La
caída de LDU Quito es elocuente. Mientras se viva en la irrealidad y una
burbuja rodee, las responsabilidades estarán ahí, en el aire, buscando alguien
que las asuma. Un análisis
Esteban Ávila (@EstebanAvila)
Liga Deportiva
Universitaria de Quito termina el año peleando el ingreso a Copa Libertadores.
Esto, en buena parte, se debe a que el nivel general de la competencia
profesional en el Ecuador se ha venido abajo en forma alarmante. Un equipo de
similar nivel al que actualmente alinea Álex Aguinaga, hace 10 años, habría
estado irremediablemente destinado a descender. Pero digamos que la falta de
nivel no es un problema exclusivo de la U. Es, en general, un padecimiento del
fútbol ecuatoriano.
De todas formas, Liga ha
hecho todo lo posible para colaborar con su condición actual. ¿Cuándo empezó
este calvario? En los meses finales del 2015, con la ida de Luis Zubeldía. No
es el hecho concreto que el DT haya dejado el club, sino la forma en la que lo
hizo. ¿Correspondía que lo mantengan en el cargo, pese que en las narices de
todos se comprometió con Santos Laguna? La dirigencia consideró que no había
problema.
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Y el hecho gravitante no
es que Zubeldía se haya quedado, perdiendo infantil y torpemente la posibilidad
de ser campeón 2015. Lo peor es que bajo su dirección se empezó a contratar.
Ahí fue que llegaron a Liga jugadores como Julio Ayoví, Alejandro Villalva,
Édison Vega. En definitiva, valores de mediana calidad.
Cuando se fue Zubeldía
(quien vivió sus últimos días en Liga con la cabeza en Torreón), llegó Claudio
Borghi. La decisión de contar con este técnico era, en teoría, la correcta. Un
profesional con nombre, trayectoria, responsable en buena parte de la gran
época que vive la Selección de Chile. Nada podía salir mal, pero…
Borghi nunca se sintió
bien en Ecuador. Sus declaraciones, el tono de las mismas, dejaban en evidencia
que no estaba en su lugar. Las razones personales que haya tenido para sentirse
así son eso, personales. Pero terminaron invadiendo su trabajo hasta producir
un descalabro absoluto, expresado en esa derrota 0-5 con Barcelona.
A Borghi no se le puede
imputar la salida de Jonathan Alvez. Un jugador que, a criterio del cabeza del
grupo y de la dirigencia no contribuye al clima interno no debe estar.¿Acaso no
se acuerdan a Norberto Araujo mandándolo públicamente al frente, dudando de su
falta de compromiso? El problema no es
que Alvez se haya ido, el problema es que nadie (ni Borghi, ni la dirigencia)
hizo el esfuerzo por reemplazarlo correctamente, más allá del arribo de Carlos
Tenorio, resabio de una época esplendorosa, pero superada en la realidad por el
tiempo, cuyo paso parece ser desconocido por aquellos que creen que, por
ejemplo, el inefable Claudio Bieler debe volver. En lugar de un delantero vino
Exequiel Benavídes, inclasificable volante central, uno más del surtido de
mediocres que este año se puso la camiseta alba.
La pretemporada
transcurrió en medio de la novela de Brahian Alemán. El equipo trabajaba en
Pomasqui, pero la única noticia que generaba Liga era lo que decía o dejaba de
decir Esteban Paz sobre la contratación de este jugador uruguayo, cuyos
antecedentes no podían ponerse en duda. Un día venía, otro día no. Un día ya
estaba listo, el otro se regresaba. A tal punto llegó esta locura, que un
domingo cualquiera, en una mesa muy rústica y casi que al apuro fue presentado
Edson Puch, jugador internacional por su país, nombre interesante por donde
quiera que se lo mire. Pero no, no había que pararle bola, porque la gente
quería saber si Alemán venía o no, duda que solamente se solventó cuando saltó
a la cancha, en la presentación del equipo frente a América de Cali, al grito
de “como solo Liga lo sabe hacer”.
