Por Diego Sancho
(@SanchoDiegoo)
“El idioma futbolístico
existe independientemente de los éxitos, aunque son los éxitos los que le dan
proyección.” Josep Guardiola
Dicen que la Libertadores
no la gana el que mejor juega. Si bien ha sufrido por la pausa de la Copa
América, Atlético Nacional parece ser ese equipo (el que mejor juega). Sus
resultados estuvieron acorde a lo proyectado desde el inicio del torneo.
Incluso desde la primera ronda. En el debut contra Huracán ya los de Medellín
demostraban que la efectividad de su sistema no creía en localías. En el camino
hacia la final, solo en Rosario por los octavos fue que se vieron intimidados
ante una férrea presión alta.
Un conjunto que se
organiza en cancha con la pelota
requiere de un jugador como Sebastián Pérez. Fungiendo como volante de primera
línea (tanto de 8 como de 5) tuvo impecables actuaciones continentales y
demostró una visión de juego envidiable en pases a profundidad. A veces
auxiliado por los laterales en la salida, como es el caso de Bocanegra; lateral
de pegada como pocos.
Otro amo del mediocampo ha
sido Alejandro “Lobito” Guerra. El venezolano fue el mejor jugador de la Copa.
Último pase, remate, apoyos para desmarcar compañeros; para él, en clave
verdolaga, le ha sido indiferente. Lo cierto es que ha dado clases magistrales
de cada una de las formas de llegada. Si una noche la luz de luna no era
suficiente para tener al “Lobito” inspirado, Macnelly Torres y Marlos Moreno
estaban en vigilia para complementar la zona de enganche sin dejar competir.
Una de las peculiaridades
es que hasta semifinales prescindieron de un 9. El más parecido fue Ibarbo, que
ayudaba a sostener posesión en sectores cercanos al gol y en retenerla tras
envíos aéreos. No hay máximas en un sistema pensado por y para las habilidades
de los futbolistas. Para las semifinales ante Sao Paolo, Borja, goleador con el
Cortuluá en el semestre anterior, hizo valer su fichaje con 5 goles en cuatro citas. Encajó como delantero centro como dedo al dedal.
Es necesario recalcar que
Nacional tiene una amplia plantilla. Durante gran parte del año jugó con
equipos casi distintos entre la liga colombiana y la Libertadores. Este es el
tipo de lujos que un grande bien administrado puede permitirse. Confeccionado
una idea de juego más amplia por el aprovechamiento de los recursos de cada uno
de sus jugadores. En el lado verde de Medellín el prejuicio del “equipo B” está
superado: cada miembro sabe que solo existe un equipo, que en su talento puede
aportar para ser efectivo colectivamente.
Con este ecosistema de
jugadores de renombre, desde el punto de vista estadístico o técnico, la vara
está muy alta para el que sea titular. Se estimula una sana competencia interna
en el vestuario: todos quieren participar. Y muchos ya han visto acción con su selección como es
el caso de Guerra, Pérez, Farid y hasta el joven Marlos Moreno. De modo que la
misma selección ve frutos en el trabajo continuista de un concepto de gestión:
encabezado por Osorio; repotenciado por Reinaldo Rueda.
Así mismo, Independiente
del Valle no cuenta con tantos recursos y puede decir que sacó del certamen a
Boca Juniors y a River Plate en su cancha. Sin ser tan pudiente económicamente,
el equipo de Repetto ha abastecido a su equipo con un trabajo de canteras pulmonar para que a nivel competitivo puedan respirar canchas argentinas de
invierno. Entendiendo lo que eso conlleva para un equipo ecuatorial.
La diferencia
institucional entre ambos conjuntos es que uno tira de una cadena de laureles
para reimpulsar su impronta en el continente –las participaciones de Atlético
Nacional en la Libertadores han sido, en casi su totalidad, dominantes- y el otro
lleva un plan de crecimiento menos exigente, dada la distancia cualitativa y
cuantitativa entre una plantilla y otra. Uno es una plantilla grande con un
abanico de opciones que usar en cada momento mientras que la otra es corta y
busca doble y hasta triple función en muchos de sus elementos.
El ser un equipo grande,
con todo lo que eso significa, ayuda que el éxito sepa a gloria cuando millones
de fanáticos hiperbolizan un triunfo y se le den mayores dimensiones. Sin
embargo, el nivel mostrado por los antioqueños es lícito de vítores. El modelo ha tenido
un dominio tal del continente que lo posiciona como el que mejor juega en
América. Antes de fichar piezas prometedoras cada semestre, siguen una línea de
trabajo que perdura en el tiempo. Así es como un equipo colombiano, aferrado al
trabajo y a la planificación, sale campeón de América. El mensaje está claro
para los demás grandes de Sudamérica: aprendan de Nacional de Medellín.
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