Por:
Antony González (@AGSports_)
Todos
sabemos que la infancia de Carlos Tévez no fue fácil. El vicio de las drogas y
atracos en el Fuerte Apache fue incesante. A pesar de ello, no se dejó llevar
por el mal camino y se convirtió en una estrella, el actual jugador mejor
pagado del mundo. Por otro lado, su mejor amigo, que también jugaba al fútbol, escondió una muy triste realidad. Pudo ser futbolista profesional pero decidió ser
malhechor y su vida terminó muy mal.
Ambos
vivieron su infancia en el Barrio Ejército de los Andes, mejor conocido como
Fuerte Apache, considerado uno de los sectores más peligrosos de Argentina. A
principios de los 90, no había nadie mejor que Darío Coronel en el Fuerte, ni
el mismo Carlitos Tévez.
En
el barrio, Darío Coronel era conocido como “Cabañas” por su nacionalidad
paraguaya y su parecido en la personalidad y juego del delantero ex-Boca,
Roberto Cabañas.
Cabañas
y Tévez eran la dupla más letal de la Ciudadela, el primero usaba la “10” y
Tévez la “9”. Se peleaban por todo, por una golosina o por una pelota de gol,
se agarraban a golpes por cualquier cosa. Peleaban pero también armaban
berrinches juntos dentro y fuera de la cancha. Cuando comenzaba el torneo se
creaba otra discusión más entre los dos por una razón: La tabla de goleadores,
que siempre ganaba Darío.
Ambos
pasaron por Estrella del Uno, Santa Clara, Villa Real y All Boys, hasta que
Cabañas fue a Argentinos Juniors durante un corto tiempo y luego maravilló a
los ojeadores de Vélez Sarsfield y terminó fichando por uno de los clubes más
importantes de Argentina. En poco tiempo estaba catalogado como la mayor perla
de las inferiores del club. Tévez se quedaría en All Boys.
Cabañas
creció en una familia disfuncional y llena de insuficiencias, con un padrastro
problemática. El Guacho tenía reacciones muy violentas para un niño tan
joven. El traslado de su madre y de sus tres hermanos a Paraguay, casi un
desesperado intento por librarse del terror del hombre que conducía la casa, fue
la estocada final para el único que se quedó padeciendo el infierno, el que
sólo se apagaba cuando se iba a patear al club. Pasaba el año 1996 y Darío
Coronel soñaba con vestir la albiceleste en un Mundial.
Comenzaba
la adolescencia de los mejores amigos. Ambos daban principio a una nueva vida
social. Los amigos de Darío le arrancarían de a poco su sueño de ser
futbolista, mientras que Carlitos trabajaría más fuerte para cumplir su gran
sueño.
Darío
Coronel a la derecha con el suéter tricolor
Se
comentaba que sería el futuro “5” de la Selección. Cuando arrancaba a despuntar
en Vélez, paralelamente se unió a los “Backstreets Boys”, la banda más
peligrosa de la historia de Fuerte Apache por sus crímenes de todo tipo, robos
de auto, y un sinfín de asesinatos. Los problemas económicos y familiares se
volvieron más fuertes y los Backstreets le dieron abrigo a Cabañas. Allí
comenzó a incursionar con las drogas, experimentó con la marihuana y nunca la
dejó.
Llegaba
drogado a los entrenamientos o a veces ni aparecía. La gente del fútbol juvenil
de Vélez fue a buscarlo al Fuerte muchas veces y en las últimas no pudieron
encontrarlo. En el club se enteraron que le había robado plata del bolso a un
compañero y decidieron dejarlo libre. Se había ido la oportunidad de salir de
abajo.
A
inicios de 1998, Cabañas se entregó al mal camino. Con sus primeros pequeños
asaltos se abri+o un paso en la banda, creció más como delincuente. Cuando
el jefe de los Backstreets, José Luis Romano, quería a alguien de sangre fría
no dudaba en elegir a Cabañas. En el nuevo milenio ya hurtaba autos, mercados o
cualquier cosa, ya era un experto en la materia.
Carlitos
tuvo las mismas tentaciones que su gran amigo, pero decidió no tomar ese camino.
Siempre es más fácil hacer actos delictivos, pero Tévez deseó trabajar y seguir
haciendo las cosas como le educó su familia. Las selecciones juveniles de la
Argentina comenzaban a tocar su puerta.
De
la marihuana pasó a la bolsa de Poxiran, que daña el sistema inmunológico
y sus efectos pueden causar falta de coordinación, pérdida del sentido del
equilibrio, reducción de la memoria e inteligencia, estados de depresión o
psicosis, infartos cerebrales, trastornos del lenguaje y la memoria, epilepsia,
trastornos en la sensibilidad y movimiento de las extremidades, daño al hígado
y riñones, leucemia, bronquitis crónica, ceguera, sordera, daño cerebral
permanente, problemas respiratorios crónicos, y hasta la muerte por arritmias,
convulsiones, estados de coma, entre otros.
Una
noche del año 2001 se encontró con Roger Didí Ruiz, el primer entrenador de
Tévez y de él en su niñez. Lo abrazó fuertemente y le contó todas sus penas,
comentándole que quería estar donde estaba Tévez, que con 17 años era la mayor
promesa de Boca. "¿Cómo mierda hizo este pelotudo para llegar y yo estoy
metido en todo esto?", reveló Didí.
Darío
no podía creer que su amigo de niñez hubiera logrado el sueño que prometieron
los dos. Mientras tanto, ya no había vuelta atrás. Cabañas sentía que no podría
vivir así mucho más tiempo. Sus compañeros caían uno a uno.
El final estaba por llegar.
Dos
meses después, en una persecución ejecutaría a un policía. A partir de allí no
sabía donde estar, donde refugiarse ya que cuando un ladrón asesina a un efectivo
lo buscan hasta matarlo y viceversa.
Los
Backstreets Boys planearon un asalto al Bingo de la Ciudadela, y como siempre,
Cabañas sería el primero en entrar. El robo fue un “éxito, pero los policías
lograron perseguir a la peligrosa banda hasta el Fuerte, mientras Cabañas
ayudó a sus compañeros a saltar la pared llegaron las autoridades y rodearon
al mejor “10” del barrio. No tuvo nada que hacer, por primera vez el Guacho se
sentía vulnerable, como manera de orgullo de los del Fuerte prefieren morir por
una bala propia, y eso mismo hizo Darío. Se suicidó en una madrugada del año
2001, justamente cuando Carlitos Tévez comenzó su gran e histórica carrera
convirtiéndose en el orgullo del Fuerte. Desde ese momento celebra levantando
sus manos para señalar al cielo, siempre recordando al que en vida fue su mejor
amigo.
Darío
Coronel y Carlos Tévez, las dos caras del Fuerte Apache.
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