Por: Luis Suárez (@Luije77)
El ser humano está destinado a trabajar en conjunto.
Los sistemas, de cualquier índole, se componen de piezas que engranan para
lograr una determinada reacción dentro de su espacio o en el momento de motivar
con el fin de producir un cambio en un terreno ajeno. En el fútbol, de las
acciones aisladas solo se rescata la efectividad que tienen para funcionar de
manera esporádica cuando se tiene una falla. La regularidad del funcionamiento
viene de encontrarle a los elementos una razón de ser y un espacio ideal de
interacción que eleve los desempeños personales hacia un equipo sólido.
En ocasiones, a los jugadores se les intenta reubicar
o buscarles una posición donde potencien al resto. Salomón Rondón, desde el
comienzo de su explosión como profesional, ha tenido que bregar como Eliseo en
búsqueda de su hogar. Le ha tocado chocar contra defensores de cualquier
estirpe y, como su recorrido lo dice, ha tenido éxito. Se siente cómodo siendo
el más sacrificado del equipo y yendo a morir en cada cobertura al balón.
Lo ha perseguido el mal de la poca creación. Los
equipos donde ha jugado han sufrido de volumen de ataque; ergo, son pocas las
ocasiones claras en las que se dispone a rematar al arco. La Pizarra del DT
analiza qué pasa cuando Rondón sale del frente de ataque e intenta volantear en
procura de la creación de juego.
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