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Por Ernesto Moreno Ampuero (@Ernesto__Moreno) (@historiayfutbol)

Érase una vez en la historia del fútbol peruano en que por circunstancias históricas —las convocatorias de la FIFA no tenían tanta fuerza en los clubes para ser cumplidas— la selección nacional tuvo que prescindir de sus mejores jugadores en el extranjero para disputar las eliminatorias. Jugadores consagrados como Juan Joya, Víctor Benítez, Óscar Gómez Sánchez, Miguel Loayza, Guillermo Delgado y Juan Seminario —de la década de los 50 y 60 del pasado siglo— lamentablemente solo pudieron defender a la bicolor hasta 1959, tras el recordado Sudamericano en Argentina donde tuvieron una destacada participación.

¿Qué pasó después?

Estos notables players no pudieron jugar las eliminatorias para los mundiales de Chile 1962 (ante Colombia) e Inglaterra 1966 (ante Venezuela y Uruguay), teniendo nuestro país equipo con razones de sobra para clasificar a dichas justas mundialistas.

¿Cómo se afrontó?

El recordado entrenador peruano Marcos Calderón, a cargo de la selección durante la década del 60, el más exitoso y único entrenador incaico que ha podido llevarnos a un mundial, tuvo por bien echar mano de jugadores básicamente del medio local ante la adversa situación de no contar con los mejores peruanos en el extranjero.

¿El resultado?

Como ya se mencionó anteriormente, perdimos dos eliminatorias seguidas o lo que es mejor decir: no fuimos a dos mundiales, pero se resalta que Calderón, también conocido respetuosamente como el ‘chueco’ o el ‘oso’, por decidirse a apostar por los jugadores caseros, dejó curtidos a varios (entre ellos José Fernández, Luis Cruzado, Héctor Chumpitaz, Ramón Mifflin, Eloy Campos, Roberto Chale, Nicolás Fuentes y Luis Rubiños) que, finalmente, el entrenador brasilero Waldir "Didí" Pereyra cosechó y tuvo por bien aprovechar para clasificar merecidamente al mundial de México 70 eliminando a Argentina en la Bombonera, como todos ya saben.

Aunque cabe destacar que en esta década confusa e improvisada debieron sentarse las primeras piedras para un sólido e institucionalizado fútbol peruano, fortaleciendo en infraestructura a los clubes para sus divisiones menores. Fueron en las antiguas Grandes Unidades Escolares donde se formaron los futbolistas a partir de la adecuada enseñanza de la Educación Física y los torneos interescolares, que a fines de los ochentas paulatinamente fueron desapareciendo.

¿La lección?

Desde Italia 1990, eliminatoria tras eliminatoria (ya pasaron 7) se viene repitiendo que podemos llegar al mundial de fútbol sin haber hecho la verdadera revolución a nivel de clubes necesaria para sostener ello. Si clasificar fuera un acto de fe, ya lo habríamos hecho hace años; sin embargo, nada es casualidad, ni fruto del azar. No vamos a clasificar por el simple hecho que la mayor parte de los medios periodísticos deportivos —o la televisora dueña de los derechos de transmisión— digan que podemos hacerlo, levantando la ilusión o unas falsas expectativas de la verdadera realidad de nuestro fútbol.

La angustia por vernos nuevamente en la fase final de un mundial hace que se caiga casi siempre en el cortoplacismo, atribuyendo la causa de nuestra debacle a los sucesivos entrenadores que pasaron por el banco peruano, unos con cierto nombre y recorrido, otros no tanto.

¿Serán capaces nuestros dirigentes de resignar una o dos eliminatorias para la reestructuración del fútbol peruano? ¿Serán capaces nuestros dirigentes o comando técnico de dejar de lado la argolla, los intereses que se mueven en las convocatorias y de prescindir de algunos jugadores consagrados (intocables?) veteranos que ya cumplieron su ciclo en la selección para apostar por jóvenes que pueden ir acumulando experiencia en eliminatorias y fogueándose para que a futuro nos puedan regresar de vuelta a un mundial?


Por último, ¿sabrán esta historia o parte de ella nuestros actuales dirigentes?

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