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Diego Sancho (@SanchoDiegoo)

Pareciera que el Caracas Fútbol Club se ha quedado estancado en su devenir histórico. Su palmarés ya no tiene ese tráfico de trofeos de la década pasada. Ciertamente, desde el año 2010 solo se ha conseguido una copa doméstica. Es un registro alarmante para la institución más laureada del fútbol venezolano. Pareciera que se va sumando a ese puñado de equipos que tuvo momento histórico de bonanza y vive para contarlo, como por ejemplo Estudiantes de Mérida o Portuguesa.

Y si se hace un vistazo a su plantilla actual, no hay un cúmulo de nombres con las cualidades a la altura de un grande sudamericano. El aspecto táctico sirve para que este último factor se aminore, pero Noel Sanvicente ha tenido varios asteriscos en ese sentido. Más allá de que su idea de juego tenga un norte, la aplicación de sus seleccionados ha dejado dudas sobre el potencial del equipo. ¿Es entonces Caracas un equipo del montón?

Si bien el formato de clasificación a la liguilla beneficia los ingresos de los equipos por derechos televisivos y ayuda a difundir el fútbol criollo, no colabora con que la competencia nacional sea estable. El octavo clasificado puede ser campeón de un semestre. Y la inestabilidad queda: Zulia gana de visita en Uruguay, pero Carabobo, Aragua y el resurrecto Chapecoense lo desnudan en sus deficiencias. Y con Juan Arango en sus filas.



En el país existe esa ojeriza por el trabajo a largo plazo. Por una continuidad hilvanada. Andrés Iniesta llegó a decir, luego de ganar la liga española con el FC Barcelona el año pasado, que ese era el primer torneo que tenían en mente conseguir como equipo porque es el que premia al más constante. En Venezuela esta visión parece no calar. Lo duradero no tiene tanto peso como la inmediatez. Nos gustan las salidas fáciles, las revoluciones, los golpes de azar.

Sin embargo los directivos del Caracas no tienen la misma mentalidad. La familia Valentiner lleva la ventaja desde el punto de vista institucional en el país. Las cosas no le han salido de la manera planeada al equipo, pero la estructura para sacarlo delante de forma menos prosaica que a fuerza de títulos. Las instalaciones del Cocodrilos Sport Park son de lujo. No porque sean sofisticadas, sino porque no existe una igual en Venezuela. En este fútbol los cuadros con sede propia son afortunados. Equipos de mayor data jamás tuvieron recursos o voluntad de invertir en ese sentido.

La idea de contar con sede propia y el trabajo con las fuerzas básicas fue inculcada en gran parte del período de Sanvicente en el Caracas. El ex seleccionador sostuvo como bandera de sus siguientes procesos la importancia de estos patrimonios. Hoy en día Deportivo La Guaira y Zamora se van acercando a esa línea de trabajo en la que el fútbol nacional solo puede ganar.

Con un continuo monitoreo de juveniles, instalaciones propicias para construir una idea de juego en varias canchas a la vez y la proliferación de talentos que se escapan de las filas de la institución de tantos que son, Caracas siempre tiene margen de mejora como entidad deportiva. Ante Atlético Socopó, se convocaron a cinco jugadores de la selección nacional sub-20 y dos de la sub-17. La puesta por el talento joven no se ha evaporado.

Con un modelo de negocios pensado en subsistir, a falta de bonos por título, a través de la venta de jugadores también compiten a nivel nacional. Movimientos en el mercado de pases de Rómulo Otero o Josef Martínez suponen dividendos para una institución que tiene todo para no ser considerado como “un equipo del montón”.

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