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Por: Luis Suárez (@Luije77)

Dos entrenadores en el Premundial, jugadores con presente en Sudamérica, Norteamérica y Europa, terrenos variantes y condiciones climáticas para generar en  el oponente sensación de calor, frío y humedad de día o de noche. Todo ha variado para Venezuela rumbo a Rusia 2018. Aun así, la premisa del cambio para la generación de nuevos resultados ha decantado en la misma dirección para la Vinotinto: Derrotas y eliminación en las opciones mundialistas. Son diversos los escenarios analizables, pero mucho de ello se han cansado de escribir todo tipo de optimistas. La actualidad del país hace reflejo en el único ítem que unía 30 millones de personas. El escenario es oscuro para Venezuela.  

Últimos factores presentes:

En la primera fecha FIFA del año para el equipo de Rafael Dudamel, la actualidad de los convocados era presagio claro. Hablando solo de los dos jugadores con más peso internacional y experiencia: Salomón Rondón no había anotado en todo lo que había corrido del año 2017. Tomás Rincón no ha logrado ser protagonista en la Juventus y solo disputa, a veces, el ocaso de los partidos. El resto de la plantilla se compuso de jugadores con poco rodaje, pero mucho talento. El recambio llegó, pero tampoco ha sido una manera de oxigenar el enfermo terminal. Por escasos momentos, le ha dado una bocanada de aire, más por intuición que por planes trazados.
Sin embargo, las estigmatización de la derrota creó un grupo acostumbrado al fracaso.

El fútbol es un estado de ánimo y quien focalice mejor su talento e inteligencia,en conjunción con el presente, tiene la mayor cantidad de posibilidades de salir ganando. Por ejemplo, allende al presente turbio de la Selección Argentina, la noticia de la suspensión de Lionel Messi previo a jugar en la altura de La Paz terminó por hundir las aspiraciones a una victoria. 

El tema es digno de un análisis psicológico y sociológico. ¿Qué hacer cuando se tiene un talento distinto y no funciona como la mayoría lo quiere? Venezuela viene de clasificar al Mundial Sub 20 de Corea -estuvo muy cerca de avanzar al Mundial Sub 17-, algo que no lograba desde la generación del propio Rondón, quienes fueron al Mundial de Egipto 2009. Entre el último recuerdo mundialista y el próximo campeonato en tierras asiáticas se ha construido una camada particularmente talentosa con el balón en los pies.

Propuesta ciega y desorientada


A quienes más sonriente les ha resultado el destino han visto minutos vestidos de vinotinto. Hoy por hoy, la propuesta de juego no es clara. Con jugadores favorables a la asociación, Venezuela no ha logrado tener tener efectividad de cara al arco. El problema trascendió las ecuaciones confusas e inútiles. Con el 4-2-2-2, 4-2-3-1 o el 4-2-2, nadie sabe qué hacer. Los optimistas han rescatado ciertas cosas, extrayendo lo efímero desde ráfagas de buen juego circulantes durante 10 o 15 minutos de partido.

En el arco parece que no hay problemas tan graves, a pesar de la cantidad de goles encajados. Eduardo Galeano solía decir que el portero es el aguafiestas del fútbol. Wuilker Faríñez promete acabar con toda celebración, siempre y cuando tenga como escudo una defensa que dé garantías, al menos, de no equivocarse ella misma en procura del progreso ajeno, tal como pasó en el pésimo salto de Mikel Villanueva previo al golazo de tiro libre de Alexis Sánchez. No se requieren santos o milagros, sino la confianza de un equipo sólido. La culpa no recurre en uno, sino que es ocupación de los cuatro que habitualmente usa Venezuela. La altura de los zagueros no es una virtud. Por momentos parece una desventaja. El lateral derecho, uno de los puntos fuertes del pasado reciente, no tiene ocupante, pero sí transeúntes opuestos. El lateral izquierdo sigue en la búsqueda de El Elegido, que por momentos no parece haber nacido todavía.

El medio sector se aflige por la baja actualidad de Rincón y la inestable presencia de un compañero que parecía ser Arquímedes Figuera. A veces se corta, a veces se construye. El a veces es tan inconstante como los ocupantes de los puestos. La creación, increíblemente, intenta levantar. Más por empuje que por propuesta, Venezuela crea ocasiones de gol porque Rómulo Otero es un genio solitario y Jhon Murillo tiene más hambre que un león africano. El foco de sinergia que se halla entre las 11 piezas del sistema es desperdiciado por un ataque tan estéril como frustrado por su propio accionar. Venezuela se ha convertido en la Selección capaz de recibir una remontada épica y nunca levantar cabeza luego de estar abajo en el marcador.

