el 31 de marzo de 2016
Originalmente este artículo fue publicado el 31 de marzo de 2016
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