Por: Luis Suárez (@Luije77)
Oscar Wilde, el particular escritor irlandés, comienza El retrato de Dorian Gray con par de postulados sobre la palabra “belleza”, allende tema físico y acercándose a lo que significa como arte:
- El artista es el creador de cosas bellas
- Los que encuentran bellas intenciones en las cosas bellas son los cultos. A ellos les queda la esperanza.
El fútbol no es solo patear
sin sentido una pelota, tal como expresa quien lo desconoce. Es el arte de
combinar cualidades anatómicas con inteligencia y razonamiento. Nadie lo juega
igual a otro, pero existen similitudes. Algunos encuentran esa gracia en el
buen juego; otros en el orden táctico.
Cuando se piensa en
Venezuela, resalta el caso de Juan Arango y Rómulo Otero. El actual volante “10”
que hace vida en el fútbol chileno “heredó” la responsabilidad y el talento de
Juan para no hacer goles feos o de retruque, como dicen al norte de Sudamérica.
Ambos fueron benditos con la capacidad para ser artistas con la esférica en el
botín.
En la videoteca de clubes
como Mallorca, Borussia Monchengladbach y Tijuana, probablemente, hay una
sección dedicada a las pinceladas del eterno número “18”. Pocos futbolistas, al
menos en su país, pueden presumir que haber dejado tantos goles de alta factura
en Europa y con la Selección.
Rómulo Otero, desde su etapa
en el Caracas FC, supo que más vale calidad que cantidad. El desequilibrante
hijo del “Chango” Cárdenas creció en El Tigre, Anzoátegui, aprendiendo a
deformar el balón si hacerle perjuicios físicos que no excedieran más allá de
un efecto.
El talento a pelota parada
depende casi por igual de los dones que de las horas de ensayo y error. Rómulo,
para llegar a ser el espectáculo que hoy es en Chile, pasó horas tratando de
emular a Juan, con quien compartió por períodos cortos en la Selección de
Venezuela.
La magia y el esteticismo
del fútbol en Venezuela nunca fue de reconocimiento global. Por ello, ver a un
jugador con sangre vinotinto en el alto nivel era tan raro como inexistente.
Arango fue la excepción. Sin embargo, todo es temporal. Lo positivo es que en el de Huachipato está el heredero del pionero.
El arte de Otero es tan
particular que no solo se plasma en tantos y quiebres de cintura, sino que
produce algarabía, admiración e ilusión en personas que poco lo conocen cara a
cara. Para él, es un aliciente darle alegrías a un combinado nacional y a un
país con tantas tristezas vigentes. Cuando marcó contra Perú y Chile, Venezuela
explotó.
Tal como le sucedió a Dorian, la obsesión por siempre ser lo que
la gente espera y quiere, es el gran enemigo de una figura cargada de
responsabilidad. El doble filo de ser la referencia catapulta hacia la
inmortalidad o hacia el destierro. Canalizar esa presión es vital para triunfar
y escalar peldaños graduales con demostraciones de fortaleza mental.
Abrir las puertas de una determinada liga a otros compatriotas venezolanos es
una tarea estoica. El zurdo de Maracay lo hizo en México, España y Alemania. El
derecho oriental lo comienza a hacer en la nación austral. Esa esperanza de la
que habla Wilde se posa sobre la pierna derecha de Rómulo.
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