Nunca antes un partido
amistoso habrá sido más valioso que uno oficial. Pese a que las selecciones de
fútbol de Estados Unidos y Cuba han chocado previamente por eliminatorias
mundialistas y Copas Oro de la Concacaf (la última, durante el verano pasado con
un categórico 6-0 favorable a la escuadra de Klinsmann), el amistoso de este
viernes será el primero celebrado desde 1947, antes de que los rebeldes
castristas tomaran el poder en la isla.
Este partido de fútbol
viene precedido directamente por el duelo de pelota entre los Tampa Bay Rays de
la MLB y la selección caribeña en La Habana presenciado por Barack Obama y Raúl
Castro en marzo pasado, así como por la clínica de baloncesto impartida por
estrellas de la NBA en 2015. Es imposible entender este trío de sucesos
deportivos de proporciones históricas sin añadir el restablecimiento de
relaciones diplomáticas entre Washington y La Habana intermediado por Canadá y
el Vaticano a finales de 2014.
La única participación de
los cubanos en una Copa del Mundo de la FIFA data de Francia 1938, donde
alcanzaron los cuartos de final cayendo ante Suecia por 8-0. Tras los eventos
políticos que tensaron y fracturaron la diplomacia con Estados Unidos,
extendidos durante décadas de Guerra Fría, Cuba ha participado de las rondas
previas eliminatorias al mundial, más nunca ha ingresado al hexagonal final de
la Confederación de Norteamérica, Centroamérica y el Caribe, donde México o
Estados Unidos clasifican regularmente.
Trabas políticas y
burocráticas impiden al balompié isleño continuar su desarrollo competitivo
internacional: los jugadores que aprovechan las participaciones de Cuba en Copa
Oro sobre suelo estadounidense para desertar son impedidos de regresar al país
(así como de representarlo deportivamente) por ocho años. Varios, como el
mediocampista Osvaldo Alonso del Seattle Sounders o el creativo Ariel Martínez
del Miami FC, lograron convertirse en jugadores profesionales siguiendo la
deserción.
Ante decisiones drásticas
de determinados deportistas cubanos, el discurso en Cuba permanece igualmente
drástico:
La decisión de renunciar a
la causa del país que le permitió formarse como atleta le priva del honor que
representa competir desde las filas de un movimiento deportivo afianzado en sus
valores.
A diferencia del partido
de béisbol atestiguado por Castro y Obama en el Estadio Latinoamericano con
capacidad para más de 50 mil espectadores, el duelo amistoso de fútbol se
sostendrá en el ‘Pedro Marrero’ con aforo para 30 mil. Es en este recinto donde
la selección cubana usualmente juega sus partidos oficiales en fechas FIFA.
Aunque el último ranking
coloca a Estados Unidos en la posición 22 a nivel mundial, y a Cuba en la 139
de un total de 205 federaciones nacionales afiliadas, cuando el balón apenas
ruede sobre el césped alto y húmedo del Pedro Marrero lo menos importante será
el resultado deportivo. El partido en sí mismo rinde tanto honor a su nombre
como ningún otro lo hizo antes: el primer amistoso entre Cuba y Estados Unidos
en el siglo 21.
César Martínez para Univisión
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