Ricardo Pinilla (@RicardoPinilla4) en el Dorado Magazine
El primer título liguero de Juan Carlos Osorio en
su etapa con Atlético Nacional se obró en Bogotá, en El Campín, sobre
Independiente Santa Fe. Este equipo, el de la Liga Postobón 2013-I, se
caracterizó, además de sus máximas rotaciones, por su versatilidad sistemática
y por tres figuras capitales: Stefan Medina, Alexander Mejía y Macnelly Torres.
En un segundo escalón estaban Jefferson Duque, John Fredy Pajoy, Sherman
Cárdenas, Óscar Murillo y Alexis Henríquez. ¿Por qué Medina, Mejía y Torres?
¿Por qué no otro? Básicamente porque este Nacional fundó su juego sustancioso
por el carril principal, el central, entonces ellos se convirtieron en las tres
armas disponibles a fundamentar el plan. Para más inri, fue el Nacional que más
utilizó el pase en largo de Mejía y la polivalencia creativa de Medina, por
ejemplo. En cambio, no fue el del mejor Macnelly Torres, pese a ser
indiscutible en las convocatorias de José Néstor Pékerman para la absoluta.
La Pizarra de Osorio
En aquel entonces era
difícil conocerle una alineación de pies a cabeza a Juan Carlos Osorio. Era el
Medina de multitud conversiones, el Bernal carrilero o segundo pivote, el
Nájera lateral o central, el Mosquera extremo o segunda punta, etc. Ni sabíamos
quién era su portero titular y el delantero inamovible, a pesar de la buena
cuota goleadora de Duque. Esta lectura tenía dos justificaciones congruentes:
primero, la plantilla era muy extensa para afrontar un primer semestre sin
competición internacional de por medio; y segundo, era necesario probar y
apostar con lujuria sin un juego de bandas reconocible.
El hecho de Medina
carrilero, que lo empleaba en el 3-4-1-2, le permitía a Nacional orientar su
juego hacia la banda derecha e ir sumándole al pase largo de Mejía el diagonal.
Con determinación y recursos creativos, Medina comandó varios partidos jugando
en esa posición (la Final en Bogotá de los de mayor dominio). Nacional contó en
ese campeonato con el Alexis Henríquez más visionario y certero con el pie,
entonces la salida con balón verdolaga no era lenta y sí prodigiosa, por lo que
Osorio se permitía sacar a uno de adentro y llevarlo afuera para compensar
movimientos y conducciones rentables por la creación de triángulos asociativos.
Todo en busca de un beneficio colectivo.
Lo mismo pasó con Luis
Fernando Mosquera por el costado izquierdo, donde sumó minutos partiendo pegado
a la línea de cal, ya fuese como extremo o carrilero. Osorio les da esa
ubicación dentro del sistema a los futbolistas llenos de juego interior y un
digno control dirigido para facilitarles la recepción. A partir de esto, el
entrenador risaraldense potencia la táctica ajustando matices y detalles
pequeños.
El
primer pase de Mejía
Como contábamos, el puñal
verdolaga en los últimos años se forjó por dentro. La utilización del frecuente
primer pase en largo de Alexander Mejía hizo crecer al equipo, ya que de esta
forma Macnelly Torres recibía la pelota más cerca de la frontal rival y con la
velocidad exacta. Macnelly se ubicaba en los puntos ciegos del mediocampo
contrario, y el pase de Mejía podía recorrer tranquilamente 50 metros porque su
tensión y rapidez derivarían en la recepción plácida del barranquillero.
La aceptación de su nivel
e hiper valor con la redonda lo posicionó en el altar futbolístico del equipo.
Pasó de ser un recurso a ser la esencia palpable en ataque estático para
edificar cuidadosa y hábilmente las acometidas. De hecho, su fundamentación
hizo de Atlético Nacional un conjunto con múltiples opciones desde atrás.
Alexander Mejía se transformó en el jugador con superior cantidad de pases y
destacado porcentaje de acierto.
La
línea de pase de Torres
Macnelly Torres aprobó
todas las materias en la era Santiago Escobar. Fue, indudablemente, su mejor
época vestido de verdiblanco, realizando toda clase de acciones. El número 10
representó y creó un Nacional muy fuerte donde llegaba a zonas bajísimas a
tomar el balón e instalarlo en terreno adversario. Macnelly fue lanzador,
conductor y ejecutor de toda falta o tiro de esquina con Sachi. Prestaba todas
las atenciones.
Sin embargo, en el
Apertura 2013 asumió un rol de menor desgaste y de enlace entre mediocampo y
delantero, casi de pegamento. No se sabe si por debilitación física –el
futbolista con más minutos entre club y selección– o simplemente por un
propósito de entregarle un papel específico a cada uno y de hacerlo sentir
importante. Tras varias pruebas, se corroboró dicho efecto. Macnelly se movía
menos, tenía un límite espacial de retroceso y su fin posicional era activar a
Mejía desde atrás y repartir de balones a los delanteros (Jefferson Duque, John
Fredy Pajoy, Fernando Uribe y Juan Pablo Ángel). Era una línea de pase adelantada
y única, pero con autonomía en el eje horizontal. Números de confirmación:
máximo asistente, segundo jugador con pases completados y cuatro dianas (los
mismos que en todo 2012).
Los días y meses
posteriores significarían la cumbre futbolística de Atlético Nacional versión
Juan Carlos Osorio. Ya se iba fabricando una identidad que, poco después,
dominaría el fútbol colombiano por tres semestres (2013-I, 2013-II y 2014-I)
consecutivos. Esto sería un abrebocas de innovaciones y aciertos compuestas por
rebeldía a lo que en su momento funcionaría en la élite del balompié local. El
tornado no tardaría en llegar.
Publicar un comentario