El Sorojchi o mal de
altura es un tema recurrente cada vez que Bolivia recibe en su sede, el Estadio
Hernando Siles de La Paz, a cualquier selección más potente. Por lo general,
quienes están acostumbrados a vivir más o menos al nivel del mar, comienzan a
sentirlo a los 2500 metros y cuanta más altura, más probable es que se sufra. A
medida que se asciende en la altura, más disminuye la presión atmosférica y la
presión del oxígeno y, de esta forma, el oxígeno inspirado es menor
produciéndose falta de oxígeno en la sangre. Un intenso dolor de cabeza, fatiga
y agotamiento físico junto con náuseas y vómitos son algunos de los síntomas.
Todo eso, en menor o mayor
grado, es lo que sufren los jugadores de las selecciones que visitan Bolivia
para disputar un encuentro. Más si cabe, agravados por el hecho de estar
corriendo detrás de una pelota durante 90 minutos. La Paz tiene más de 3600
metros de altura y la media en Bolivia supera los 3800 metros. Un auténtico
infierno para quien no esté acostumbrado a esos lindes, que merma —como mínimo—
la capacidad física de los jugadores visitantes. Todos tenemos presentes las
imágenes de recientes de Messi y otros grandes futbolistas sufriendo como
amateurs goleadas escandalosas bajo el cielo de La Paz.
Eso no le resta mérito a
lo logrado por Bolivia en 1963, año en el que conquistó el que hasta ahora es
el único trofeo importante en sus vitrinas del que puede presumir: la Copa
América disputada en su propio país. La Verde contaba con una gran selección en
la que destacaban dos nombres, el delantero reconvertido a central, Wilfredo
Camacho, y el seleccionador, Danilo Alvim, que había disputado el Mundial de
1950 con Brasil y que llegó al fútbol boliviano a aportar nuevos métodos de
entrenamiento así como una mentalidad fresca y ganadora.
Aquella Bolivia de 1963,
se regía por el fútbol ‘camachista’, en el que la entrega o la valentía eran
valores irrenunciables y al que daba nombre el líder de aquel equipo. Wilfredo
Camacho, uno de los mejores jugadores bolivianos de la historia, tuvo su
merecido momento de gloria en el partido clave del campeonato, ante Argentina.
En un encuentro muy disputado y con empate (3-3) en el marcador, Max Ramírez
fallaba desde el punto de penalti el que podía haber sido el cuarto gol para
Bolivia. En cuestión de segundos, todo el júbilo que se respiraba en el
Hernando Siles se transformó en un silencio sepulcral cuando Andrada, portero
argentino, consiguió desviar el lanzamiento a saque de esquina.
Sin embargo, en la
ejecución de ese saque llegaría, de cabeza, el gol de Wilfredo Camacho y el
posterior delirio entre los bolivianos que poblaban las gradas. El siguiente partido
sería la final, una épica final en la que Bolivia derrotó por 5-4 a Brasil con
goles y partidazo de Camacho, Ugarte y Alcócer. Este último, máximo goleador
boliviano en el torneo con cinco goles, sufrió en esa final una lesión que le
alejaría de los campos de juego de por vida, minutos después de anotar el
cuarto y último gol de su carrera.
Tras su lesión, a Bolivia
le costó aguantar la ventaja (5-2) que tenía en el marcador. Pero lo lograron y
Máximo Alcócer tuvo su merecido homenaje. Llovieron elogios de todo tipo y
Bolivia pudo pasear por Cochabamba y La Paz su primera y única Copa América.
Los protagonistas de aquella gesta se llevaron una pensión vitalicia de unos
270 euros al cambio. Algo es algo, eran tiempos más modestos… en un país ya de
por sí modesto.
La Bolivia de Antonio
López, a punto de repetir
La Bolivia que había
gestado Xabier Azkargorta fue la última gran selección de la que pudo disfrutar
el país. La salida del técnico guipuzcoano tras el Mundial de 1994 dejó un
profundo vacío en el fútbol boliviano difícil de rellenar. Se optó por la
continuidad siendo Antonio López, el segundo de ‘El Bigotón’, el elegido para
sustituirle en el puesto de seleccionador.
El ex entrenador de Celta, Valencia o Tenerife dirigió a Bolivia en la
Copa América de 1995 y dos años después en 1997, otro gran torneo en el que La
Verde a punto estuvo de repetir la hazaña de 1963.
En esa edición, la Copa
América de 1997, la altura volvió a ser su mejor aliada. Bajo la dirección del
técnico español y con dos grandes jugadores como Erwin Sánchez y Marco
Etcheverry en el mejor momento de su carrera, Bolivia realizó un campeonato
casi impecable. Pleno de victorias (5 de 5) hasta llegar a la final contra
Brasil, la Brasil de los Ronaldo, Romario, Roberto Carlos o Denilson. El gol de
‘Platini’ Sánchez no fue suficiente para neutralizar los de Edmundo, Ronaldo y
Zé Roberto. Era el principio del fin del último gran combinado boliviano, el
último que pudo ser campeón, como siempre, en la altura.
Publicar un comentario