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Luciano Wernicke (@LucianoWernicke

A lo largo de 99 años, la Copa América ha sido escenario de grandes campeones, equipazos, goles increíbles y futbolistas excepcionales, como Lionel Messi, Pelé o Diego Maradona. Pero también fue marco de situaciones desopilantes que cambiaron la historia del fútbol. Aquí les presentamos un puñado de ellas.

1) La "chilena" nació en la Copa América

"Scissors kick", "rovesciata", "tijera", "bicicleta", "chalaca" son algunos de los nombres con los que se la conoce en todo el mundo. En Argentina, la jugada más vistosa del fútbol es la "chilena". La denominación trasandina para la complicada cabriola nació durante la primera Copa América, disputada en 1916 en Buenos Aires. Ese año, Argentina invitó a las selecciones de Uruguay, Chile y Brasil a participar de un cuadrangular incluido en los actos de celebración del primer siglo de la independencia decretada por el Congreso de Tucumán. La cita deportiva fue aprovechada, además, para la fundación de la CONMEBOL (sigla o acrónimo surgido de sílabas obtenidas del nombre de la entidad: CONfederación SudaMEricana de FútBOL), hecho que se cristalizó a mitad del evento, el 9 de julio. Pero unos días antes, la fría tarde del 2 de julio, Uruguay y Chile inauguraron el certamen en el estadio de madera del club Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires, en el barrio porteño de Palermo. A pesar de la baja temperatura, diez mil personas concurrieron al precario coliseo para disfrutar del que sería el puntapié inicial del torneo continental más viejo del mundo. Los espectadores quedaron maravillados por el excelente juego de los orientales, que se impusieron con comodidad por cuatro a cero, con dos dobletes de José Piendibiene e Isabelino Gradín. Sin embargo, el público y los periodistas resaltaron la fantástica pirueta que ensayó, en varias oportunidades durante el encuentro, el defensor chileno Ramón Unzaga. Nunca se había visto en la capital argentina que un jugador pegara un saltito, se recostara en el aire, alzara una de sus piernas y voleara la pelota en lo alto. Maravillados por el movimiento de Unzaga, los hinchas, que desconocían el nombre del zaguero, bautizaron la cabriola como la "chilena", denominación que al día siguiente quedó plasmada en la prensa y hoy sigue vigente en la mayor parte de América. Si los fanáticos del fútbol hubieran reconocido al defensor trasandino, o hubieran contado por esos días con la invaluable ayuda de Internet para reconocer a los futbolistas, "la chilena" no se llamaría así: seguramente sería hoy "la española" o "la vasca", porque Unzaga, si bien representaba a Chile, había nacido en la ciudad de Bilbao.

2) La roja

Chile ostentaba un récord muy negativo: en nueve partidos por la todavía primitiva Copa América, apenas había conseguido una igualdad (ante Brasil, por un gol, en Argentina 1916) y sólo había gritado tres tantos frente a 33 recibidos. Poco antes de constituirse en el anfitrión del cuarto torneo sudamericano, un dirigente propuso cambiar el color de la camiseta, blanco, por el rojo que también teñía parte de la bandera nacional. La moción fue aprobada por unanimidad y el 11 de septiembre de 1920, en el estadio Valparaíso Sporting Club de Viña del Mar, la selección trasandina salió a la cancha con su nuevo uniforme para abrir el campeonato ante Brasil. El flamante atuendo (que recién se consolidaría como "titular" en la década de 1940) fue celebrado con algarabía por los quince mil hinchas que completaron el pequeño coliseo levantado a pocos metros del Océano Pacífico. Sin embargo, la vistosa innovación no alcanzó para modificar el rumbo negativo del equipo. Chile perdió uno a cero con Brasil, empató con Argentina, cayó ante Uruguay por dos a uno y, si bien no sufrió ninguna goleada, otra vez se despidió sin poder saborear una victoria. La derrota ante la selección oriental tuvo un condimento muy particular: el partido fue arbitrado por el referí local Carlos Fanta, el mismo que había sido el técnico chileno en Argentina 1916 y había mediado en tres encuentros de ese certamen. Su ecuánime actuación no sólo fue aprobada por los jugadores uruguayos, sino aplaudida por los hinchas y la prensa de todos los países participantes.

3) Aplausos por decreto

El empate 1-1 que abrió el torneo de Brasil 1922, el 17 de septiembre entre la selección local y la de Chile en el "Estadio das Laranjeiras", cayó muy mal al público de Rio de Janeiro. Disconformes con el resultado, el juego brusco de los visitantes y la actuación del árbitro uruguayo Ricardo Vallarino, los hinchas provocaron algunos desmanes en las tribunas, que no pasaron de agravios y gritos amenazantes. Como repuesta al mal comportamiento del público -que no había provocado, siquiera, heridos ni daños a la estructura del coliseo-, el alcalde de Rio, Carlos Sampaio, firmó un riguroso decreto que amenazaba con penas de prisión y fuertes multas a quienes no procedieran de manera educada en las canchas. La disposición prohibía insultar a los protagonistas y destacaba que "sólo será permitido, en lo sucesivo, aplaudir".


4) Los campeones llevaron en andas al arquero… ¡rival!

