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Por Diego Sancho (@SanchoDiegoo)

"Hace tiempo que mi sabiduría se acumula como una nube, se hace cada vez más tranquila y más sombría . Así procede toda sabiduría que deba un día engendrar el rayo", Federico Nietzsche.

Año 2012. Primera fase de Champions League. Celtic Glasgow de Miku Fedor vence al Barcelona en Escocia. A los pocos días, el Barcelona golea, en la Liga, al Rayo Vallecano. En la rueda de prensa posterior, Paco Jémez –DT del Rayo– es consultado sobre por qué no hizo un partido similar al que había hecho el Celtic entre semana. Jémez defendió su sistema de juego diciendo que le "indignaría utilizar el planteamiento del Celtic". Días luego, en Escocia, un periodista le preguntó a Fedor qué opinaba sobre lo que había dicho Jémez en España. Respondió que debería jugar la Champions para poder referirse a su equipo de esa manera. Ante esto, el técnico rayista dijo: “Con Miku puede pasar que no haya entendido bien mi mensaje o que sea tonto. Si es lo primero, espero que le sirva con esta aclaración; si es lo segundo, ni él ni yo podemos hacer nada al respecto", Paco Jémez.
Esto fue lo que insinuó el actual entrenador de Nicolás Fedor en el 2012, quien fue criticado en su momento por su planteamiento de juego. Para ese entonces, el venezolano jugaba la Champions League con el Celtic Glasgow y el Rayo Vallecano hacía su primer año en la élite española desde el 2003. Y sus caminos se cruzaron. Hoy, el equipo del entrenador español salió de un mal lapso gracias al caraqueño, ¿cómo pudieron cambiar las cosas?
Solo en la primera división española hay cuatro cuadros que hacen vida en los alrededores de Madrid. Primero está el Real Madrid, que es conocido como “La casa blanca”, un nombre que inspira supremacía mundial; el Atlético de Madrid posee el nombre del “Atleti”, un mote de cariño; por otro lado, muy a pesar de su humilde historia, al Getafe se le conoce como el “Azulón”, como si fuese más grande de lo que es.
Al Rayo Vallecano le dicen “Rayito”.
Inclusive para una institución que se refiere a sí misma en diminutivo, un delantero venezolano no entra en sus planes. Tras su debut en el 2015 jugó pocos minutos hasta pasar meses discriminado de las convocatorias. Llegaba en un nivel irreconocible luego de un año de embolsar una fortuna en el exótico balompié catarí,  competencia más lucrativa que edificante. Se decía que su arribo no había sido consultado por el jefe de banquillo.
El no ser tomado en cuenta le trajo recuerdos de su etapa formativa en Valencia. En ese entonces el esfuerzo semanal en el entrenamiento no valía la atención del míster. Volver a vivir esa circunstancia con 29 años lo llenó de frustración. Los amigos que hizo en Madrid en años anteriores le preguntaban sobre cuándo volvería a jugar. Al ver que no sería pronto le recordaban con nostalgia aquellos días en los que bailó salsa en el Bernabéu tras anotar goles. Más de uno dio al “7” vinotinto por acabado.
Esta falta de actividad con el primer equipo repercutió negativamente. El no ser titular en una plantilla que con lo justo puede conservar su cupo en una primera división golpeó su seguridad. Miku sopló treinta velas con la incertidumbre de su futuro en el club. Pudo hacer gol en la Copa América de Chile, pero fue eliminado en primera ronda. Pese a su retorno a las redes, en la capital española eran Manucho, Bebé y Javi Guerra los delanteros que veían minutos en su equipo.
Estando de nuevo en la ciudad que le permitió ser referencia sudamericana se dio cuenta de que no podía esperar a que le diesen la oportunidad. Buscó su confianza con un batiscafo y se llenó de profesionalismo para dar lo mejor de sí y recuperar su mejor forma. La paciencia del futbolista experimentado suele ser más estoica. Al analizar la manera en la que Jémez gestionaba su plantilla, entendió que aún tenía esperanzas de formar parte del once titular. Para volver a las canchas se dedicó a entender cuáles son esos lineamientos.
