Jorge Carrasco Cadena (@Elgranxorxes)
El “gran error” de Ignacio
Ambriz no ha sido su incapacidad de
dirigir a un equipo.
Él y su cuerpo técnico
armaron de la nada a un equipo como Gallos Blancos cuando no existía una
identidad dentro de un club castigado por una mediocridad de más de 50 años.
Al final, salió injustamente
de Querétaro por la puerta de atrás, con una mala imagen por parte de una
afición que jamás se enteró de todo lo que llegó a aportarles y que con todo lo
que les aportó sirvió de base para que ese equipo llegara a su primera final y
que hasta el día de hoy, ese club se beneficia de su legado.
Le aportó una idea de
juego y estabilidad en lo colectivo a un club grande como América desde su primer torneo. Lamentablemente su ‘gran error’ fue minimizando sus
resultados y los partidos claves le estropearon su proceso.
La afición poco pudo
conocer de su forma de trabajar debido al ‘gran error’ y con la presión cada
vez más a cuestas, ni sus números pudieron darle el respaldo deseado.
El ‘gran error’ que ha
cometido Ignacio Ambriz no ha sido evadir la presión y las críticas, puesto que
al llegar a un club tan grande como América,
desde un principio se vio envuelto en polémicas con y sin argumentos, con
muchos desprecios e insultos y siempre le puso “el pecho a las balas” de forma
paciente, creyendo en sí mismo, en su cuerpo técnico y en el trabajo del día a
día.
¿Te
imaginas trabajar en un entorno donde nadie crea en ti y
que hagas lo que hagas, aunque superes en números a tus antecesores y que a
pesar de todo lo que hagas, nunca sea suficiente?
Y que a pesar de todo, ¿Jamás
pierdas la fe y la pasión por lo que haces? Eso para mí es un gran
ejemplo de grandeza.
Tampoco ha sido su “gran
error” el hecho de creer en la gente, puesto que muchos jugadores y
entrenadores le agradecen todo lo que le han aprendido tanto en la cancha como
fuera de ella y que jamás se ha negado a compartir su amplio conocimiento y
experiencia.
Goza de una pésima
reputación por parte de la gente que no conoce su trabajo de lleno (y aclaro,
no es culpa de ellos), pero dentro del
entorno futbolístico se hablan maravillas de él y muchos se han basado en
su metodología para fortalecer sus métodos de trabajo, debido a que siempre ha
tenido la humildad de compartir conocimientos con quien se le acerque.
Los que hemos tenido la
gran oportunidad de trabajar con él, podemos constatar que tiene una
disposición, entrega y compromiso admirables, siempre está dispuesto a
aportarle enseñanza a sus jugadores y en lo deportivo, cuenta con una de las
metodologías más interesantes del futbol mexicano.
Sin duda es un señor
trabajador, muy entregado a su profesión, siempre cercano no sólo al jugador
sino a todo el entorno del club en el que se encuentre.
Un auténtico profesional
mexicano que siempre ha aguantado las críticas pero que sin lugar a dudas ha
cometido un gran error y ese es…
LA
COMUNICACIÓN.
El perfil bajo y hermético
que ha mostrado no le ha permitido que el mundo conozca el gran trabajo que
hace día con día.
Y no estoy diciendo que
necesariamente tenga que gritarlo ‘a los cuatro vientos‘, sino que tenga una
mayor apertura hacia compartir los pequeños éxitos.
Los que tienen poca
memoria, no recuerdan que es uno de los entrenadores con mejores números en la
historia de Gallos Blancos, que con pocos recursos le vino a dar una guía que
le aportará una solidez como institución a base de trabajo y humildad.
O que su porcentaje de efectividad en América supera el 60%, por encima de
sus antecesores Gustavo Matosas, Antonio Mohamed y muy cerca de Miguel
Herrera.
Muy pocos conocen su forma
de ser y de trabajar porque no se ha abierto a que le conozcan más a fondo.
Bien dicen por ahí que “Si pones un huevo, hay que cacarearlo”
porque de no hacerlo, jamás te darás cuenta que en realidad puedes ser “la
gallina de los huevos de oro.”
Jamás ha ‘cacareado‘ que
levantó a un equipo derrotado anímicamente en una de las crisis más fuertes de
un equipo de futbol profesional en México como la de Gallos en 2014, y ayudó
tanto deportiva, como anímica y hasta económicamente junto con su cuerpo técnico
a elementos del Club que no tenían ni para comer.
Siempre se ha interesado
en apoyar al capital humano con el que cuenta en sus respectivos equipos y
nunca les ha dado la espalda. Jamás ha querido méritos y todos los logros
termina dándoselos a sus jugadores y Cuerpo Técnico.
Ha pecado muchas veces de
estar desolado, de creer que él es el último que debe recibir y que mientras
todos estén satisfechos, su trabajo está hecho.
Y lo mejor o lo peor de
todo, es que probablemente lo seguirá haciendo porque simplemente es parte de
su personalidad.
Pero las consecuencias son
evidentes y duras: ‘Ratonero‘, ‘defensivo‘, ‘no transmite nada‘, son uno de los
tantos adjetivos que lo han perseguido durante su carrera como entrenador. La
gran mayoría sin argumentos sostenibles ya que sus números recientes pueden
avalar todo lo contrario.
Y bueno, tomando el
ejemplo de lo que hoy vive Ignacio Ambriz, realmente mucha gente puede verse
identificada, sobre todo en nuestra sociedad mexicana.
Hay ocasiones en que mucha
humildad hace daño y entierra cualidades muy valiosas tan solo por el hecho de
no abrirnos al mundo a compartir todo lo que podemos aportar.
Una moraleja que por lo
menos a mí me deja de esto, es que si eres bueno en lo que haces, haz todo lo
posible por demostrarlo y expresarlo.
Todos contamos con un
potencial impresionante, pero muchas veces el miedo al “qué dirán” termina
restándole mérito a lo que la vida a través de nosotros podemos aportarle a los
demás.
Nos hicieron creer
culturalmente que debemos hacernos menos para no opacar al otro, cuando
nuestros logros pueden servir de gran inspiración para el crecimiento de
nuestro entorno.
¡Que
no te digan que no puedes hacer algo!
Que ‘si compartes lo bueno
que haces serás soberbio o presumido.’
Y esperar a que el mundo
te descubra puede ser muy riesgoso.
Sería una lástima que todo
tu talento se vaya contigo a la tumba.
Créeme, Ignacio Ambriz va
dejando un gran legado en el futbol
mexicano. Solo es cuestión de que se abra a aportar todo su potencial.
Y lo más importante… que él mismo se lo crea.
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