Gabriel González (@Gabochini)
Gambeta condicionante,
capaz, potente como a la vez determinante. Desequilibrio atrapante, fugaz pero
consistente, que arma y desarma ecosistemas consecuentemente. Portador de la
lustrada batuta que conduce a un espacio relleno de oportunidades; generado, canalizado
y cristalizado gracias a la inspiración y capacidad embriagada de
grandilocuencia. La inhibición de la pincelada irreverente marca el sinuoso
camino de una idiosincrasia sigilosa que debe desaparecer; para acabar con lo
mundano y liberar el paso a la creatividad, al fruto divino que engancha,
acelera y crea el asombro del paladar, memorando así viejas añoranzas.
Enganche. Categoría 99'.
Retoño proveniente de Villa Gobernador Gálvez, Santa Fe. Arrancó en 2011 en
Central Córdoba de Rosario y surgió de la Asociación Atlética Jorge Bernardo
Griffa, equipo en el cual permaneció hasta finales de 2014. Probó en Boca, River
y Gimnasia; ningún club lo aceptó. Newell's, Central y Banfield quisieron
acogerlo, pero por poco no se dió. Luego de que su descubridor, Jorge Griffa,
tomara las riendas de la coordinación de las categorías inferiores de
Independiente, éste inmediatamente llamó a Barco, y el chico de 1,67
centímetros de estatura cambió su hogar por la pensión del rojo de Avellaneda,
la que también cambió hace poco por un apartamento para él, por órdenes de Gaby
Milito. Si usted, estimado lector, quiere ahondar un poco más en el orígen de
esta joya, le invito a leer una columna para el diario La Nación del periodista
Jonathan Wiktor donde desmenuza el surgimiento de este futbolista.
En cuestión de días pasó
de jugar en la sexta división de Independiente a ocupar un puesto en el plantel
de Primera División; algo que muchos tardan años en conseguir, él lo logró en
escasos meses. Su debut se efectuó de la mano de Gabriel Milito, oficialmente,
ante Defensa y Justicia en la Copa Argentina 2016. Desde ese momento, nunca
volvió a salir del primer equipo. Ya ha hecho agitar las redes con un gol ante
Godoy Cruz por torneo local y ha sumado suficientes minutos como para llamar la
atención de propios y extraños, algo que le ha valido para hacerse un lugar en
la selección argentina sub-20.
Con un cambio de ritmo
extenuante para el rival y valentía para tomar decisiones, Ezequiel Barco ha
iluminado los ojos de los espectadores que han tenido la oportunidad de verlo
jugar. Su fiereza le otorga. La agresividad que demuestra para encarar,
amontonar y eliminar de su paso futbolistas contrarios es característica.
También, máquina de producir faltas; la única solución que encuentra el rival
de turno para detener su marcha es bajarlo a patadas. ¿Fruto? Amonestación para
el contrario. En resumen, es casi integral ejerciendo responsabilidades en
ataque. Todo esto, con 17 años.
Fiel a los mejores
exponentes de su posición, aparte de ser un gambeteador compulsivo, es un
ferrocarril con intención. Siempre hacia delante, pero con motivo. El trabajo de
su prodigiosa mente consciente lo arropa, y también envuelve a su contexto. En
mayoría de ocasiones, las decisiones que toma y realiza sirven un panorama
prometedor para él y su conjunto. El beneficio siempre estará ligado hacia la
idea, porque no entiende otra forma más efectiva para alcanzar lo deseado. Su
liderazgo lo identifica. No tiene problemas en reclamar la pelota y encargarse
de la problemática actual, algo que marca su precoz madurez y rebeldía para
buscar soluciones por su cuenta. Con gran inteligencia para jugar a la pelota y
a la vez un enorme margen de mejora, el accionar de este jugador promete
muchísimo.
Se perderá la pretemporada
del equipo ahora dirigido por Ariel Holan -entrenador que, estoy seguro,
potenciará sus habilidades y enseñará recursos que aún le faltan para ser un
futbolista más camaleónico y completo- debido a que estará participando en el
Sudamericano sub-20 con la selección argentina, reto importante para demostrar
todas sus cualidades más allá del territorio albiceleste. Reitero, con 17 años.
Siendo el jugador más joven de su seleccionado. Nada más y nada menos.
Es el enganche puro, un
valor inédito y escapista. Esa perla divina que poco a poco va escaseando en el
radar, que está en peligro de extinción. Y hay que tratarlo a la altura de la
situación. Dependerá de su entorno y también de su comportamiento hasta donde
quiera llegar. Porque es dueño de su destino, uno que, creo firmemente, será de
grandeza. Recuerden el nombre de este sobreviviente a la extinción.
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