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Hovannes Marsuian (@HMarsuian_)

Terminó el partido. Inglaterra salió campeón del Mundial Sub-20 2017. Sin embargo, Venezuela no perdió, Venezuela ganó y mucho, sobre todo el aplauso, respeto y reconocimiento. Escribió su propia historia y en mayúscula. Hay un trabajo por delante muy largo y se debe seguir con la misma línea de la convicción, unión, profesionalismo. Futbolistas con ganas de triunfar, de ser grande. Una generación valiosa.

Empecé a escribir éste artículo después del partido de octavos de final, contra Japón, porque, como dice Manuel Jabois, “la derrota está mejor escrita que la victoria, y la literatura sólo es arte cuando el final no es feliz: los finales felices son la precuela de algo que el autor nos ha ahorrado ver”. Y con esto no quiero decir que me esperé una derrota de Venezuela en los cuartos de final, semifinales o en la final. No hablo de eso, sino que me incorporo al discurso de Dudamel, aquel que cada vez que busca prometer, no camina más allá del punto perfecto que el grupo pretende superar. Y aunque, estoy hablando del país de la publicidad y las promesas, mi rumbo es otro. Venezuela pudo caer eliminada en cualquier etapa, pero la conclusión hubiese sido la misma. Mi argumento se trata sobre una selección que consiguió un hecho histórico; no obstante, antes de proyectar un futuro prometedor, se debe aplaudir, disfrutar, festejar y llorar de la felicidad. Y sin estar totalmente expectante, porque hay que dejar que los futbolistas trabajen, ya que viene un proceso de crecimiento, donde tienen que ajustar ciertas cuestiones, para potenciar y transformar su calidad, con el objetivo de trascender.

Con esto no quiero decir que no seamos optimistas; simplemente hay que dejar trabajar como se viene haciendo, porque si nos ponemos a revisar otros procesos (de distintas selecciones), se pueden tener reacciones de todos los colores. Obviamente es válido ilusionarse, porque hay materia prima para competir. Sin embargo, se puede vivir con sueños, teorías o suposiciones sobre la nueva generación de futbolistas venezolanos; pero, sobre todo, se debe analizar y disfrutar lo que consiguieron, porque su futuro no depende de fantasías, sino de su calidad y su entrega. Y, quizás, también sobre las decisiones que van a tomar a lo largo de su carrera. 

La niñez de la generación de los futbolistas de Venezuela Sub-20 se instala en la época del “Boom Vinotinto”, cuando la selección venezolana logar ganar cuatro partidos seguidos en las Eliminatorias para el Mundial del 2002. A partir de ahí, el país entendió que sí había materia prima para destacar en un mundo denominado como “fútbol”. Se empezaron a formar y mejorar las canchas. Aparecieron nuevas y mejores escuelas de fútbol. Desde el 2007, se logró la expansión de clubes en la Primera División (pasaron de 10 a 18). Además, llegó la regla del juvenil, donde un futbolista Sub-20 debía estar de manera obligatoria en el terreno de juego. El venezolano se enamoró del fútbol. Lo jugaba. Lo veía, sobre todo en la televisión.

Sin embargo, el venezolano se cansó de ver las competiciones grandes por la televisión. Se propuso ser participe directo, como en la Champions League, donde un futbolista como Tomás Rincón llegó a una final. Y también, de un Mundial, donde la Vinotinto consiguió ser subcampeón, con mucho esfuerzo, trabajo y fútbol; aunque, fue una competición de categorías inferiores, se empezó, con buenos pasos, un camino y un proceso de crecimiento, en busca de trascender como futbolistas profesionales.

El venezolano merecía una participación como la de Venezuela en el Mundial Sub-20. Ninguna selección la merecía tanto. Después de casi dos años de preparación. Después de tanto soñar. Después de tantos intentos por hacer olvidar el sobrenombre de “La Cenicienta”. Y con la intención de borrar de la memoria un término sin sentido como el de “la venezolanada”. Venezuela merecía quedarse en la memoria de los aficionados del fútbol con una competición así.

