Víctor Grao (@VictorGrao)
Las tortugas verdes son
criaturas migratorias. Sus primeros años de vida lo pasan en aguas poco
profundas cerca de su lugar de nacimiento, alimentándose de algas marinas y
logrando la madurez para emprender largos viajes en profundos océanos. Luego de
algún tiempo, comienza su proceso migratorio. Los machos buscan los lugares de
apareamiento todos los años, viajando hasta 2500 kilómetros.
Los jugadores sudamericanos
son tortugas verdes, con la diferencia de que no están en extinción. Nacen en
tierras fértiles y pasan sus primeros años en el continente que se adueñó la
CONMEBOL. Deben superar el mismo proceso
de maduración que el reptil cuadrúpedo, hasta que le toca ir a su zona de
apareamiento: Europa.
El problema que sufren las
tortugas en su largo recorrido es fracasar en el intento. Mientras más jóvenes
se van, mayor cantidad de años para aparearse tienen. Misma situación del futbolista
sudamericano, pero lógicamente en otros términos. Los jugadores del continente
descubierto por Cristóbal Colón, tienen una gran vitrina: la Copa Libertadores.
En ella, los habilidosos, los ordenados tácticamente, los goleadores y demás,
buscan demostrar de qué están hechos, para que, del otro lado del mundo les den
el visto bueno y emprender su viaje a las grandes ligas europeas.
Ser joven, debutar y hacer
una buena Libertadores es ganarse todos los numeritos de una lotería. En el
torneo más importante a nivel de clubes de la CONMEBOL, se ven jugadores de muy
poca edad haciendo apariciones y destacando sobre otros de mayor experiencia. Montevideo Wanderers jugó contra Boca
Juniors con una plantilla de 21,5 años en promedio, Zamora FC salió con dos
jugadores de 17 años a enfrentar a Palestino y así muchos ejemplos más.
De hecho, los grandes
futbolistas sudamericanos (o muchos de ellos) que hoy triunfan en Europa,
hicieron su primera aparición con menos de 20 años en la Copa Libertadores:
Alexis Sánchez, Diego Godín, Carlos Tévez, Sergio Agüero, Neymar, Luis Suárez,
Pablo Zabaleta… Por nombrar algunos.
Luego de cruzar el océano,
pasan a disputar la Champions League, la Europa League y las ligas más
prestigiosas. Logran el dinero, la fama y el reconocimiento mundialmente querido,
pero todo viaje llega a su fin. Las tortugas, luego de sus años de
apareamiento, vuelven a la playa donde nacieron, la playa donde vistieron los
colores del equipo de sus amores, igual que los futbolistas, vuelven al lugar que las vio nacer:
Sudamérica.
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