Diego Sancho (@SanchoDiegoo)
"Ten
cuidado de que tus reposos y contemplación no se parezcan a los del perro ante
una carnicería. El miedo no le permite avanzar, el deseo le impide retroceder,
y abre sus ojazos como si fueran bocas."
Federico Nietzsche.
Ecuador es un país que futbolísticamente ha salido adelante siempre que
tuvo a un entrenador foráneo al mando. “Bolillo” Gómez (colombiano) los llevó a
su primer Mundial; Patón Bauza (argentino) les dio su primera Libertadores con
Liga de Quito. Hay otros que, con logros menores, han visto su carrera
catapultada. Sin embargo, la mayoría de equipos ven a estos jefes de otras
tierras como claves del éxito.
Seducidos por el cliché de un DT argentino, Liga de Quito fichó al profe
Claudio Borghi con la misma ligereza con la que pudo hacerse con los servicios
de Caruso Lombardi. El ex Independiente
encontró una plantilla en la que su mejor talento también era rioplatense y se
llama Diego. Como 1986 ya pasó, el tren de la épica cumple 30 años de haber
coronado a un equipo con un elemento tan diferencial. En aquella ocasión solo
había argentinos en el equipo, pero esta ocasión la mayoría es local.
En el debut en la Libertadores enfrentó al iniciado San Lorenzo de Pablo
Guede. Fue una declaración de intenciones por parte de Borghi: balones largos a
Tenorio, bujía del juego directo pretendido, que servía con sus pivoteos la
apertura de pasillos exteriores. Por su izquierda Vega, Alemán e Hidalgo se
encargaban de armar el juego hacia adelante; Diego Morales intentaba sorprender
con sus “cachetazos” por la otra banda.
Por más que se generaban superioridades en el otro flanco, eran las
genialidades individualistas del “10” argentino que consumaron los dos goles
del partido. El marcador 2-0 daba la impresión de que la competencia en el
certamen internacional estaba asegurada.
Sin embargo en el enclave defensiva
había un diagnóstico: el despliegue en cada ataque era tal que en la transición
ataque-defensa se veían endebles, a veces solo quedaban los cuatro miembros de
la línea defensiva (los laterales son de cualidades evidentemente de marcaje).
Como la altura absorbió la fuerza de las piernas y el aire de las cabezas del “cuervo”,
no supieron armar una contra para sacar ventaja. Quedaba claro que si un equipo
lograba contragolpear, haría daño.
Y Gremio lo hizo. En Brasil los quiteños postularon el mismo guion.
Primeramente sufrieron un gol típico del conjunto gaucho: una finalización
luego de progresar con el balón toda la cancha. Pero el segundo encajado vino
por la vía de la contra, señal de que habían sido estudiados en el partido
anterior. La desazón vino en forma de tarjeta roja y tuvieron que volver a
Ecuador con cuatro goles en el saco. Fueron objeto de pábulo de plasticidad
para el graderío.
En los dos partidos ante Toluca hubo modificaciones en los actores (Morales
ya no era el único sin responsabilidades defensivas, también estaba Puch), pero
la trama conservaba el mismo final trágico de Porto Alegre. Tanto en la altura
como en México, el motivo de la debacle fue el mismo. Sus adversarios tenían un
plan para explotar sus debilidades porque estaba claro que no iban a cambiar.
Más allá de tener o no piezas para doblar el timón en pro de la competitividad,
la falta de contingencias tácticas fue la condena. Liga de Quito quedó
eliminada de la Libertadores en cinco partidos jugados de formas muy parecidas.
Decía Johan Cruyff: “La casualidad es lógica".
Este ejemplo de Borghi (que ya no es DT del equipo por multiplicar los
malos resultados en el torneo local) habla de una directiva que desde hace un
tiempo está decidida a mirarle el pasaporte a los jefes de banquillo a ver si
cumplen con las expectativas. El no contratar entrenadores de la colectividad
local no justifica que se opte por extranjeros que no se tomen la molestia de
trabajar el dibujo táctico para aminorar las desventajas del sistema. Pero más
importante: no hay visión para un proceso.
Que Emelec y Liga de Quito hayan sido eliminados prontamente de la
Libertadores sería un golpe duro para los hinchas ecuatorianos de no haber sido
por la “sorpresiva” clasificación de Independiente del Valle a octavos de
final. Un club nuevo y con algunos jugadores reclutados de regiones llaneras.
Se jugaron la clasificación ante Colo Colo en Santiago de Chile y lograron la meta.
Hoy reciben millones de dólares que potenciarán aún más la institución que dice
presente en torneos internacionales desde hace tres años.
Nuevamente encontramos que en su banquillo hay un nacido en otras tierras: el
uruguayo Pablo Repetto. Los negriazules son competitivos desde su arribo y la
directiva mantuvo siempre confianza en su visión de futuro. Hoy recogen los
frutos de un trabajo continuista. Este “milagro” se dio porque el grupo tuvo tiempo
para mejorar; tiempo de ensayo y error para buscar una cohesión grupal más
fuerte.
Probablemente esta sea la razón por la que Bauza, Quinteros y los
entrenadores del tri cosecharon
triunfos importantes: a ninguno se les impuso una reestructuración a corto
plazo. El cortoplacismo solo triunfa cuando se tiene un gran talento disponible
y un técnico que sepa encauzar positivamente a sus peones con dinámicas
grupales. El Leicester City es evidencia actual de lo que se puede lograr. Pero
para plantillas que tienen el talento justo en cada línea, lo mejor es el
marcar un método de trabajo y sacar lo mejor de cada individualidad.
La única razón por la que los entrenadores extranjeros son los que triunfan en el fútbol ecuatoriano
últimamente es porque dirigen a los
mejores equipos. También porque en la primera división hay solo un par estrategas
nativos de 12 en la primera división. Eso no quiere decir que los foráneos
tengan la fórmula secreta para ganar partidos, menos si tienen que competir
entre los equipos de sus homólogos compatriotas. Lo que sí ha asegurado el
éxito es la planificación a largo plazo. Quizá darle la oportunidad a un ecuatoriano
para que encabece un proyecto pueda abrirle las puertas a los DTs nacionales.
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