Por: Gustavo Laguardia (@AKD_GustavoL)
Desde mis
tiempos de estudiante de filosofía en la Universidad hasta el día de hoy he
caminado con la premisa ‘heideggeriana’ que dice “desde que nacemos ya
somos demasiado viejos para morir”, sin embargo, aun aceptando como
verdadero este pensamiento de Heidegger anunciador de que biológicamente somos “un
ser para la muerte”, me sigue doliendo tremendamente el alma cada vez
que sucede, mucho más aún, cuando tiene que ver conmigo, con las cosas que me
gustan, con mis pasiones y con aquellas opciones que hice, hago y haré.
Por otra parte, en una especie de traición a mí mismo, me aferro como un loco a
la provocación de Epicuro de que “la muerte no existe, porque cuando yo
estoy ella no viene, y cuando ella viene, yo ya no estoy” Pero la
muerte existe de la manera más cruda al modo de Heidegger y no existe de la
manera más absurda al modo de Epicuro. Entonces, no es la muerte, sino lo que
me pasa y nos pasa con la muerte.
Los humildes jugadores del Chapecó nos gambetearon a todos. Los vimos pasar, no
atinamos a nada…; solo un jugador de San Lorenzo intentó pararlos con un gol
del último minuto, de ese gol que te deja afuera de todo, del partido final y
del viaje al escenario de la gloria o el fracaso. Pero la pelota no entro…
La pelota no entró o no quiso entrar o no hubiese entrado nunca. Los unos se
volvieron a su país. Los otros celebraron el pasaje a la final. Y entonces nos
pasó lo que nos pasó: angustia, dolor, tristeza, solidaridad, esperanza y amor.
Porque no es la muerte, sino lo que nos pasa con la muerte.
Los humildes jugadores del Chapecó nos gambetearon a todos, entraron al arco
con pelota y todo, y salieron campeones. Nos enseñaron que se vive para
disfrutar lo que se hace y que se hace para ser feliz. Que ser feliz tiene que
ver con otras cosas que están más allá de si la pelota entra o no entra; que
ser feliz tiene que ver con el sentido que se le dé a esa circunstancial
pelota, incluso aquella que atajó el arquero en el último minuto, la pelota del
resultado final…
Hoy nos pasa con la muerte la conmoción, la angustia, el dolor, la tristeza y
el vacio del absurdo y el sin sentido. Pero también nos pasa la solidaridad, la
generosidad, la empatía, la solidaridad, la esperanza y el amor. Hoy nos pasó
una tragedia e inmediatamente la final cambió de sede, de Medellín se trasladó
al corazón de todos los pueblos de América y del mundo. Hubo un legítimo
ganador y se llevo la gloria y la pelota.
Publicar un comentario