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Sebastián Duque (@SDJDuque) en El Dorado Magazine (@ElDoradoMGN)

Hace unos meses, en una cata de café en un Starbucks de Bogotá, un barista me aclaró que un espresso tradicional no “despierta” más que un tinto normal porque lo que hace estallar la cafeína es el contacto continuo del agua caliente con la molienda del grano, y que entre más tiempo se demore colando la bebida, mejor. Básicamente, que lo de que un espresso doble te pone más alerta que un café sencillo es mentira.

Por esa razón, me explicaba el barista, la bebida rápida que más despierta es el espresso americano -espresso tradicional con un poco de agua caliente-, ya que el elíxir del espresso tiene algo especial, tan concentrado, que hace que la fusión con el agua dispare con fuerza esa droga que tantos adeptos tiene en el mundo.

Colombia, el país “cafetero” por antonomasia, sintió al ver a su selección de fútbol lo que produce beber un vaso de espresso americano: un disparo imparable, adrenalina, agilidad, energía, rendimiento, precisión. Eso fue el balompié tricolor contra Paraguay, con James, Cardona y Daniel Torres como los efectos más reconocibles.

James y Cardona en la izquierda, por puro talento, conocimiento y habilidad técnica aceleraron el juego de Colombia con un nivel de intensidad inusitado y poco visto en un país cuyo fútbol siempre ha sido más de pachorra, de calma.

Y esas ráfagas se vieron alucinantes: entre tanta prisa, no faltaban los detalles técnicos de marca cafetera; algún signo de esa Colombia noventera, que se parecía más al mejor café artesanal, servido en un pocillo de cerámica sobre un pequeño plato.

Mientras que la pareja de mediapuntas movió todo lo que quiso y masacró a la defensa guaraní, unos metros más atrás, Daniel Torres esperó para cortar cualquier atisbo de intención contraria a las suyas. Él se encargó de que Colombia siguiera ahí, en ese nirvana hiperactivo.

Así, el combinado cafetero regaló a los suyos los mejores 45’ minutos de sus últimos dos años. Dos goles arriba y al descanso.

Y cuando volvieron, comenzó el efecto de caída: el guayabo del café. Todo tiembla, como tembló Sebastián Pérez, sustituido por Celis, quien tembló aún más. Temblaron también James, Bacca, Cardona y Cuadrado, pero no por miedo, sino por el frenesí. Hasta Daniel Torres tembló, exhausto de cubrir tantos metros ajenos.


Al final, lo que quedó fue que Colombia ya está clasificada a la siguiente ronda de la Copa América Centenario. Hace un año, la selección fue un café instantáneo, sin gracia, que no llenó las expectativas de casi nadie. Y ahora, en tierras estadounidenses, el rentado nacional tiene cara de otro tipo de café: uno más gringo, al parecer.

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