Héctor Ríos (@FIFAPiensa)
El
romanticismo en el futbol se está extinguiendo. Bienvenido sea –ya desde hace
unos años– el futbol moderno.
Quedaron
atrás las botas negras, las remeras en todo su esplendor con sus colores
limpios y nítidos, inclusive se han marchado los postes de madera reemplazados
por unos de metal. Atrás también quedaron las “teahouses” en la época de Jimmy
Hogan y Hugo Meisl junto con el famoso “bootroom” de Shankly, Paisley y Fagan;
lugares en donde se respiraba el futbol de otra manera, un modo más natural,
más vivo. Esos templos paganos para los románticos del balón se cambiaron por
oficinas y salas de prensa, en donde se habla de todo, menos de futbol.
Los
chicos del barrio ya no pueden ir a ver entrenar a sus ídolos porque una cerca
de tres metros de altura separa a sus retinas de cumplir sus sueños. El abonado
que heredó el asiento de su padre hoy pierde su lugar con un corbatudo hombre
de negocios que está en el mentado templo solo porque la compañía financiera le
ha pagado la entrada.
Aquellos
miles que hacían retumbar las cuatro aristas del terreno de juego ya no imponen
tanto miedo por estar más preocupados en lo que pasa en el opresor que guardan
en el bolsillo. Terreno de juego que antes fue un terreno de batalla cubierto
de barro y lluvia, hoy inundado con anuncios y carteles electrónicos,
asfixiando a esos veintidós hombres con su proximidad a aquello que pasa en el
rectángulo verde.
Hasta
los mismos hombres que antes defendían el emblema del lado izquierdo del pecho
como si fuera su patria hoy son parte de movimientos proxenéticos de un rival a
otro. Los colores ya no son algo que los represente, a ellos solo les importa
el color de los billetes verdes. Los estadios que congregaban cada quincena a
miles y miles de creyentes hoy se están quedando cada vez más vacíos, alejados
por el incremento en los precios. Los cánticos de aliento se están sustituyendo
por abucheos, las bufandas ceden su
lugar a las fotos con flash, y el estadio que alguna vez fue de futbol, hoy
parece más un centro comercial.
El
futbol está perdiendo su esencia, la identidad. Esta es la era del futbol
moderno y tal.
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