Jémez idealiza sobre su estilo de juego, no sobre sus posibles ejecutores. La pizarra del técnico rayista es de las más sucias de España, hay muchos borrones y manchones porque los nombres suelen cambiar semana a semana. Al librarla de prejuicios o créditos jerárquicos, la titularidad se negocia en términos de corto plazo. Su nómina no es corta en nombres, sino en talento. Se busca jugadores que beneficien al colectivo, pero muy pocos llegan a ser vertebrales en su esquema. Los equipos con pocos recursos económicos buscan sacarle el máximo provecho a cada uno de sus recursos, dado que no tienen suficientes fondos para adquirir a una individualidad autosuficiente que marque diferencia.
Es un estratega que prima la competencia interna para cada posición. Al inicio de esta temporada, Javi Guerra hacía goles suficientes para que el equipo tuviese un finalizador fiable. El 13 de diciembre del año pasado, Guerra anotó su noveno gol. Sería el último hasta abril. La producción goleadora vallecana también se vio afectada y el equipo empezó a ceder terreno en parte baja de la tabla. Los diez goles encajados en el Bernabéu confirmaron la crisis.
El mal momento fue motivo para meter mano. Jémez quería un cambio de aires de cara a la segunda vuelta. Era la oportunidad para Miku, no podía permitirse tener a un jugador deambulando por las instalaciones. El ariete venezolano entendió que estar en buen estado físico era clave para tener una oportunidad de volver. En una mala racha, el entrenador no tuvo opción y le dio la derecha. Un impulso de su intuición resultó en la decisión correcta.
La voluntad y el esfuerzo previo desembocaron en un performance feroz. Una vez tomado en cuenta, se rompieron todas sus tumbas internas. También se rompió la marca de Hugo Sánchez: Miku hizo cinco goles en cinco partidos consecutivos. Toda una hazaña.  Ya sea como finalizador de la primera jugada o ganador del rebote en la segunda, Fedor se convirtió  en punta de lanza del comportamiento ofensivo vallecano. Penetraba las redes como quien consigue agua en el desierto. Era una certeza que iba a anotar cada vez que leías que jugaba el Rayo. Y pasaba. En la liga donde convergen Cristiano Ronaldo y Lionel Messi, un venezolano puso la bandera del récord.
Gente con la que tenía tiempo sin hablar invadió su teléfono celular de hiperbólicos mensajes. Lo felicitaban viejas amistades. Los periódicos de Caracas ponían su cara luego de años. El jugador que obedece a los caprichos de su hija al celebrar goles tuvo su revancha personal con el que antes lo creía un “tonto”. En aquellos días se apuntaba a que sería fijo en la fecha FIFA con la Vinotinto, pero una lesión luego de la racha goleadora lo impidió. Ya hubiese querido Sanvicente aprovechar su momento.
Es un recurso de peso tener en las últimas jornadas a un delantero en racha. Sus anotaciones pueden valerle la permanencia a un club pequeño en una liga top. Miku ha tenido una efectividad tan importante que por ahora su nombre aparece, sin borrones, en la pizarra del vestuario. Además que ha desplazado a sus compañeros arietes.
Ante el Getafe, Javi Guerra recibió un golpe en el rostro. La herida le rompió un labio y sangraba. La camiseta de local del Rayo es blanca con una línea roja cruzada en el pecho. Con esa franja se limpiaba Guerra para que no se le notara la sangre. No quería perder tiempo fuera de la cancha, quería seguir jugando. Así funciona la competencia interna en el vestuario: todos tienen la voluntad de participar.
Ante este renacer parece que en su horizonte aún puede ver el sol. Tiene 30 años, pero sus metas a futuro no están más en Asia o Europa; sino en Sudamérica. Quiere jugar la Copa Libertadores y vestir la camiseta del Caracas FC. Categoría no le falta para competir a nivel sudamericano.
Los goles que marcó de forma consecutiva cayeron como relámpagos que todavía retumban en algunas esquinas de Madrid.

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