Matías Sabini (@SabiniMaty)
Hace más de 50 días que el
club percibe una presencia pesada y con historia en los pasillos de la
Bombonera y Casa Amarilla. Más simple: en todo el mundo Boca. Guillermo Barros
Schelotto, acompañado de su hermano Gustavo, llegó hace casi dos meses al cargo
de director técnico del primer equipo y marca una disciplina que hace mucho no
se vivía puertas adentro.
Más allá de darse un gusto
personal, Daniel Angelici contrató a Guillermo para recuperar el control del
vestuario que tanto ha dado que hablar en Boca y eliminar esos mandos
temporales que muchas veces desvirtuaban el presente en los últimos tiempos con
distintos entrenadores.
Hoy es una autoridad marcada
frente a un grupo de profesionales que se subordinan ante sus órdenes. Los
futbolistas creen en él, factor fundamental para el vínculo jugador-técnico y
para que el producto del trabajo intenso, enérgico y vehemente sea un resultado
positivo a nivel deportivo.
Boca se encuentra con un
técnico que tiene las cosas claras. La misma sencillez y claridad se las
transmite a los jugadores para el futuro del bien colectivo. Durante varios
entrenamientos en el complejo Pedro Pompilio juntó a los jugadores que tenían
problemas físicos y les aseguró que si no se encontraban en condiciones no los
iba a arriesgar. Para todos es la misma valoración. En eso tal vez es
diferente.
Hace poco dijo una frase
rotunda: “En el vestuario mando yo”. No le va a temblar el pulso si tiene que
dejar al margen a algún jugador en especial. Quedó demostrado con Cristian Erbes
y Federico Carrizo, entre otros. El primero por verlo falto de fútbol y
físicamente con algunas dificultades. El segundo, por haberse lesionado y saber
que Andrés Chávez volvió al gol y su rendimiento ha mejorado en las últimas
presentaciones. Como también la decisión de dejar en el banco de suplentes a
Pablo Pérez para el partido de Copa Libertadores, luego de la ridícula e
infantil expulsión en el último Superclásico.
El Xeneize está lejos de
pelear el torneo doméstico y todos los cañones apuntan a intentar conquistar el
continente americano por séptima vez en su historia. Pero más allá de eso, el
equipo comienza a tener identidad. Hoy el juego pasa por la verticalidad, la
presión, la entrega, la actitud y la problemática de la falta de “número nueve”
quedó en el olvido (mientras esperan por el lesionado Daniel Osvaldo) tras el
presente de la máxima estrella del plantel: Carlos Tévez.
Ya arrancaron los octavos
de final. En la jerga fútbolera se dice que la verdadera Copa Libertadores de
América comienza en los “mano a mano”. Puede ser. Boca puede ser campeón o
quedar en el camino. Pero lo concreto es que en el Xeneize hay un logro puertas
adentro que también es importante: la voz (o voces, con Gustavo) de mando y
autoridad que hace tiempo no había. El vestuario tiene un dueño y referente:
Guillermo Barros Schelotto. Boca está bajo control.
Publicar un comentario