Dos errores no hacen un
acierto. Esta teoría se consumó cuanto, ante la evidencia de la incapacidad
ofensiva, llegó Daniel Angulo… ¡imposibilitado reglamentariamente de jugar la
Copa Libertadores! En el “grupo de la muerte” (?), Liga acabó siendo superada
por clubes notoriamente mejor integrados como Gremio, San Lorenzo y Toluca.
Borghi no llegó al final
de la fase de grupos de la Copa y lo reemplazó Álvaro Gutiérrez. Un técnico
cuyo triste final delata todo lo que significa su paso por el fútbol
ecuatoriano. Soportó que periodistas que creen representar “el sentir” del
hincha de Liga le vayan a pedir la renuncia y, harto de todo y de que su equipo
no iba ni para atrás ni para adelante, terminó despachándose aquella poco feliz
frase de que “si querés espectáculo, andá al circo”, una verdadera declaración
de principios: hay que ganar, si es posible por las buenas, pero hay que ganar.
Así son las cosas en el fútbol ecuatoriano, incluso en entidades como Liga que
busca diferenciarse (con poco éxito, últimamente) del resto.
Lo de Álex Aguinaga no
sirvió para cambiar el rumbo. Al contrario, expuso elocuentemente un hecho que
se vino como una avalancha: el equipo siempre estuvo mal armado. Alemán terminó
siendo un suplente más, los refuerzos de medio año (Ávila, Guerrero, Anangonó,
Narváez, Arias) demostraron por qué, en unos casos, fueron exiliados de equipos
de medio pelo de México. Felizmente, la salida de Alexander Domínguez fue
cubierta con relativa eficacia por Daniel Viteri. En este rubro, pudo ser peor.
Aguinaga, por su condición de técnico ecuatoriano, terminó siendo un chivo
expiatorio, el responsable de todo lo malo. Se equivocó, pero mucho menos de lo
que se cree. ¿Él armó el equipo? Al contrario, lo sufrió. Remítanse al caso de
Alemán para ratificar esta teoría.
Lo señalado en párrafos
anteriores, como en todos los equipos, pasó a instancias de la dirigencia. Los
errores en el armaje y conformación del equipo son directamente imputables a
ellos. Pero en Liga pasa un fenómeno que se repite a menor escala en otros
equipos del país: los dirigentes son intocables ante la crítica. Y hay medios y
periodistas que saben esto y trazan una línea no escrita: no se puede mostrar
las equivocaciones (cada vez más frecuentes, por cierto) de quienes conducen el
fútbol de Liga. Eso significa perder prebendas importantes, como las primicias,
las entrevistas telefónicas y su buena voluntad. Así se ha ido construyendo una
burbuja casi impenetrable.
De esa forma, para la
gente el pésimo año de Liga no ha tenido explicación. Con un sector de la
prensa dedicado a distraer el papel de la dirigencia en esta situación, parece
que una intervención maléfica del destino o la casualidad ensañada han
provocado la desgracia actual. Vale la pena reparar en la divulgación que tuvo
aquella mención por parte de Rodrigo Paz sobre el apoyo que Barcelona y Emelec
reciben del estado, como que si Liga no cobrara -como todos los equipos del
país- derechos de televisión de los canales incautados que ese mismo estado
maneja. La mención del tema SRI tampoco fue gratis. La justa inquietud sobre
los procedimientos y cobros del ente fiscal llega, casualmente, cuando el año
empieza a estar perdido.
¿Qué viene hoy? Mientras
no se reconozcan públicamente errores, mientras se siga señalando como
“enemigos” a quienes dudan de la infalibilidad dirigencial, abriendo el círculo
solamente a medios y periodistas obsecuentes e incapaces para cuestionar y no
haya una autocrítica abierta, nada pasará. Seguirán siendo “el estado” o “los
impuestos” los culpables de que Barcelona y Emelec armen equipos notoriamente
superiores al resto.
PD:
No he hecho mención al tema de la cabina. De repente lo esperaban, pero creo
que cada cual es libre de abrir las puertas de su casa a quien desee. Tampoco
puedo dejar de pensar que la mala fe con la que Liga obró fue elocuente. Por mi
parte, creo que el trabajo periodístico -felizmente- no cuenta con un solo
equipo. Esto, al contrario de lo que muchos de mis colegas aún siguen creyendo.
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