Gustavo
Laguardia (@AKD_GustavoL)
Una frase
me andaba dando vueltas por la cabeza, “hacer tiempo en el fútbol”.
Me preguntaba acerca de esto, ¿qué es “hacer tiempo”? ¿Por qué en determinados
momentos de un partido puede aparecer este recurso? Me preguntaba, además,
sobre las formas que existen para llevar a cabo esta cuestión relacionada con
el reloj en el contexto de un juego. Una frase bien ‘futbolera’ aplicada a
aquellos equipos que por una u otra razón, generalmente relacionada con sus
propios intereses, se dedican a hacer todo lo posible para que el tiempo
transcurra sin modificación del resultado.
Como no
podía ser de otra manera, escribí en google “hacer tiempo en el fútbol”, y
encontré una exquisita nota “Hacer tiempo: Einstein lo pensó, el
fútbol lo logró”[1] donde se dice
que: “La prohibición para el arquero de no recibir con las manos el
pase de un compañero (salvo que sea de cabeza), se fijó luego del mundial de
1982, en cuya definición el arquero Zoff (Italia le estaba ganando a Alemania),
retuvo el balón hasta sumar al final 16 minutos”. Además la nota,
altamente recomendable, indica otras situaciones relacionadas con este
tema (“los carritos te manejan el partido, me decía Bilardo hace un
año”, como así también: “obligar a la gentileza del rival, tirarse
al piso lesionado o hacer cambios a los 92 minutos”).
Una vez
instalada la regla en el fútbol que exige a un arquero jugar con el pie,
siempre que un jugador de su mismo equipo le ceda la pelota, a excepción de que
lo haga con la cabeza, se erradicó del juego una de las formas más intolerantes
de “hacer tiempo” (tómala vos, dámela a mí, que con tal y tal,
nos vamos a divertir…, cantaba la hinchada mientras los jugadores
se hacían pases con su arquero, y el arquero alzaba la pelota con sus manos y
volvía a dar comienzo al ritual; así, un partido 1 a 0 a los 30 minutos del
segundo tiempo estaba prácticamente “cocinado”).
Sin
embargo, se fueron acentuando otras formas de “hacer tiempo”, otras formas de
‘boicotear’ el juego en beneficio de un resultado, como por ejemplo las que
siguen a continuación: demora en sacar del arquero, estadía del jugador en el
piso (sea por golpe, cansancio o simple simulacro), demora en hacer los
laterales, demora en salir de un jugador que es cambiado por otro, demora en
patear un tiro libre, protestas y tumultos, etc. Hay que decir también que,
jamás de los jamases, los 3 o 4 minutos que adiciona un árbitro después de los
90 minutos reglamentarios para compensar el tiempo dilapidado, alcanzan para
recuperar todo ese tiempo que operó en desmedro del juego y a favor de un
resultado.
Es
inevitable tener que decir que el fútbol no ha podido resolver la cuestión del
tiempo en la práctica del mismo como juego, si como deporte profesional, pero
eso es otra cosa.
¿Debería
pararse el reloj en el fútbol tal cual sucede en el básquetbol? El básquetbol
es un juego perfecto en relación con el tiempo reglamentado para que se juegue.
Alguna vez escuché decir que hasta que el fútbol no rompa con ciertos
‘conservadurismos’ que lo atraviesan, no podrá cualificar esos
maravillosos 90 minutos en que acontece.
Quizás en
tiempos no tan lejanos, a partir de las enseñanzas de otros deportes como el
básquetbol o el vóleibol, puedan encontrarse nuevas estrategias de juego
articuladas con el uso real del tiempo, de hecho, el “viejo maestro” Don Carlos
Timoteo Griguol trasladó “la cortina” y el “pivoteo” del básquetbol al juego de
su equipo para el Ferro Carril Oeste campeón del fútbol argentino en 1982 y
1984. De ahí a incorporar reglas de los deportes mencionados hay un solo paso,
si es que en algún momento el fútbol como juego se comprometa seriamente en la
problemática que hoy lo caracteriza negativamente, que es la de “hacer
tiempo”.
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