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“Jonathan, volvés a
Tercera”. Cuando escuchó esas palabras de boca de Jorge
Polilla Da Silva, a Jonathan Rodríguez se le vino el mundo abajo. El mismo
técnico que lo había ascendido a Primera a comienzos de 2013, lo mandaba a
Tercera División debido a problemas personales que el jugador asumía en la
interna del club.
El pibe de Florida no tenía claro qué hacer. En 2010 ya había venido
a entrenar al club del que es hincha pero al poco tiempo se volvió a su ciudad
natal. Un año más tarde, el entonces encargado de las juveniles de Peñarol,
Víctor Púa, se contactó con el técnico del Atlético Florida, Sergio Pardo, para
darle otra oportunidad.
Pardo lo convenció, lo trajo y le dio trabajo en su pollería en
Montevideo. Llegó a la Cuarta División con 17 años desde el Atlético Florida
mediante un acuerdo que le permitía a Peñarol comprar su pase en 7.000 dólares.
Al poco tiempo Rodríguez ya mostraba su capacidad dentro de la cancha. A fines
del 2012 Peñarol pagó los 7.000 dólares para quedarse con el jugador y
enseguida Da Silva lo ascendió al plantel principal.
Pero la decisión de bajarlo a Tercera lo sacudía de nuevo. Para
colmo, sintió que quien lo representaba en ese momento no lo estaba ayudando. Allí fue cuando estrechó el vínculo con el
“Chino” Lasalvia, a quien había conocido al llegar al club.
“Cuando quise acordar pasábamos tres o cuatro horas juntos por día,
comíamos juntos, hablábamos de un montón de cosas”, contó Lasalvia a 180. “El
mérito total de cambiar lo que estaba viviendo fue de él porque fue él quien
pidió ayuda. Mi tarea fue hablarle para que abriera los ojos y se diera cuenta
de dónde estaba y la chance que tenía”, agregó.
Lo que dice Lasalvia lo confirman desde dentro del club. “Lo ayudó
mucho. Le dio una mano, lo aconsejó, le hizo ver que tenía condiciones y que
debía explotarlas”, dijo una fuente del club.
Rodríguez tomó conciencia de que era su último tren. Que si no lo
tomaba se lo perdía. “Hay cientos de
ejemplos de futbolistas con buenas condiciones que no aprovechan su oportunidad
y terminan a préstamo en equipos chicos”, recordó la fuente.
“Jonathan tuvo una reacción muy positiva. Se dejó aconsejar por los
mayores y se encaminó inmediatamente. Mostró otra mentalidad y lo subieron de
nuevo”, explicó el vicepresidente carbonero, Edgar Welker.
El jugador comenzó a demostrar toda su capacidad y un comportamiento
ejemplar. Cuando llegó la hora de firmar contrato, Lasalvia hizo de
intermediario. “Hablé con un dirigente porque soy socio desde hace 15 años, le
di una mano a Jonathan, no soy su representante pero sí su intermediario”, dijo
Lasalvia quien se abrió de la barra hace algunos años.
“Los empresarios en general tienen otras actividades y le derivan a
los jugadores a otros empleados. Si vos convivís con ellos te empezás a dar
cuenta de lo que valen. Eso pasó con Jonathan. Mis consejos fueron más de amigo.
‘Acordate de quién sos, quién está, cuánto vale la familia, cuál es tu
entorno’”, contó Lasalvia.
El ex barra vive de un trabajo que no está vinculado al fútbol.
“Tengo una hija maravillosa a la que amo y tengo que cuidar y alimentar”, dijo.
Sin embargo hay otros futbolistas de las juveniles de Peñarol que se le han
acercado para pedirle consejos y para solicitarle que los ayude a la hora de
firmar contrato.
El 15 de setiembre del 2013 Jonathan se dio cuenta que todo había
valido la pena. Iban 17 minutos de juego en el Centenario. Un pelotazo desde
cancha de Peñarol salió hacia campo de Racing. Con determinación, Rodríguez fue
a pelear la pelota contra dos adversarios. La ganó, escapó de ambos y cedió
para que Luis Aguiar pusiera el 1 a 0. Antes del final del primer tiempo, anotó
el segundo gol de su equipo. En el festejo corrió hacia la tribuna donde estaba
Lasalvia y se achinó los ojos para dedicarle el tanto. “Me sentí el tipo más
feliz del mundo”, recordó el “Chino”.
Hoy a Rodríguez la vida
le sonríe, gracias a un hincha.
Extraído de 180
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