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Diego Sancho (@SanchoDiegoo)

Antes de detallar esta columna debemos tener en cuenta que hace 200 años el fútbol no estaba reglamentado en ningún país. Los padres del balompié son los ingleses. El primer club de la historia fue fundado en 1862, era el Notts County. El deporte rey es relativamente nuevo, pero data de una época viciada por prejuicios y arcaicismos que la sociedad contemporánea no entendería. Para ese entonces nadie se imaginaba que en dos siglos haya fútbol profesional jugado por mujeres. El enfoque que manejaremos tiene que ver en cómo  con la economía y el rendimiento de los equipos se ve afectado por la ineficacia de sus dirigentes.

El hecho de que el deporte rey sea relativamente joven hace que su dirigencia se parezca más a aquellos del siglo antepasado que a la de tiempos actuales. Las ideas y conceptos han moldeado el juego y el fútbol que dominó al mundo hace 20 años ya no tendría éxito. Todo evoluciona. Pero hay errores que se han repetido a la hora de confeccionar una plantilla competitiva. El aspecto en el que el atraso gana más presencia es a la hora de adquirir jugadores en el mercado de fichajes. Acá algunos errores sistemáticos:

El nuevo DT suele malgastar el dinero

Para la nueva temporada un club cambia de jefe en su banquillo. Este desea dejar su impronta en su nuevo trabajo y para ello necesita al menos un par de jugadores. En el proceso, se deshace de piezas de la gestión anterior y ficha a hombres de confianza. Uno de ellos suele ser un joven talento con el que podría contar a largo plazo, cuando su rendimiento crezca a acorde a la necesidad del equipo. Toda esta visión a futuro puede acabarse para escozor del estratega. Si sus resultados no combinan con las expectativas de los dueños, ellos pueden echarlo luego de apenas meses en el cargo y buscar a otro técnico

Su homólogo estaría en posición de vender aquel joven talento, cambiar de jugadores clave en el once y fichar otros más competentes con la nueva línea de trabajo. Imaginemos que a este nuevo técnico también le vaya mal.

Las estrellas de copas internaciones se hallan sobrevaloradas

Aunque hay ligas mayor duración que otras, requiere meses para definir cómo terminará la tabla de posiciones al final de la temporada. En el trayecto hay cambios intermitentes en el desempeño de los futbolistas. En las copas internacionales los semifinalistas no llegan a disputar ocho partidos. Que alguna revelación individual tenga un repunte en su selección en el veraniego torneo hace que las franquicias futbolísticas lo adquieran dejándose influenciar por su rendimiento próximo. Comprar nombres propios como Di Marías o Falcaos mantiene expectantes a los aficionados, quienes celebran este tipo de altas como títulos cuando el fútbol esta de vacaciones.

Un ejemplo de este  sobreprecio es el de James Rodríguez y el Real Madrid. El colombiano tuvo un Mundial de ensueño y la casa blanca para hacerse con sus servicios debió desembolsar 81 millones de euros. Por Zinedine Zidane, que ya había ganado Champions League y un Mundial pagaron 80.

El peso del pasaporte

Hay nacionalidades que requieren más dinero que otras. Un brasileño en otros países es sinónimo de fiesta, alegría y gambetas. La expresión “futbolista brasileño” es tan cliché como “chef francés”. También hay países de moda como Colombia que ve cada vez profesionales emigrando a los grandes de Europa. El escenario que desconocen muchos es que adquirir venezolanos o bolivianos de buen nivel no golpea tanto la chequera, aunque culturalmente no sean las naciones más predilectas a parir muchos Arangos o Chumaceros. Es más fácil vender a un argentino mediocre que a un peruano excelente.


Basado en el libro Soccernomics: el fútbol es así 

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