El mal comienzo de Eliminatoria fue un coletazo que no ha dejado de acumular víctimas durante más de dos años, incluyendo la Copa América Chile 2015 y el espejismo de la Copa América Centenario. Lo que genera mayor incertidumbre es que no se vislumbra un plan de emergencia para contener y rearmar el planteamiento luego del comienzo del desastre. Rusia 2018 está tan lejos para la Vinotinto como todo lo que se aproxime. No se sabe cuándo parará el lluvia, incluso cuando ya derrumbó el rancho sin piedad alguna. Sigue jugando mal de local o visitante. Los momentos de buen juego pueden llegar durante los primeros 10 minutos o en la última decena, porque no hay un libreto. Venezuela había logrado revertir el terrible historial futbolístico con asociaciones, primer lugar, y luego con orden defensivo. Ambas facetas, quedaron en el recuerdo de un cúmulo de personas.

Consecuencias extradeportivas


Históricamente, el deporte ha sido vía de distracción y motivación para países que atraviesan situaciones delicadas. En la Italia de los años 30 del Siglo XX, el régimen fascista de Benito Mussolini vio el hecho de organizar un Mundial de fútbol como una inteligente manera de legitimación. Así, con descaradas ayudas arbitrales y un país en vilo por ver al combinado nacional que terminó venciendo con el gol de Angelo Schiavio, el panorama cambió temporalmente. En pleno período dictatorial de José Rafael Videla, Argentina ganó un Mundial de fútbol polémico (sobre todo por el inolvidable encuentro contra Perú). Sin embargo, en estos casos, las desilgualdades sociales parecen transformarse y resultar una masa homogénea en pro del goce nacional. La pelota y el pasto siempre surgen 
como la mejor medicina para darle motivos de alegría a países que parecen haber perdido todo, como Venezuela. 

Hundidos en la tristeza de verse en el fondo de la clasificación, los más al norte del sur deben lidiar con otros problemas, incluso más graves. Asesinatos con sabor a impunidad en las calles se conjugan con la puesta en escena real de Hunger Games. No importa la edad o la condición social, si viste caer a la Vinotinto 3-1 en Chile o empatar a 2 con Perú luego de ir ganando 2-0, al otro día debes levantarte para emprender una búsqueda detenida y angustiante por comida. La efímera alegría de ver ganar a tu país algo simple llena de ilusión los corazones de gente golpeada a diario. Ni siquiera el beisbol juntó tanta gente en Venezuela como lo hizo la Vinotinto cuando estuvo muy cerca de acudir a Brasil 2014, pero Bolivia en La Paz y Uruguay en Puerto Ordaz le quitaron el sueño. Fue el comienzo del quiebre. Nunca más se volvió a juntar el rompecabezas.

Al sonar de las malas noticias, siguen llegando otras. Un país que presume de ser beisbolero -aunque quien escribe este artículo asume la responsabilidad de decir que el fútbol sobrepasó al beisbol en aceptación, práctica y preferencia-, tuvo que verse humillada también en el Clásico Mundial de beisbol, después de ser objeto de burla internacional por la vergonzosa e improvisada participación de Adrián Solano en el mundial de esquí. El éxito deportivo tiene una relación directamente proporcional

al orgullo de una nación. Mientras la Selección de Puerto Rico compitió hasta la final del reciente Clásico Mundial, los índices de inseguridad bajaron en la isla del encanto. Cuando Islandia dio la campanada en la Eurocopa 2016, los más de 300.000 habitantes del pequeño país europeo dijeron a todos que ellos son más que la presencia de Eiður Smári Guðjohnsen en Chelsea y Barcelona. Somalia, una excolonia italiana e inglesa devastada por la guerra civil, tiene un arraigo total por el fútbol en 90% de la población. En el caso del balompié en particular, no solo mejora estadísticas, sino que desata emociones y canaliza miedos.


Es común que los episodios que conlleven una responsabilidad se realicen de mejor manera cuando no hay la presión de jugarse algo. Venezuela tiene bastante tiempo eliminada –no solo de la clasificación al Mundial-, pero los malos resultados y el pésimo desempeño colectivo no desaparecen. La luz al final del túnel se quedó sin baterías.  

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