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Javier Parra (@_JavierPP)

El fútbol venezolano está cambiando. Más allá de la diversidad de campeones que terminan levantando los trofeos, a nivel estilístico se están rompiendo diferentes paradigmas.

El argentino Nicolás Larcamón, ex entrenador del Deportivo Anzoátegui y actualmente en el Deportivo Antofagasta de la Primera División de Chile, expuso un concepto para definir cómo se jugaba en Venezuela en su momento. “En Venezuela, luego del paso exitoso de Farías como entrenador de la Selección, hay una valoración muy marcada por dejar el arco en cero, con dos líneas de cuatro que achican hacia atrás”.

Larcamón dio en la tecla. La época de César Farías en la selección marcó un antes y un después en la manera de apreciar el fútbol de los venezolanos.

Los entrenadores terminaron imitando esquemas y planteamientos utilizados en aquella Vinotinto. Pero, más allá de demostrar un crecimiento, terminó estancando a los entrenadores criollos quienes se encasillaron en una sola idea futbolística que terminaba arrebatándole la libertad a los jugadores habilidosos que necesitan tener la pelota con ventajas para marcar la diferencia. Esos que maravillan al público con sus actuaciones.

El juego directo, con el uso excesivo de los balones largos a los delanteros “grandes”, desarticulaba a los jugadores que, con la gambeta y su capacidad para desequilibrar, marcan la diferencia.

Otro que se atrevió a analizar de manera global cómo se juega en Venezuela fue el entrenador español Alex Pallarés, actualmente en el Atlético Venezuela, quien afirmó que la “gran mayoría de los equipos criollos apuestan por el uso de rápidas transiciones defensa-ataque una vez recuperada la titularidad del balón”.




Más allá de tocar un concepto diferente a Larcamón, el entrenador español también dio en la tecla. En el fútbol venezolano eran escasas las pausas y las posesiones largas de pelota. Todo pasaba de área a área con una ferocidad tremenda y las transiciones estaban a la orden del día. Quien consiguiera dominar mejor las dos áreas sería el ganador del partido.

Un estilo de juego que, a nivel sudamericano, no sirve para competir ante los mejores debido a que la Copa Libertadores se juega a un ritmo más pausado y con un proceso de construcción más elaborado dándole un aporte mayor a los mediocampistas tanto de primera como de segunda línea.

Pero con la llegada de entrenadores extranjeros de calidad (Julio Cesar Baldivieso y Santiago Escobar) y la continuidad en los procesos de los directores técnicos criollos más capacitados (Jhonny Ferreira, Juan Domingo Tolisano, Noel Sanvicente y Leo González) se ha producido un cambio en el estilo criollo plasmado en los conjuntos que terminaron peleando más arriba el campeonato.

Una manera de jugar donde la zona de volantes, más que ser solo una franja para recuperar la pelota o un obstáculo para llegar al área rival, se ha transformado en una zona para gestionar el juego, generar mejores oportunidades de gol y encontrar con ventajas a los jugadores desequilibrantes.




Los esquemas, más allá de ser un simple punto de partida táctico, se han adaptado a esta corriente y ahora se construyen con el fin de ganar, con superioridades numéricas y posicionales, en el medio sector: Laterales formando triángulos con los volantes creativos, Centrales apoyando a los volantes defensivos y Delanteros en su mayoría utilizados como apoyo para pivotear y posicionar el equipo más cerca del arco rival, apoyando a los volantes con sus retrocesos.

Carabobo FC, Mineros de Guayana y Monagas Sport Club son los equipos que promueven una idea más asociativa dentro de la Primera División criolla. Una corriente más posicional que le ha entregado más variantes tácticas a los conjuntos criollos que ya no ven en las transiciones el único camino para defender, construir y atacar. La diversidad de ideas y multiplicidad de conceptos, que aporta una mayor capacidad de adaptación a las diferentes circunstancias del juego, le han aportando un crecimiento al fútbol venezolano, que está cambiando. Poco a poco pero lo está haciendo.





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