Por: Rubén Guerrero Atilano (@RubenGuerreroA)
Poco más de dos meses fue la instancia de Rubén Omar Romano en el América. En
ese periodo, el entrenador argentino dirigió 17 encuentros, 10 de Liga y siete
en la Copa Libertadores. Y pese a su estela perdedora, el proceso del timonel
arrojó una noche inolvidable para los seguidores de Las Águilas, en la cancha
del estadio Azteca y frente a un rival tan antagónico como protagonista: River
Plate.
La noche del 2 de abril del 2008, el cuadro argentino se presentó en Santa
Úrsula con una plantilla competitiva en la que sobresalía Radamel Falcao en el
ataque y los dirigía Diego Simeone. Era el penúltimo encuentro para ambos en la
fase de grupos del quinto sector; los sudamericanos llegaban como líderes y
esperaban un resultado favorable para afianzarse aún más en la cima. América,
inestable en la Liga, aguardaba por una sorpresa.
Apenas al minuto 6, Javier Archubi, en un contraremate, inauguró el marcador.
El atacante silenció al Azteca y agarró mal parada a la zaga del América; con
el correr del cronómetro, los de casa pudieron amortiguar el golpe, Simeone
bajó los decibeles, esperando al rival y Romano cazó su mejor oportunidad. AL
51’, Rodrigo Íñigo empató el duelo con un potente cabezazo que amagó con el
fuera de juego. Se encendió el encuentro.
En cuestión de minutos, un vendaval americanista se adueñó del mítico rival. Al
53’, Enrique Esqueda consiguió el 2-1, pero al 55’, Diego Cervantes remató en
propia puerta a balón parado y logró el 2-2 parcial. Todo era suspenso y se
venía lo mejor. Seis minutos más tarde, el central mexicano resarcía su yerro y
de igual forma, con un remate con la cabeza para sumar el tercero a la cuenta
de los pupilos del argentino. El Azteca era puro júbilo y Rubén Omar Romano
gritaba cada gol como si fuera propio. Llegaría la reacción enemiga.
Para alargar la agonía, Sebastián Abreu volvía a emparejar el electrónico. El
3-3 llegaba apenas un par de minutos después de la ventaja para Las Águilas. El
Loco conseguía un tanto que hizo brincar del banquillo a Simeone, para celebrar
a la distancia. El uruguayo se olvidó que alguna vez defendió los colores
azulcremas y festejó como si fuera su primer tanto. Faltaba un cierre de más
emociones.
Al 69’, Salvador Cabañas conseguía el 4-3, luego de recibir la pelota a
espaldas del arco enemigo, darse la vuelta y conseguir un disparo bien
colocado, con potencia, que le daba al América la posibilidad de aspirar a la
siguiente fase de la Libertadores. Fue el mejor desempeño de Rubén Omar Romano
como timonel del equipo más ganador de México en cuanto a títulos, un aval que
hoy sirve como garantía para que el aficionado se ilusione con su regreso, más
allá de la racha de nueve derrotas en fila.
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