Por Andrés Carrillo (@DonAndrés17)
Hay que remontarnos hacia
el 25 de marzo de 2014 para recordar cuando un equipo venezolano dejó su valla en
blanco en la Copa Libertadores de América. Aquel día, el Zamora de “Chita” Sanvicente,
le ganaba dos goles por cero al Nacional de Paraguay en la Carolina.
Casi un año después, los tres
equipos venezolanos participantes (Zamora, Táchira y Mineros) en el torneo, han
dejado un saldo de cero encuentros ganados, dos partidos empatados y seis perdidos
con la abultada cifra de veintitrés los goles encajados, faltando aun diez
partidos por jugar.
Números realmente alarmantes
que nos lleva a preguntarnos ¿Seguimos siendo la cenicienta del fútbol
sudamericano? La única respuesta que encuentro ante esta disyuntiva es la
afirmativa, ya que mientras los clubes criollos no centren sus prioridades en
tener una estructura definida, con sede propia, trabajo real en las inferiores,
donde se trabaje al joven tanto en lo futbolístico como en psicológico, los resultados
que seguiremos obteniendo será goleada tras goleada.
Al ver esta decepcionante
presentación, solo me queda tener la ilusión de ver a jóvenes como Murillo,
Soteldo y Ángel destacando en cada uno de sus encuentros de manera individual para
así llamar la atención de algún club del exterior.
Mientras esperamos que esto
suceda, al fanático del balompié criollo tiene que abrazarse a la frase “la
esperanza es lo último que se pierde” y esperar la segunda vuelta del torneo
sudamericano con la fe de ver al menos a uno de los tres conjuntos que nos representa clasificado
a la siguiente ronda, algo que no ocurre desde 2009.
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