Carlos Domingues (@CDominguesP)
El
fútbol brasileño no anda bien. No sólo por los fracasos en “su” Mundial y en
las competiciones internacionales de 2014, sino también por un cúmulo de
situaciones que se muestran en un campeonato agobiante, incapaz de cambiar su
formato y que es un molino de triturar a jugadores, técnicos, medios y
fanáticos en una extenuante campaña multitorneos.
Hace
apenas un par de años, la bonanza económica del gigante del Sur permitía el
derroche. El advenimiento de la fiesta de la Copa Mundial generó exquisitos
regresos y arrebatarle el mercado continental de lo más granado a México, sólo
sirvió para llenar de joyas (algunas ya desgastadas por el uso) a una casa
equipada con muebles comprados en ventas de garage. El vaivén tradicional de
técnicos es el reflejo más palpable de una realidad formativa deprimida. Allá el
culpable es el técnico y no cómo está conformado (y formado) el plantel. Mientras
el resto de América se acerca a los nuevos conceptos del juego, en Brasil las
canteras siguen apelando al talento individual como premisa para resaltar su
fútbol. Entrenamientos a la antigua usanza, escasa capacitación de los
capacitadores y una obsoleta obsesión por la técnica, están agotando un torneo que
respira con dificultad y que ya ni siquiera es capaz de producir dos Neymares
al año.
Hoy,
el Brasileirão tiene a un gavilán rondando sus polluelos. El nuevo rico fútbol
chino amenaza con cazar todo lo que sobresalga en un torneo que no exhibe las
mismas figuras de hace dos años. Los contados jugadores que destacan, están
entre las cejas de los asiáticos. Ya Ricardo Goulart (figura del campeón
Cruzeiro) y Diego Tardelli han hecho sus maletas hacia el Oriente del planeta,
pasos que seguirían el goleador Fred y, nuevamente, Darío Conca.
La noche sin estrellas
Las
particularidades del fútbol brasileño permiten varios períodos de fichajes. El
actual, el que marca el inicio del año y prepara a los equipos para los
estaduales, ha sido modesto. Quizá el único equipo que ha tirado la casa por la
ventana (haciendo saldo de sus ventas decembrinas) es el campeón Cruzeiro, que
va por todo en este 2015. De resto, pocos equipos han echado mano de las
figuras de los campeonatos de Chile, Argentina y Colombia para reforzarse,
además de no encontrar tampoco legionarios que puedan regresar al país a
incrementar la calidad de los planteles. No hay con qué.
Son
más los nombres pesados que suenan (en igual cantidad para irse o llegar) que
los ya incorporados. Duvier Riascos, Leandro Damião y Georgian De Arrascaeta
(Cruzeiro), Lucas Pratto (Atlético Mineiro), Stiven Mendoza (Corinthians) y un
renacido Julio Dos Santos (Vasco), son las pocas atracciones del mercado de
pases. La vuelta de los subcampeones de la Libertadores 2003, Elano y Ricardo Oliveira,
a Santos, son la muestra fehaciente de las limitaciones que tienen los equipos
para reforzarse.
Hay
pases internos interesantes. El zaguero internacional Edu Dracena dejó el
puerto de Santos para rodar unos kilómetros y aparcar en Corinthians, uno de
los que también ha salido de compras. El también defensor Réver dejó Minas
Gerais por Rio Grande do Sul para firmar con Inter de Porto Alegre, al igual
que el lateral ex Flamengo, Léo.
Son
contados los jugadores que destacaron en el último año cuya estela aún siguen
grandes equipos. Los punteros corinthianos Malcom (Chelsea y Barcelona) y Paolo
Guerrero (Inter de Milán y Sampdoria), el exquisito volante de Cruzeiro Lucas
Silva (Arsenal y Real Madrid) y el seleccionado chileno del Inter, Eugenio Mena
(Boca Juniors) se suman a las figuras que pudieran abandonar prontamente el
campeonato brasileño. Suenan para llegar el paraguayo Oscar Romero (Palmeiras o
Corinthians), el defensor colombiano de River, Éder Balanta (Sao Paulo) y su
compatriota Sherman Cárdenas (Inter de Porto Alegre). Como se puede ver, nada
de lujos. No hay con qué.
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