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Matías Navarro (@Mati_navarro)

De rey a mendigo. De candidato a casi eliminado. De deslumbrar a ser criticado. Así fue el proceso que vivió River Plate en solamente tres meses.

Increíblemente, un equipo que vivía de las triangulaciones, del juego colectivo, de la presión y del orden defensivo, se transformó en once jugadores desordenados, que abusan del pelotazo y que quedan mal parados ante cualquier contragolpe.

La cara de Gallardo en cada partido es elocuente. Tanto él como la dirigencia leyeron mal la realidad en el último mercado de pases: a un equipo campeón hay que potenciarlo, no alcanza con mantener la base.

Como le pasó a San Lorenzo al obtener la Copa Libertadores, River encontró en sus jugadores un techo de rendimiento y, después de eso, sólo se puede bajar el nivel. Por eso, Gonzalo Martínez y Camilo Mayada suenan a poco cuando hay tanta competencia en solamente un año.
¿En qué cambió River? Básicamente, en cuatro puntos principales:
  •  Orden y presión:
La marca personal de este equipo era la forma de recuperar la pelota. Como dice Guardiola, los 5 segundos posteriores a perderla son los más importantes: se debe presionar bien cerca del área rival para volver a tenerla rápidamente y estar en situación constante de peligro de gol.

Eso ahora River no lo logra. Cualquier ataque rival encuentra a los centrales mano a mano con los delanteros rivales, sin apoyo del mediocampo. Gallardo siempre propuso este tipo de marca, pero con Kranevitter siempre cerca para ayudar en la recuperación y la salida rápida.

El 5 titular todavía no logró volver a su nivel tras su lesión, y a eso hay que sumarle que tanto a Rojas como a Sánchez les cuesta en el retroceso, algo que ya tenían automatizado. Así, Maidana (o Pezzella) y Funes Mori (o Balanta) quedan siempre expuestos o en inferioridad numérica ante el rival.

ANTES:

AHORA:

  • Físico y desconcentración:
Si había algo que era imposible no destacarle a este equipo era su preparación física. El juego que propone Gallardo requiere constancia y correr todo el tiempo, algo que no sufrió en el 2014. Pero este año es diferente: en los segundos tiempos bajan considerablemente el ritmo y las lesiones aquejan sin parar. En solamente tres meses, el DT ya sufrió las bajas de Barovero, Vangioni, Urribarri, Kranevitter, Balanta y Pezzella.

Pero el desequilibrio no es solamente físico: a River le empataron 5 de los 6 partidos que empezó ganando en el semestre y, de manera preocupante, todos fueron en la segunda mitad, marcando una clara relajación en los últimos 45 minutos.
  •  Falta de armador de juego.
Pablo Aimar iba a ser el salvador para este ítem, pero su recaída y posterior operación volvió a dejar latente esta necesidad. Pisculichi, desde otra ubicación en la cancha, intentó ser la llave de este equipo y, de a ratos, lo logró.

Cuando bajó su nivel (y su físico) logró desequilibrar con las pelotas paradas. Todo eso quedó atrás: hoy el 15 de River no sólo no es paso obligatorio para llegar al arco rival, sino que su zurda tampoco está siendo determinante como en el último semestre.
  • Ausencia de goles.
El River versión 2014 nunca tuvo un goleador, sino que tenía jugadores que hacían goles. Ni Cavenaghi, ni Mora, ni Teo Gutiérrez lograron asentarse como “el” emblema dentro del área rival. En su lugar, aparecieron los Mercado, Balanta, Funes Mori, Maidana y Sánchez para a compensar el gran déficit de este equipo.

Un número alcanza para evidenciar este problema: todavía ningún delantero convirtió en la Copa Libertadores. Sánchez (vs. Tigres), Balanta (vs. Juan Aurich en Perú) y Mercado (vs. Juan Aurich en Argentina) son los goleadores.



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