Guido Molteni en La Nación
El
viento sopla fuerte en Comodoro Rivadavia. La charla en pleno 2009 entre Tomás,
que tiene once años, y su papá, José, va a cambiar la vida de la familia
Conechny, pero ellos todavía no lo saben. Tomás es un pibe más de Chubut que
reparte su tiempo entre la escuela, el handball y el fútbol. Y si bien se
destaca en los dos deportes, le gusta más el que juega con sus amigos en el
club Nueva Generación. Veloz, con buen salto y potencia en las manos, es el
mejor de su categoría en el handball. El fútbol también le gusta, pero las
exigencias desde que pasó a jugar a la Comisión de Actividades Infantiles, el
club más importante de la ciudad, son mayores. Y no puede hacer todo.
El
viento sopla suave en Ezeiza. La charla en pleno 2015 entre Tomás, que para ese momento tenía 17
años, es una nota más de las tantas que tuvo que dar el juvenil
Conechny desde que fue seleccionado entre los 50 mejores talentos del mundo por
el diario inglés The Guardian. Ahora sus días los pasa entre las prácticas en
San Lorenzo y el predio de la AFA. Delantero, goleador, con buen cabezazo pero
de un metro setenta de estatura, todos lo comparan con Sergio Agüero. Y él
también elige al Kun como modelo a seguir.
Desde
que priorizó el fútbol y dejó el handball, la vida de Tomás transcurrió de a
saltos. De la CAI fue convocado a la selección Sub 15, con la que fue campeón
en un torneo en México y ganó prestigio. Allí lo vio un caza talentos de
Liverpool, de Inglaterra, que le ofreció viajar junto a su familia para que
conocieran las instalaciones del club y se entrenara con los juveniles
británicos. Y si bien pudo hacer el viaje, se tuvo que volver ya que no contaba
con la doble ciudadanía. Más tarde apareció en su vida Marcelo Tinelli, quien
en el 2014 convenció a su papá para que se mudaran a Buenos Aires y que jugara
en la séptima de San Lorenzo, con la que logró el segundo puesto.
"Mi
primer semana en Buenos Aires fue todo muy raro", dijo Conechny, que lanza
frases cortas y es algo tímido para hablar de algunos temas. "Me costó
acostumbrarme a las distancias. Yo antes salía para el club y en 15 minutos
llegaba, ahora tengo que salir una hora antes", agrega. Cuando llegó de
Chubut a la séptima de San Lorenzo, los juveniles del plantel ya se conocían
hacía años y al principio lo estudiaron. "En los primeros entrenamientos
costó porque me miraban con distintos ojos, porque sabían todos mi historia.
Pero después por suerte nos hicimos amigos todos, y mi familia también me ayudó
mucho en la adaptación", dice y suelta la primera sonrisa de la charla.
Tomás es el hijo del medio de los cuatro que tuvieron José y Andrea, nombres de
sus padres que lleva tatuados en sus brazos. La hija más grande, Camila, de 20,
se mudó a Buenos Aires con Tomás el año pasado, mientras que Renzo, de 14, que
juega en la novena de San Lorenzo, y Marina, de 10, se vinieron este año.
El
otro tema con el que se afloja es con la PlayStation. Tantos días de
concentración con la selección hicieron de Tomás un fanático de los
videojuegos. "Soy el mejor del plantel con la play", dice entre
risas. Los que lo conocen lo describen como un pibe tranquilo, al que no le
gusta perder a nada. Ni a la play. Grita los goles, se lamenta si le hacen uno
y se enoja si pierde. En uno de esos tantos partidos que jugó con sus
compañeros, terminó siendo noticia por un accidente que pudo haber sido mucho
más grave de lo que fue. "Fue en abril de este año. Estábamos en el
Sudamericano, justo antes del almuerzo fuimos a jugar como siempre con los
chicos. Yo estaba apoyado en un ventanal, y cuando me hicieron un gol me fui
para atrás, como que me lamenté, y el vidrio se vino abajo y caí un piso".
Tomás lo cuenta con algo de vergüenza, aunque aclara que no fue su culpa, sino
que el vidrio estaba flojo. Por ese golpe se perdió el último partido del
Sudamericano, aunque sólo tuvo lesiones leves.
Dos
meses después de aquella lesión llegó un premio: fue sparring de la selección mayor
en la Copa América, en Chile. Pudo entrenarse con sus ídolos y verlos de cerca.
Y hace un par de años lo sorprendieron los mensajes de su familia y amigos, que lo
felicitaban por ser uno de los dos argentinos que integran la lista de los 50
mejores talentos del mundo publicada por The Guardian. El otro argentino,
Franco López, de River, estuvo en la preselección para el Mundial pero fue
desafectado por el DT. "Es un orgullo enorme estar entre los 50 mejores de
tu categoría, es una locura. Ni te lo imaginás. Me mandaron mensajes todo el
mundo, no lo podían creer. Yo tampoco. Es una locura", repite Tomás, con
la humildad de un pibe que todavía no se intoxicó con el humo de la fama.
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