Por: Luis Suárez (@Luije77)
Eduardo Galeano,
encumbrado por su reconocidos ideales del lado siniestro, siempre dijo que “la
historia de América Latina es la historia del despojo de los recursos
naturales”. El fútbol, al ser un fenómeno social que funciona como ese opio de
los pueblos que Marx asía para calificar a la Iglesia, no escapa de la realidad
que cubre la sociedad. A las promesas del fútbol, esos karia’y (joven en
guaraní) predestinados por quienes ustedes quieran nombrar, se les prepara para
salir a tierras hostiles, no porque lo sean por mera naturaleza, sino porque
significan un nuevo sistema que la psquis debe sumir. Por eso y más, somos
testigos de los últimos minutos de Miguel Almirón en el país más al sur de la
región.
Cuando
eres distinto en el fútbol, se nota en demasía
El chico del momento en el
equipo granate tiene pasaporte paraguayo, con fecha de nacimiento del 10 de
febrero de 1994. Sus sueños se están cumpliendo de forma tan esperanzadora como
cuando el “Ruso” Zielinski compró un bar en Lanús con los ahorros de sus
humildes ingresos futbolísticos y pudo hacerle ver a su familia que el esfuerzo
vale la pena. Parece directamente proporcional la relación entre cuadras
caminadas, horas en transporte público mientras se está en el fútbol base y la
calidad de jugador a futuro. Aquel chico que nació en el barrio San Pablo de
Asunción, gracias a la ayuda de su familia, la rompió en Cerro Porteño y dio
claras muestras de que su apariencia inocente no tenía nada que ver con su
descarado talento.
Los zurdos tienen un paso adelante
de cualquiera. Que lo digan Maradona, Roberto Carlos, Messi, Rivaldo, Recoba,
Arango o Rivelino. Son solo 10% de la población global. Investigadores de la
universidad de Northwest determinaron que la predominancia de los diestros en
el planeta tierra se debe a una inclinación de la cooperación sobre la
competitividad en el desarrollo de la especie. Ese mínimo porcentaje de falta
de altruismo hizo diferentes a unos cuantos, entre ellos el dorsal “26” del
equipo de Jorge Almirón.
Los
sueños pueden ser cada vez más grandes
Si se le pregunta a
cualquier aspirante a futbolista sudamericano en qué equipo quiere jugar, al
menos en la zona de estos diez países, salen a la luz los dos de siempre: Boca
Juniors y River Plate. Esto escribía Andrés Burgo, en 2012, para la revista
Gatopardo:
En la previa de cada partido, la prensa nacional suele erotizarse con el recuerdo de un artículo publicado en 2004 por la revista mensual deportiva de The Observer, un periódico dominical inglés, que recomendaba cincuenta actividades deportivas para hacer antes de morir: jugar un partido de polo montado sobre elefantes en Nepal, bucear en Belice, correr la maratón de Nueva York y, en primer lugar, aunque aclarando que la lista no seguía ningún criterio de orden en particular, mirar un Boca-River. Nadie en la Argentina subrayó que no se trataba de un ranking, sino de una antología sin prioridades establecidas, y el River-Boca pasó a ser considerado “el primer espectáculo deportivo que hay que ver antes de morir según el periodismo europeo”.
¿Quién no quisiera ser parte de la historia?, siquiera por 90 minutos o
lo que la providencia regale al afortunado. En Argentina es una costumbre cada
vez más vetusta el fichar por los grandes para dar un salto a Europa. A pesar
del deseo expreso de Almirón, su destino no parecer estar cerca de Buenos
Aires. Los clubes chicos están aprendiendo a vender y ganar mayor cantidad de
dinero, están comenzando a salir de su casa sin pedir permiso: Lanús vendió a Óscar
Benítez al Benfica, Huracán traspasó a Cristian Espinoza al Villarreal, Lucas
Boyé dejó Colón y ahora pertenece al Torino, Walter Benítez abandonó Quilmes y
fichó por el Niza y Franco Cervi se incorporó también al Benfica.
Listo para decir presente
Saber si está preparado para un giro de 180 grados es incomprobable. Lo
único seguro es que, de su especie, no hay muchos especímenes de tal calibre. Usado inicialmente como extremo, se fue adaptando al balompié argentino. Las
comparaciones son odiosas, pero el parecido con Ángel Di María es tal que hasta
de interior es donde se ve mejor en la cancha, como aquel “Fideo” que enamoró
al mundo bajo el mando de Carlo Ancelotti.
Ahora, la gran pregunta es: ¿Qué diantres le ofrece Miguel Almirón, el
cejudo paraguayo de menos de 1,76 m y 70 kg, a Europa? El mago tiene un montón
de trucos a su disposición:
- Poder de asociación: Cuando los inteligentes se juntan, a los limitados solo les queda correr tras ellos. Almirón entiende que solo no se llega al gol todo el tiempo, por eso aprovecha al máximo el tener compañeros de buen toque.
- Desborde: El endiablado arranque lo utiliza no solo para escurrírseles a los rivales, sino para ganar metros cuando está pegado a la raya. No lo hace sin sentido; lo ejecuta sabiendo que puede generar una reacción positiva.
- Velocidad: Correr no solo se hace con las piernas, sino con la mente. Pensar más rápido que el resto y anticiparse al siguiente movimiento del defensor lo lleva a llevar una jauría de cazadores tras su estela.
- Cambio de frente por bajo: Por ser zurdo, no significa que Miguel busque siempre su lado predilecto. Parte del desbarajuste que causa en las defensas contrarias se base en que busca al compañero mejor ubicado para abrir el campo.
- Trabajo como interior: Con Jorge Almirón explotó como volante “8”. El excelente traslado desemboca en constantes habilitaciones para los extremos granates y el propio delantero centro. Para hacer eso se necesita una muy buena visión de juego.
- Llegada como punta: Los volantes mixtos, o box to box, tienen la obligación per se de pisar el área para sumarse a las posibilidades de anotación. A él no le cuesta, incluso, tener la responsabilidad de comenzar y terminar la jugada.
Los cracks tienen la magia de embellecer el fútbol cada vez que factores
externos pretenden apagarlo o disminuir su influencia. Hoy se le agradece a
Miguel Almirón en el estadio Néstor Díaz Pérez; mañana se le extrañará por
muchísimo tiempo.
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