Gonzalo Rodríguez (@Delapingagonza)
Se disputó más de lo que
se jugó. Perú y Ecuador protagonizaron un encuentro en el que predominó el
ímpetu por sobre el juego. Las ganas y la ansiedad por jugar -propias del
contexto- supieron ensimismar a ambos conjuntos, como también darnos un
espectáculo táctico, mas no técnico.
Un partido previsible
A juzgar por las alineaciones
iniciales, se pudo intuir que Gustavo Quinteros buscó en su doble pivot
(Quinteros-Noboa) el inicio de su propuesta ofensiva, pues al lado de ellos se
posicionarían Enner Valencia y Jefferson Montero, dos extremos que por su
ubicación en el campo obligarían a la zaga peruana a mantenerse estirada.
En el caso ‘blanquirrojo’,
se preveía una selección con pretensiones muy ofensivas. Tanto Cristian
Benavente como Edison Flores son dos jugadores que saben generarse espacios a
partir de su velocidad y su talento, mientras que Yoshimar Yotún y Renato Tapia
conforman una dupla de mediocentros que con su sola presencia ofrecen garantía
de pase limpio. Además, se erigirían como anclas/sostenes del equipo en
transiciones de defensa a ataque (específicamente contraataques) o cuando Perú
se adueñara del balón en campo contrario.
Sin embargo, ‘del dicho
al hecho hay mucho trecho’. El fútbol desplegado en este enfrentamiento fue
bastante distinto al que las alineaciones iniciales predicaban.
Perú –aunque tenuemente- buscó presionar la salida del conjunto ecuatoriano en ¾ de cancha; sin embargo, una
vez que los norteños pasaban el mediocampo, los dirigidos por Gareca sí trataron
de encasillar a su rival a partir de el hostigamiento de quien tuviera el balón
y la eliminación de sus opciones de pase.
Leyenda:
Situación en la que Noboa tiene la posesión del balón.
|
Ecuador, por su parte, y con las
limitaciones conocidas, optó por dos caminos que finalmente llevaron al mismo
destino: la apertura del campo con Montero y Enner Valencia para que tras un
desborde asistieran a Caicedo o el 'balonazo' largo con doble escala, la
primera en la cabeza del propio Felipao (un pivoteo) y la segunda en los pies
de los extremos, quienes, a su vez, trataron de buscar de nuevo al delantero.
Es así como los roles de Benavente y de Flores pasaron a ser
claves.
Despliegue táctico
Tanto Flores como Benavente completaron una producción
ofensiva pobre y vaga. Salvo un par de escapadas del peruano-español, las pocas
que tuvieron no fueron fuente de peligro para la selección ‘tricolor’; no
obstante, el recorrido realizado junto al perfecto entendimiento del
escalonamiento defensivo y de la permuta son para resaltar.
Ambos extremos comprendieron que para ganarle a Ecuador
había que reducir lo más que se pueda sus opciones de progreso. Como dije
anteriormente, la estrategia de los dirigidos por Quinteros siempre involucró por
lo menos una ‘escala’: Enner Valencia o Jefferson Montero.
Cada vez que Noboa o Quiñonez tenían el balón era necesario
que el extremo de turno se acercara y buscara que recuperarlo, si el mismo
llegaba a pies de los ‘wingers’ ecuatorianos serían los laterales quienes
ocuparían el cargo de principales marcadores, sintiéndose respaldados por el
rápido retorno de sus volantes –ya superados-, quienes durante los 90’ los
permutaron de esa manera.
Por tanto, la lectura de Gareca que se materializó en el
trabajo de sus extremos fue –en mi opinión- la clave para que Perú pudiera
sostener los avances ecuatorianos y, por ende, el empate, para tentar, a partir
de ahí, una victoria.
En consecuencia, creo que es mérito del ‘Tigre’ explotar las
virtudes de Benavente y Flores, pero de manera inversa. Velocidad y despliegue
(en este caso repligue), pero con vocación defensiva.
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