Víctor Grao (@VictorGrao)
Mauricio Pochettino es el
central con más expulsiones en la historia del Espanyol de Barcelona. Era un
marcador férreo y sin demasiada sutileza. Quizás hasta algo tosco, pero que
transmitía una confianza a la zaga como pocos. En su llegada a España con 22
años, luego de su paso por Newell’s se autodenominó con la prensa: “puedo jugar
en zona o como marcador además me gusta subir al ataque. Soy fuerte, pero nunca
voy con mala intención”.
Resulta irónico, por sus
características como jugador, que su Southampton y Tottenham le den un trato
tan bueno el balón. La salida desde el fondo y las transiciones harían parecer
a Pochettino como un volante creación en su época como jugador.
Contó para una entrevista
con El País que en el túnel del estadio, una vez un jugador mencionó: “Empecemos
jugando, sí, ¡pero después de los cinco primeros minutos todos los balones al
siete y al once [pelotazos a los extremos para que corran y centren]!” Me di la
vuelta (Pochettino) y dije; “¿Qué siete y once? ¡Me cago en la leche, acá
jugamos desde el primer al último balón!”.
Y es que es así, el mismo
central férreo que lo caracterizó, también era un jugador pensante. El no tener
las condiciones físicas para ser más limpio en el juego no le hacían no intuir
en un fútbol organizado. Y es que, entre otras cosas, esto fue lo que lo hizo llevar
a la cumbre del Espanyol: su forma de ver al fútbol.
Pochettino es de los pocos
entrenadores que negocia por sí mismo. No tiene representante que se reúna por
él. En él reside la toma de decisiones, las extensiones de contrato y las rescisiones.
Un tema álgido, pero que, como sus clubes de fútbol, lo lleva con orden y una
filosofía de ser integral.
Así como dice que nunca
dirigirá al Barcelona por valores intactos que tiene desde casa (por ser parte
de la historia del Espanyol), también cree que hay vínculos que se hacen con
los jugadores más allá de la cancha: “Un futbolista, antes que futbolista es
persona y cundo logra crear ese lazo, se forma el respeto y la unión para el
grupo”.
Parte de ese respeto
creado en su plantel viene desde el reclutamiento que realiza: de apoyar las
canteras en sus clubes y de seguir jugadores jóvenes para reforzar las bases en
los primeros equipos. En su momento, así fue como llegaría a Newell’s. De la
mano de Marcelo Bielsa y Jorge Griffa que le vieron. Fueron a casa de sus
padres y conversaron con ellos, mientras Mauricio dormía.
Ese momento tuvo que
sentar una base en él. Realizó las inferiores en el leproso y debutó de la
misma mano de Bielsa, donde con 18 años comenzó a forjar una carrera de
aplausos.
Pero ese día que Marcelo
Bielsa y Jorge Griffa tocaron su puerta le marcó más allá. Pochettino es
incluyente con los jóvenes, que dista de seleccionarlos al azar: “Soy exigente.
A los jóvenes no les regalo entrenar o debutar con el primer equipo. Se lo
tienen que ganar. Nosotros tenemos que detectar que haya ese talento o esa
capacidad”, retrata en una entrevista con El País.
Así como en su momento
Luke Shaw o Ricky Lambert que les dio la confianza y fueron en franco ascenso,
también existe un trabajo de seguimiento a talentos externos.
En una entrevista con
Espacio Reservado, contó sobre la primera vez que vieron a Dele Alli: “Cuando
lo vimos jugar fue en un partido que todos recuerdan, Milton Keynes Dons, un
equipo de la League 1 le ganó 4-0 al Manchester United. Nos quedamos
enamorados. Un jugador de 17 años que jugaba con mucha personalidad. A partir
de allí seguimos su evolución y cuando llegó al club se adaptó rápidamente”.
El buen juego, conjunto a
la juventud de los equipos del “hispano-argentino”, como le conocen en
Inglaterra, han hecho que sea un entrenador a seguir de cerca. Su manera de
revivir a un equipo como Tottenham para lograrlo competitivo podría venir de
una frase que le dijo Bielsa en su época de jugador: “El día que usted entrene
debe hacerlo como usted sienta y no como los demás creen que debas actuar”.
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