Diego Baquero O. (@DiegoBaco23)
El
13 de octubre del año pasado, éramos varios los que salíamos del Metropolitano
de Techo, bajo un torrencial aguacero y con cuatro goles de Atlético Nacional a
cuestas. Días atrás, la eliminación había sido en Paraguay a manos de Cerro
Porteño en la primera fase de la defensa del primer título sudamericano de la
historia del club. No había ilusión y siendo eliminados de la Copa Colombia y de
la Copa Sudamericana a Independiente Santa Fe solo le quedaba la Liga Águila II.
En ese momento, el equipo no daba garantías como para creer en un posible renacer.
Sin embargo, dos meses después, el Nemesio Camacho ‘El Campin’ celebraba a
rabiar el noveno título liguero.
Con
ello, el 2017 empezó en alza. Se mantuvo la base del equipo campeón y la
llegada de jugadores como Denis Straqcualursi, Johan Arango, Damir Ceter y
Carlos Henao ilusionaron al hincha cardenal. Además, el semestre comenzaba con
la obtención del título de la SuperLiga y con casi el mismo once titular que
venía de ganar la novena en diciembre y con un invicto que alcanzó las 19
fechas y un record de imbatibilidad de más de 700 minutos.
Y
cuando todos pensábamos que estábamos en presencia de un equipo consolidado
todo se derrumbó. Y es que cuando la estructura de un equipo de futbol no cede
al momento de perder un jugador por lesión o suspensión, es porque hay un
equipo de verdad y no una suma de individuos: al parecer, Santa Fe no tenía un
equipo. La lesión de William Tesillo el 16 de marzo marcó el comienzo del fin.
Empezaron
entonces las dudas y el timonel argentino se la jugó por mantener la línea de
tres defensores. Y en ello no duró más de cuatro partidos más ya que finalmente
Costas se decidió por la doble línea de 4 con la que terminaría el semestre. En
resumen, utilizó 14 veces la línea de tres y 14 veces línea de cuatro: el saldo
fue el mismo: 5 partidos ganados, 5 empatados y 4 perdidos con cada módulo
táctico.
Sin
darse cuenta y con el pasar de los partidos Santa Fe perdió su principal arma:
la solidez defensiva. Durante los primeros 11 partidos del campeonato, solo
recibió tres goles en contra. Pero a partir del partido 12 y hasta el 28 (el
primero sin Tesillo) recibió 23. Al final, encajó casi un gol por partido (0,92)
y además, de esos 26 goles en contra, casi el 40% fueron en los primeros diez
minutos de cada tiempo. ¿Salían del vestuario muy desconcentrados? Frente a la
titánica tarea de remontar un resultado (empezó perdiendo 11 partidos y solo
logró remontar uno y empatar dos) Santa Fe se volvió un equipo endeble que a
contramano de su déficit defensivo debía mejorar en ataque, ¿no?
Tampoco.
Ante la fragilidad defensiva, el ataque emergía como la única alternativa capaz
de contrarrestar las flaquezas defensivas. No obstante, la versión 2017-I de
Santa Fe obtuvo un pobre promedio de 0.89 goles por partido. Solo en nueve de
los 28 partidos marcó alguno de los delanteros y solo Arango, sin ser delantero
de área, marcó tres goles. Los demás atacantes no superaron los dos tantos.
Además, en solo seis partidos de los 28 jugados a lo largo del semestre, Santa
Fe logró marcar dos o más goles (En una ocasión marcó tres y en las cinco
restantes dos). Osorio Botello, uno de los pocos delanteros de área que pueden
decir que salieron campeones con Santa Fe, fue el más extrañado a pesar de que
algunos sectores de la hinchada durante al año pasado no lo valoraban y por su
parte, para el semestre que acaba de terminar, pedían a gritos la titularidad
de Straqcualursi, quien si no tuviese pasaporte argentino hubiese sido
rápidamente desprestigiado por la hinchada debido a sus flojas
actuaciones.
El
funcionamiento del equipo, en cabeza de Costas, no fue el mejor. Nunca tuvo un
plan de juego definido tras la lesión de Tesillo: con él lo tenía, lo ejecutaba
a la perfección y por ende jugaba muy bien, aburriendo a algunos, pero ganando.
Una vez cayó el defensa central, Costas empezó a perder el rumbo y nunca lo
recuperó.
Sin
embargo, el mensaje final de Gustavo Costas ¿a
la dirigencia o a sus propios jugadores? fue que, quedándose afuera de los
dos torneos, Liga y Libertadores, y jugando de local en El Campin, solo hizo
dos cambios en cada partido. ¿No había alguien en el banco capaz de cambiar la
historia para usar el tercer cambio en dos partidos que Santa Fe tenía que
ganar sí o sí?
Para
algunos tener personalidad y huevos
es pegar patadas y tirarse al piso a trabar una pelota para que bajen los
aplausos de la tribuna. Para quien escribe, es pedir la pelota una y otra vez,
equivocarse y volver a pedirla. La imagen de los dos últimos juegos, con todos
los jugadores ofensivos de Santa Fe detrás de los marcadores rivales esperando
un milagro en forma de pelotazo de alguno de los dos centrales del equipo
muestra que, tal vez, el plantel que esta vez sí confeccionó Costas (o eso nos
hicieron creer) no estaba a la altura del escudo que llevaban en el pecho. Y
tal vez por eso, el argentino se guardó el tercer cambio en los dos partidos
más importantes del semestre.
Sumado
a la falta de personalidad y huevos,
estuvo presente la falta de compromiso de, por ejemplo, Johan Arango a quien
misteriosamente se le retrasó un vuelo de la ciudad de Cali y llegó con una contractura
en un isquiotibial en vísperas de los dos partidos definitorios del semestre
frente a The Strongest y Alianza Petrolera. Antes, en la semana previa al
primer clásico frente a Millonarios, también se había lesionado
enigmáticamente. Lo que no deja de llamar la atención es la protección mediática
a una de las apuestas de Cesar Pastrana. La versión oficial fue y será que se
lesionó. ¿De verdad va a continuar para el siguiente semestre?
Ahora
bien: si solo evaluásemos resultados, se tendrían que ir todos los Directores
Técnicos, menos uno. Gustavo Costas ha mostrado más de una vez su enorme
capacidad táctica y de trabajo: los títulos alcanzados por él hablan por sí
solos. Debe continuar en el banco de Independiente Santa Fe, ojalá por muchos
años, pero aprendiendo de los errores cometidos durante el primer semestre del año.
Además, lo más importante es que debe seguir al frente del club haciéndole
saber al honorable Presidente Pastrana que está dejando pasar una oportunidad
histórica de no solo llegar sino mantenerse en lo más alto, porque a éste Santa
Fe ya no le basta con participar en los torneos: ahora los compite y los gana.
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