Con el pasar del tiempo, los laterales se han convertido en la
manifestación irreverente y necesaria para originar frescos ataques. Estos
personajes pueden significar, dentro un preciso orden global, la perversión
directa en contra de las intenciones defensivas de cualquier cuadro rival.
En tiempos de globalización y donde el éxito de propuestas más corajudas
está siendo "rentable", es común encontrar equipos en los que la
participación en ataque de los laterales sea vital para el buen funcionamiento
colectivo. Esa convicción ofensiva ya estaba plantada en la cabeza de Marcelo
Bielsa hace más de 20 años. Al sol de hoy se mantiene inalterable.
El presente episodio nos remonta al año 2004, precisamente a la Copa
América de Perú. A pesar de no haber conseguido la gesta, Argentina saldría
subcampeona del campeonato continental (ante Brasil) dejando buenas sensaciones
en lo futbolístico. Y uno de los condimentos que ayudó a que el juego
albiceleste se mostrase eficaz y asombroso durante la competencia fue el del aporte
de sus laterales.
Para Marcelo Bielsa, más que inertes laterales, estos jugadores debían
adoptar el rol de llegadores. Aplicar conceptos y tareas para dinamizar el
desarrollo e intervenir en la mayoría de los ataques eran parte de los
principios asignados para los 'hombres banda'. Javier Zanetti, Juan Pablo Sorín
y Clemente Rodríguez (quien disputó escasos minutos durante el torneo)
entendieron el mensaje e intentaron ejecutar cada acción acorde a los
mandamientos del director argentino. En este trabajo desfragmentaremos algunos
de los movimientos y acciones en fase ofensiva de los laterales del equipo de
Bielsa.
El lateral también construye desde
el medio.
En este equipo existían diversas opciones para iniciar la jugada y
trasladarla a metros más cruciales. Entre ellas, la conducción o asociación de
los laterales con jugadores más ofensivos (interiores/extremos) se antojaba
necesaria para no exponer la propuesta a un desarrollo predecible.
Cuando los centrales (Ramón Ayala-Gabriel Heinze) o el mediocentro
(Javier Mascherano/Fabricio Coloccini) no hallaban los pasillos para adelantar
la esférica hacia zonas más favorables, o la dinámica de juego no lo permitía
en el instante, los laterales se hacían dueños del instrumento de juego y
comandaban la dirección de la jugada. Ya sea trasladando (por dentro o por
fuera) o conectando con jugadores más adelantados (interiores, extremos o
propios delanteros), el lateral debía empujar la acción. Dentro de ese empuje,
ceder la continuidad de la jugada a sus colegas atacantes era la opción
principal, añadiendo su compañía permanente cuando el contexto lo permitiese.
Aparecer/romper por dentro.
Dentro de la estructura de un equipo "bielsista", la dinámica
y la sorpresa son dos ingredientes indispensables. La aparición inesperada de
los laterales en el centro del campo o sus arrebatos en conducción hacia esta
zona condicionaron, casi por defecto, los mecanismos de repulsión de los
contrincantes que se enfrentaron al seleccionado albiceleste durante el torneo
continental.
La presencia del lateral en zona de mediocampistas resultó ser una
variante en la construcción muy interesante. Para evitar superposición, el
mediocentro trasladaba su posición a otras latitudes del campo (ocupación racional
del espacio) y la idea era que el jugador de la raya se mostrara como
alternativa para gestar la jugada, proponer más punción al ataque (dado por las
conocidas características de los laterales) y/o mayor frecuencia en la
movilidad. Dañar con dinamismo, la premisa.
Por otra parte, las internadas (desde el carril externo hacia el centro)
de los 'hombres banda' fueron casi indefendibles, no sólo por la calidad de los
jugadores que aplicaban la tarea, sino también por el sentido de la acción; el
estupor que desprendía la jugada desorientaba a los defensores rivales.
Desenfocándonos un poco del matiz principal del análisis, también es
válido comentar los beneficios que suponía cerrar a los laterales durante el
ataque en la Argentina de Bielsa; siendo un equipo que priorizaba la rápida
recuperación de la pelota, si se presentaba una pérdida en zonas centrales, la
ubicación de estos personajes favorecía el contexto para detener los avances
del enemigo y aumentar las probabilidades de recuperar la posesión. Una de las
variables relacionadas con la eficacia en la presión tras pérdida.
El desdoblamiento ofensivo impulsa.
El desdoblamiento, principio táctico eficaz si se coordina en ataque,
estaba presente entre los recursos colectivos que debía manejar Argentina en
tramos finales. Si intentamos definir resumidamente el desdoblamiento ofensivo,
debemos apuntar que es aquella acción donde determinado jugador pasa a ocupar
una zona libre a la espalda de su compañero durante una jugada ofensiva. Con
esta ejecución se busca superioridad numérica por bandas o simplemente añadir
mayor profundidad a la jugada en curso.
Para la propuesta de Bielsa este movimiento era muy importante. El hecho
de que el lateral pasara a gran velocidad al lado del extremo poseedor del
balón dotaba de un ritmo distinto al ataque, además de ofrecer una opción de
pase/continuidad sobre el espacio desocupado por el wing.
Llegadores y finalizadores.
Apelando a mayor sorpresa y conmoción contraria, los laterales de Bielsa
también asumirían roles muy influyentes: debían ser llegadores y finalizadores.
Aunar esta variante táctica a la confección de jugadas ofensivas sirvió para
poner en aprietos más de una vez a los rivales del conjunto argentino.
No es muy común observar ataques de aquel equipo donde la intervención
de los laterales no se presente. Cada uno de ellos cargaba con la
responsabilidad de ser una alternativa más a los avances grupales.
Asociaciones, centros o disparos al marco; la contribución en el último tercio
debía hacerse notar. En esta mínima recopilación de jugadas podemos mostrar lo
mencionado.
Apoderados de una gran dinámica e intensidad para configurar sus
ataques, los laterales de la selección celeste y blanca resultaron piezas clave
dentro de un sistema (4-3-3) que exigía fluidez para someter al resto de
rivales proponiendo un juego de ataque y más ataque.
Aquella Argentina de jugadores como Ramón Ayala, Gabriel Heinze, Carlos
Tévez, Andrés D'Alessandro, Javier Mascherano, Javier Zanetti o Juan Pablo
Sorín, aunque no haya conseguido el objetivo primordial de salir campeón,
derramó una gran cantidad de buen juego sobre los recintos peruanos. Un equipo
que deshilachó intenciones habituales a base de audacia y valentía, inyectado
de conceptos, y al cual no se le puede suprimir el hecho de su osada muestra
futbolística.
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