Aunque la emoción se apodere de uno, y es totalmente lógico, hay que detenerse para analizar la situación; ya que, para que los Sub-20 puedan progresar a la selección mayor – donde Adalberto Peñaranda, Yangel Herrera, Yeferson Soteldo y Wuilker Faríñez comparten grupo –, se necesita una sucesión de ajustes, como todo proceso de crecimiento. El futuro es muy difícil de predecir y, seguramente, habrá futbolistas que no consigan el progreso deseado (eso puede ocurrir si el proceso formativo de las juveniles a la mayor no es el correcto; por ejemplo, que el jugador no consiga sostener y fomentar dicha evolución con ambición y con la intención de aprender y perfeccionarse, porque el ser humano no tiene límites cuando se trata de la enseñanza).

Y aunque el futbolista venezolano demuestra un gran potencial en dicha categoría, debe comprender que todavía tiene un camino muy largo como futbolista profesional, donde tienen que aprender a competir–, con el objetivo de educarse y saber responder a las preguntas que te plantea, para entender las exigencias emocionales, tácticas y técnicas de los distintos escenarios y niveles futbolísticos. Y repito, el proceso formativo corresponde a cualquier etapa, es decir, a cualquier edad, el jugador sigue aprendiendo algo distinto. Ese camino, inicia con los entrenamientos, termina en el partido y se repite. Un ciclo de vida que va a estar hasta el final de la carrera de cada uno, donde en cada comienzo estarán los nuevos objetivos, para buscar superarse y corregirse.

Rafael Dudamel comprende que si se quiere desarrollar al fútbol venezolano, se debe que educar desde las categorías inferiores. El ejemplo perfecto está en la actuación de Venezuela en el Mundial Sub-20; ya que, se habla de una generación que, antes del torneo, efectuó 25 módulos de preparación, a partir del 31 de agosto del 2015. Casi dos años de preparación. Sin embargo, lo importante radica en que existió trabajo de calidad en los entrenamientos, que se refleja en el terreno de juego, porque el futbolista venezolano demuestra estar capacitado, en esta categoría, para comprender las situaciones del partido y saber cómo acomodarse a las circunstancias, debido a que hablamos de un deporte que es muy dinámico y está constantemente cambiando.

Dudamel con su preparación al Mundial Sub-20, repleto de partidos amistosos y oficiales, con el objetivo de consolidar al grupo, conseguir una idea de juego de clara y potenciar las características de sus futbolistas, logró un punto muy importante: se habló más del rendimiento colectivo que los aspectos individuales de Venezuela.

En fin, el camino es excesivamente largo y, al parecer, Dudamel lo comprende. Entrenar y competir. Desarrollar a la calidad natural de dicha generación. Analizar, estudiar y trabajar. Detenerse y esperar el momento indicado. Saber interrelacionarse. Aprender desde los enteramientos y jugando. Potenciar la inteligencia del futbolista. Y lograr la lectura del juego.

Dudamel escribió un guion en el Mundial Sub-20 a la altura de Christopher Nolan en Memento, Andrew Kevin Walker en Se7en o Jim Uhls en Fight Club, que se pueden definir como una muy buena actuación con un final inesperado; ya que Venezuela logró ser la segunda mejor selección de la categoría Sub-20.

La categoría Sub-20 de Venezuela logró hacer madrugar al venezolano en busca de conseguir una alegría ante tantos problemas de crisis política, social y económica. Se convirtió en una luz esperanzadora. Consiguió ilusionar y soñar a muchísimas personas. Representó de manera ideal al país. El “Gloria al Bravo Pueblo” se cantó con orgullo. Esta generación será recordada. Y ojalá sea el inicio de una gran etapa futbolística para Venezuela. Hay que confiar en éste proyecto.

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