En 1924, el honor de organizar la Copa América recayó en la Asociación Paraguaya de Fútbol (APF). Sin embargo, la grave crisis económica que atravesaba la nación guaraní no permitió a los dirigentes reunir los fondos necesarios para modernizar los precarios estadios de Asunción. Frente a esta problemática, la APF decidió asumir la dirección del campeonato, pero en otro país: Uruguay. Así, al igual que en 1923, los seis partidos del torneo se disputaron entre octubre y noviembre en el Parque Central de Montevideo. La selección celeste, campeona en la edición anterior y flamante medalla de oro en los Juegos Olímpicos de París, volvió a apoderarse del trofeo continental con el invaluable aporte de Pedro Petrone, el goleador de la competencia, con cuatro gritos. Empero, si bien el éxito “en los números” correspondió al equipo local –que goleó a Chile cinco a uno y a Paraguay, tres a uno-, los laureles se los llevó un arquero foráneo, llegado desde la otra margen del Río de la Plata: Américo Tesoriere. El guardametas, la gran figura del campeonato, se retiró invicto del Parque Central: Argentina igualó sin tantos con Paraguay el 12 de octubre, derrotó dos a cero a Chile el 25 y empató con Uruguay, otra vez con el marcador en blanco, el 2 de noviembre. “Un año antes, allá mismo, había jugado el Sudamericano enfermo. Los paraguayos me metieron tres y los uruguayos dos. En el ’24 me vengué”, comentó años después, en un reportaje, el gran arquero de Boca Juniors, quien ya había conseguido mantener indemne su portería en la Copa América de 1921, desarrollada en Buenos Aires. Según confió el mismo Tesoriere, en la capital oriental “adivinaba todo, tenía una lucidez bárbara. Los uruguayos debieron golearnos. Tuvieron muchas oportunidades. Esa tarde estaba iluminado: me tiraba y la pelota llegaba a mis manos”. Cuando el árbitro chileno Carlos Fanta pitó el final del juego, los futbolistas celestes, en lugar de celebrar una nueva Copa, rodearon al arquero argentino para felicitarlo calurosamente. Dos de ellos, Ángel Romano y Alfredo Zibechi, levantaron a Tesoriere y emprendieron una “vuelta olímpica” con el imbatible cancerbero sentado en sus hombros. El público (“eran otros tiempos, era otra la historia”, aseguraba el comercial televisivo de una cerveza) aplaudió con vehemencia a sus guerreros campeones, y más al imbatible Tesoriere, que esa tarde se convirtió en leyenda en ambas márgenes del río más ancho del mundo.


5) La expulsión que no existió


Debieron pasar 21 años y trece ediciones de la Copa América para que se produjera la primera expulsión en este torneo continental. El 10 de enero de 1937, durante el quinto certamen organizado en Argentina, la selección de Chile sorprendió a la de Uruguay en el “Gasómetro” -la antigua cancha que San Lorenzo tenía en Boedo, sobre la avenida La Plata- al derrotarla por tres a cero, con dos conquistas de Raúl Toro y una de Manuel Arancibia. Cinco minutos antes del final, con el marcador “cocinado”, el árbitro local Bartolomé Macías echó del campo de juego al delantero oriental Juan Emilio Piriz por haber lanzado una patada descalificadora a un oponente. El atacante celeste se convirtió así en el primer futbolista en ser expulsado de la cancha en la historia de esta competencia (la medida fue tomada "de palabra" porque las tarjetas roja y amarilla recién serían inventadas treinta años más tarde por el árbitro inglés Ken Aston, inspirado en los colores "universalmente conocidos" del semáforo). Seis días más tarde de ese episodio, en el mismo escenario, Argentina vencía a Perú por uno a cero –gol del delantero de Estudiantes de La Plata Alberto Zozaya- pero la pasaba muy mal: el equipo visitante atacaba por todos los frentes en pos de conseguir la igualdad. A los 84 minutos, el referí uruguayo Aníbal Tejada echó al defensor local Antonio Sastre. Según los medios de la época, la medida de Tejada fue injustificada, y se acusó al hombre de negro de “vengarse” de la remoción que había sufrido su connacional ante Chile. Sin embargo, a pesar del fallo, Argentina continuó el encuentro con once hombres. Como se dijo, los árbitros informaban sus fallos de manera oral, con algún gesto que no siempre era fácil de precisar a la distancia. Mientras el expulsado Sastre se acercaba a la línea de cal, el técnico argentino Manuel Seoane, en una rápida y hábil maniobra, hizo ingresar a Héctor Blotto en “reemplazo” del sancionado. Tejada no alcanzó a ver la estratagema, y sus jueces de línea y el “banco” peruano, de manera ingenua, supusieron que se trataba de un reemplazo convencional, por lo que no denunciaron el hecho al referí. En igualdad de condiciones, el conjunto de Argentina resistió el embate peruano y terminó el encuentro victorioso por la mínima diferencia. Este resultado fue clave para el local, que culminó la rueda “todos contra todos” en el primer puesto junto a Brasil, ambos con ocho puntos. Si Perú hubiera igualado, el trofeo habría viajado hacia Rio de Janeiro en poder de los hombres que dirigía Adhemar Pimenta. Para resolver la paridad se jugó un desempate el primero de febrero, otra vez en San Lorenzo: Argentina se impuso a Brasil por 2 a 0 y levantó la Copa América por quinta vez.

Extraído, bajo el consentimiento del autor, del libro: "Curiosidades de la Copa América"

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