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Alejandro Farffann

La globalización del fútbol en las últimas dos décadas puso en el mapa de países exportadores de talento futbolístico a naciones que antes no lo eran, y los países que ya eran exportadores multiplicaron de manera exponencial sus ventas hasta agotar el recurso de alta calidad.

Antes era casi imposible ver fracasar a un argentino o un brasileño que fichaba por un club europeo, hoy es cosa de todos los días. Hay Biglias, Cavenaghis, Di Santos, Chori Dominguez, Robinhos y Nilmares por todos lados.

Todavía vive fresco en mi memoria el recuerdo de la transacción de Faustino Asprilla al Parma de Italia por 4 millones de dólares en 1992, una cifra increíble para el mercado colombiano, que hasta ese momento contaba en los dedos de las manos los jugadores que había exportado con éxito. Hoy sale un jugador colombiano a la semana para cualquier parte del mundo y Falcao vale 70 millones de dólares.

El mal necesario de los agentes infestó los mercados sudamericanos que hasta ese momento eran desconocidos en Europa y comenzó el frenesí de transacciones masivas de futbolistas paraguayos, venezolanos, peruanos, chilenos, ecuatorianos y hasta bolivianos al exterior.

Hoy un jovencito que anota media docena de goles en un torneo sudamericano que dura cinco meses, emigra a cualquier parte, buscando 'asegurar su futuro', aunque esta aventura termine costándole muy caro al nivel del fútbol de las ligas sudamericanas y a un alto porcentaje de estos jugadores inexpertos e ignorantes que se dejan seducir por las tretas de los representantes, que son los que se quedan con la tajada grande de este mercado mercenario.

El trampolín argentino



Argentina fue el puerto de desembarque inicial, en algunos casos Brasil también sirvió como trampolín a Europa, que a su vez utilizó en la mayoría de los casos, la figura del préstamo a ligas menores durante un par de temporadas, para cerrar un proceso de selección y adaptación, en el que sólo algunos sobrevivían.

En apenas un lustro, Argentina y Brasil dejaron de ser trampolín y los clubes europeos comenzaron a contratar directamente a los talentos sudamericanos, cada vez con menor edad. Antes, para que un futbolista sudamericano llegara a un club de media tabla de una liga europea, tenía que demostrar en un torneo importante del cono sur o en la Copa Libertadores, suficiente capacidad y durabilidad durante varias temporadas, para ser tenido en cuenta.

Cuando un jugador sudamericano, en especial argentino, brasileño o uruguayo, salía a Europa, había cumplido con requisitos de alto rendimiento y un tiempo prudencial en su club, y ni hablar de un profesional de un país de menor envergadura histórica en Sudamérica. Cuando Nolberto Solano pasó de Sporting Cristal a Boca Juniors, tenía siete temporadas encima como figura del torneo peruano y del seleccionado de su país, para completar tuvo que ser ídolo en Boca para marcharse al Newcastle. En Sudamérica había ligas de altísima competencia y ganar una Copa Libertadores era una labor titánica.

Puerta a lo desconocido



La crisis definitiva para el fútbol que consumen los sudamericanos en sus estadios llegó con la apertura de los mercados poco tradicionales, China, Corea, Japón, Egipto, Australia, los países de medio oriente. El auge del fútbol en los cinco continentes,  y el alto poder adquisitivo de estos países, sumado a la imposibilidad de los clubes sudamericanos para competir en la escala salarial con este flujo de nuevos capitales y a la labor siniestra de los representantes, terminaron por romper definitivamente la calidad de las ligas en Sudamérica.

Desafortunadamente un alto porcentaje de estos nóveles que partían con ilusión a hacerse millonarios en un par de temporadas, terminaban abandonados por sus agentes y sufrían el incumplimiento de los clubes que les habían asegurado el esplendor. Las dificultades culturales, el idioma, el clima, atentaban contra la poca preparación que tenían estos jóvenes talentos y terminaban por perder el clima de sus carreras, deambulando entre ligas sin categoría y perdiéndose para el fútbol.

México y la MLS, el paraíso del ocaso



Los mercados norteamericanos se convirtieron rápidamente en la solución perfecta para los que aprendieron la lección de los mercados desconocidos y encontraron en estas dos ligas un refugio perfecto para hacer dinero y no regresar a sus países de origen. Los salarios que paganla liga mexicana y la MLS son de lejos superiores a los que ofrecen las ligas sudamericanas y los futbolistas que encuentran la opción de establecerse en México y Estados Unidos terminan por no regresar a su tierra para aportar su talento y experiencia.

La triste realidad


Los medios enfocan sus flashes en los jóvenes sudamericanos que triunfan en las ligas más importantes del mundo, pero olvidan que por cada James Rodríguez, Di María, Messi o Ronaldinho, hay cientos de jugadores que perdieron sus carreras y terminaron abandonados por el fútbol sin seguridad social y sin posibilidades debido a la degradación de la profesión. Y que en el mejor de los casos, nunca tuvieron la oportunidad de figurar en la alta competencia teniendo el talento para hacerlo.

Es fácil tomar un adolescente sin recursos económicos y sin un sistema de protección deportivo y gubernamental, y llevárselo a cualquier rincón del mundo, cobrar una comisión y dejarlo abandonado a su suerte.

Mientras esto sucede, el nivel del fútbol en Sudamérica sufre las consecuencias de manera dramática, es imposible ver una plantilla sólida con un nivel de juego de élite internacional. Basta recordar la final del último Mundial de Clubes en el que Barcelona 'jugó' Santos como si se tratara de un equipo de segunda división.
Neymar confirmó la crisis de las ligas sudamericanas con una frase contundente al final de ese partido: "esta noche el Barcelona nos enseñó a jugar al fútbol".




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