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Jose L. R. Andrade (@jlandrerod) en Intrafútbol
El Sorojchi o mal de altura es un tema recurrente cada vez que Bolivia recibe en su sede, el Estadio Hernando Siles de La Paz, a cualquier selección más potente. Por lo general, quienes están acostumbrados a vivir más o menos al nivel del mar, comienzan a sentirlo a los 2500 metros y cuanta más altura, más probable es que se sufra. A medida que se asciende en la altura, más disminuye la presión atmosférica y la presión del oxígeno y, de esta forma, el oxígeno inspirado es menor produciéndose falta de oxígeno en la sangre. Un intenso dolor de cabeza, fatiga y agotamiento físico junto con náuseas y vómitos son algunos de los síntomas.


Todo eso, en menor o mayor grado, es lo que sufren los jugadores de las selecciones que visitan Bolivia para disputar un encuentro. Más si cabe, agravados por el hecho de estar corriendo detrás de una pelota durante 90 minutos. La Paz tiene más de 3600 metros de altura y la media en Bolivia supera los 3800 metros. Un auténtico infierno para quien no esté acostumbrado a esos lindes, que merma —como mínimo— la capacidad física de los jugadores visitantes. Todos tenemos presentes las imágenes de recientes de Messi y otros grandes futbolistas sufriendo como amateurs goleadas escandalosas bajo el cielo de La Paz.

Eso no le resta mérito a lo logrado por Bolivia en 1963, año en el que conquistó el que hasta ahora es el único trofeo importante en sus vitrinas del que puede presumir: la Copa América disputada en su propio país. La Verde contaba con una gran selección en la que destacaban dos nombres, el delantero reconvertido a central, Wilfredo Camacho, y el seleccionador, Danilo Alvim, que había disputado el Mundial de 1950 con Brasil y que llegó al fútbol boliviano a aportar nuevos métodos de entrenamiento así como una mentalidad fresca y ganadora.

Aquella Bolivia de 1963, se regía por el fútbol ‘camachista’, en el que la entrega o la valentía eran valores irrenunciables y al que daba nombre el líder de aquel equipo. Wilfredo Camacho, uno de los mejores jugadores bolivianos de la historia, tuvo su merecido momento de gloria en el partido clave del campeonato, ante Argentina. En un encuentro muy disputado y con empate (3-3) en el marcador, Max Ramírez fallaba desde el punto de penalti el que podía haber sido el cuarto gol para Bolivia. En cuestión de segundos, todo el júbilo que se respiraba en el Hernando Siles se transformó en un silencio sepulcral cuando Andrada, portero argentino, consiguió desviar el lanzamiento a saque de esquina.

Sin embargo, en la ejecución de ese saque llegaría, de cabeza, el gol de Wilfredo Camacho y el posterior delirio entre los bolivianos que poblaban las gradas. El siguiente partido sería la final, una épica final en la que Bolivia derrotó por 5-4 a Brasil con goles y partidazo de Camacho, Ugarte y Alcócer. Este último, máximo goleador boliviano en el torneo con cinco goles, sufrió en esa final una lesión que le alejaría de los campos de juego de por vida, minutos después de anotar el cuarto y último gol de su carrera.


Tras su lesión, a Bolivia le costó aguantar la ventaja (5-2) que tenía en el marcador. Pero lo lograron y Máximo Alcócer tuvo su merecido homenaje. Llovieron elogios de todo tipo y Bolivia pudo pasear por Cochabamba y La Paz su primera y única Copa América. Los protagonistas de aquella gesta se llevaron una pensión vitalicia de unos 270 euros al cambio. Algo es algo, eran tiempos más modestos… en un país ya de por sí modesto.

La Bolivia de Antonio López, a punto de repetir

La Bolivia que había gestado Xabier Azkargorta fue la última gran selección de la que pudo disfrutar el país. La salida del técnico guipuzcoano tras el Mundial de 1994 dejó un profundo vacío en el fútbol boliviano difícil de rellenar. Se optó por la continuidad siendo Antonio López, el segundo de ‘El Bigotón’, el elegido para sustituirle en el puesto de seleccionador.  El ex entrenador de Celta, Valencia o Tenerife dirigió a Bolivia en la Copa América de 1995 y dos años después en 1997, otro gran torneo en el que La Verde a punto estuvo de repetir la hazaña de 1963.

En esa edición, la Copa América de 1997, la altura volvió a ser su mejor aliada. Bajo la dirección del técnico español y con dos grandes jugadores como Erwin Sánchez y Marco Etcheverry en el mejor momento de su carrera, Bolivia realizó un campeonato casi impecable. Pleno de victorias (5 de 5) hasta llegar a la final contra Brasil, la Brasil de los Ronaldo, Romario, Roberto Carlos o Denilson. El gol de ‘Platini’ Sánchez no fue suficiente para neutralizar los de Edmundo, Ronaldo y Zé Roberto. Era el principio del fin del último gran combinado boliviano, el último que pudo ser campeón, como siempre, en la altura.


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