Por Diego Sancho (@SanchoDiegoo)
“Se dice que los madridistas no sabemos perder, y nada más cierto, no estamos acostumbrados a ello (…) uno se acostumbra a ver el fútbol desde un estado de ánimo determinado, y el de los madridistas es un estado de confianza con expectativas de lujo y derroche: no sólo se ganaría sino que cabría el adorno y sobraría algunos goles.” Javier Marías
Javier
Marías, uno de los fanáticos de la casa blanca más lúcidos, ha definido cuál es
la expectativa de sus compañeros de pasión. Esta es la verdadera esencia del Real Madrid, forjada en épocas de Copas de Europa
consecutivas con Alfredo Di Stéfano en la nómina.
Al
banquillo del Madrid ha llegado un entrenador que conoce el estándar que la
grada del Santiago Bernabéu demanda. En
su nómina no está Di Stefano, pero sí algunos los mejores del mundo en su
posición. Al llegar al club, Zinedine Zidane le hizo ver a sus dirigidos por
qué estaban allí. Recordando a la plantilla que el fútbol es un juego y que
la idea es divertirse (y divertir).
Eso
era lo que hacía Zidane cuando jugaba, su pasado blanco lo avala. Cuando llegó a
la capital española supuso un fichaje récord de 76 millones de euros, fue el
más caro de su época. Estos fichajes, que fueron política de gestión del
plutócrata Florentino Pérez, eran conocidos como “los galácticos”. Compartía
vestuario con Beckham, Figo, Ronaldo y Roberto Carlos. Todos ellos eran
titulares en el cuadro merengue por ser diferenciales y especiales, habían
llegado al pináculo de carrera.
Dicen
los equipos se parecen a su técnico en su etapa de jugador. El Madrid adopta
ahora un fútbol de filigranas sofisticadas que asombran a la tribuna. Se adaptó
una forma más pura de juego que con Benítez. Esta finura balompédica se acentúa
con la ausencia de Pepe.
Otra
desaparición notoria tras los primeras horas de Zizou en el banquillo es la de James Rodríguez. En un esquema 4-3-3
en la que los tres de arriba son intocables y la dupla Kroos-Modric se encarga
de progresar el juego, queda un solo puesto para el interior: James o Isco. Por ahora, Zidane prefiere a Isco.
“Quiero tener la posesión y quiero jugar basado en pases
rápidos, en 2-3 toques. La idea es llegar a la portería rival rápidamente (…). Para
defender menos hay que tener más el balón” Zinedine Zidane
La
cualidad fundamental por la que el técnico francés se decanta por el malagueño
en esta posición es por su buen manejo con el esférico. Al tener un tridente
que requiere rotación para llegar con sorpresa al arco rival, necesita un
jugador que retenga la pelota y vea el pase clave a la vez que los de arriba se
mueven. Además que ante una desposesión suele unirse a la línea de presión
ayudando a un repliegue más rápido. Isco calza perfectamente en la dinámica deseada.
El
punto de quiebre viene dado por la lesión de uno de los elementos que mejor
absorbió la salpicadura de confianza de Zidane: Gareth Bale. El galés recibió
la nueva gestión técnica con un hat-trick
al Deportivo La Coruña, mostrando un nivel físico de élite. Su baja sugiere
cambios en el esquema; James recibiría una oportunidad en el once.
La
propuesta de tener a James como interior junto al pivote ofensivamente más directo,
el colombiano cuenta con más libertad de movimiento. Siendo la primera opción
de pase de Kroos por la derecha, es quien hace el vínculo entre la BBC y el
campamento central. Su comportamiento con los de arriba crea sociedades que el
rival no entiende por su movilidad entre líneas. Además que es el mejor rematador
de la media cancha. Su pierna izquierda tiene un
guante, pero también un cañón. Es muy útil.
"El juego no me preocupa, lo importante es mantener
este nivel físicamente" Zinedine
Zidane
Básicamente
Isco y James son buenos efectivos para llevar a
cabo la misión que Zidane desea que se
cumpla en esa posición. La decisión es meramente gusto del entrenador. Este es el desafío más grande en lo que va de carrera
para James Rodríguez. La vuelta de su lesión ha coincidido con el cambio de
técnico, quien dibujó su pizarra con los elementos disponibles desde el inicio.
Si este sistema consigue fluidez, la influencia de Rodríguez seguirá diluyéndose.
Ante
esta calle ciega en la que se encuentra el chico criado en Ibagué, la única
salida es la más madridista posible: brillar. Aprovechar la competencia para
romper el molde que impone el cuerpo técnico y convertirse en pieza inamovible.
Ser otro “galáctico” (costó cinco millones más que Zidane en su tiempo), hacer gala de sus fortalezas con gestos técnicos,
aprovechar su inteligencia posicional para marcar diferencias; en fin, cumpliendo
con lo que pide Marías.
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